La X en la frente: Juárez… ayer, hoy y siempre

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Moisés MOLINA.

Oaxaca de Juárez. Bien dicen que la historia tampoco tiene casualidades. Hace unos días recordábamos al hombre que, de acuerdo a las imperiosas necesidades del México de aquellos tiempos, tomó su decisión de expropiar el petróleo; y hoy conmemoramos, muy probablemente, la fecha más importante de nuestro calendario, al menos de la República.

Y es que Juárez va aparte, llevó a México en un carruaje, salvó a la República, fue el padre de nuestra segunda independencia.

Bastante hazaña fue que aquel niño saliera de aquí y llegara a pie a Oaxaca, que encontrara a su hermana, que venciera las adversidades del lenguaje con el padre Salanueva y que –con honores- se graduara abogado en aquel glorioso Instituto de Ciencias y Artes.

Oaxaqueño también, de Capulalpan, “Pueblo Mágico”, Miguel Méndez lo predijo en voz alta ante sus compañeros de cátedra con las siguientes palabras: “… y este que ven ustedes, reservado y grave, que parece inferior a nosotros, llegará a ser uno de nuestros grandes hombres, se levantará más alto que nosotros; llegará a ser uno de los grandes hombres y gloria de la patria”; y el profeta del liberalismo no se equivocó.

Juárez es el más mexicano de los oaxaqueños y el más universal de los mexicanos. Más allá de nuestras fronteras, siempre que se habla de México, se habla de él. Y en todo nuestro continente se le rinde reconocimiento como el “Benemérito de las Américas”.

En “Siglo de Caudillos”, Krauze le define “solemne, calculador, prudente, reflexivo, ordenado, conciliador, firme, severo, suave, impenetrable”.

Hablar de Juárez es hablar de perseverancia; llevó en un carruaje su Presidencia itinerante de 1862 a 1867, hasta su entrada triunfal a la capital de nuestro país y hoy cada oaxaqueño debe, con la perseverancia en sus deberes a México en el corazón.

Hablar de Juárez es hablar de sacrificio. Obligado a permanecer lejos de su familia; su único consuelo eran las cartas que intercambiaba con Margarita, donde se hicieron  constar también la pérdida de algunos de sus hijos a costa de su causa que fue siempre la República. Y hoy nuestros niños y nuestros jóvenes deben saber que la República la construimos todos y no una sola persona, falso ídolo de barro.

Hablar de Juárez es hablar de ejemplo de la defensa una causa suprema: La Reforma y su traducción al liberalismo y sus valores, presentes en Oaxaca hoy más que nunca y que Jesús Reyes Heroles rescata: la igualdad ante la ley, las libertades y el federalismo

Hablar de Juárez es hablar de SOBERANÍA y UNIDAD. Cuando se dice “… Que el gobierno y el pueblo respeten los  derechos de todos,  pues ENTRE LOS INDIVIDUOS COMO ENTRE LAS NACIONES, EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”, nuestra nación respetuosa y pacífica muros, quiere RESPETO Y COOPERACIÓN; México no quiere xenofobia, quiere el respeto a nuestra gente que generosamente ha sido correspondido.

Hablar de Juárez es hablar de UNIDAD. Bajo los valores del juarismo, esa interpretación del liberalismo mexicano que marcó buena parte del siglo XIX y que desembocó en la Constitución de 1857, es el siglo de las libertades que hoy, gobierno y sociedad estamos llevando a la práctica.

Presidencia de la República, Estados y Municipios deben reencontrarse en Juárez y  en su legado y sus valores, una herencia para México, pero más para. Oaxaca, ya el estado más pobre del país.

Oaxaca es el rostro de la pobreza y es nuestra obligación que deje de serlo.

Por eso estamos aquí, puntuales a la cita con la historia. Para rendirle homenaje a quien sigue siendo pasado y presente; bronce y esencia y ciudadano del mundo.

Que viva Juárez!!!