“Me enamoré de la vida, es la única que no me dejará sin antes yo hacerlo” (Pablo Neruda)
Oaxaca de Juárez. Dónde quedaron las cartas, los poemas, aquella época que el amor era verdadero, donde los noviazgos duraban años, donde los matrimonios eran para toda la vida.
Algo si es cierto, los tiempos cambian pero no para bien; estos cambios han estado destruyendo lo bonito que era la palabra “amor”.
Es muy claro que el amor y las redes sociales no van de la mano, más allá de una buena relación podría convertirse en un gran problema, ya que existen infinidad de estudios que demuestran que las redes sociales tienen una influencia negativa en las relaciones de pareja al provocar celos, inseguridad, acoso y sobretodo, muchas confusiones.
Si bien es cierto el internet es un usuario común para que muchas personas se conozcan, pero que real puede ser la otra persona que está detrás del ordenador. Las redes sociales como se dice puede ser una espada de doble filo para las relaciones de pareja. El mundo virtual se está prestando para nuevos modelos de relación.
En ocasiones lo que se inicia como un juego virtual puede convertirse en romances pasajeros, amores inolvidables o lazos catastróficos.
La timidez, desconfianza en sí mismo, el miedo al rechazo hace que miles de usuarios busquen parejas a través de estos medios. Otros más perversos para fines malvados.
En estos tiempos es muy fácil encontrar a muchas personas sentadas en cualquier lugar público, con su teléfono, metido en su mundo virtual, enajenados de la vida cotidiana.
Por ello, Rolando Díaz Loving, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, asegura que lo que queda es brindar educación sexual más temprano, desde los primeros años de la primaria, opinó. Además, que los padres conozcan qué ven sus hijos, no con la idea de censurar, sino de interpretar la información que se les ofrece.
Finalmente hay que reflexionar que no hay motivo para estar solos y arrastrar la cobija por alguien que tal vez no conocemos o no conoceremos a fondo. Es tiempo de volver a creer en las relaciones perdurables y no sustituirlo por algo superficial.