Excélsior.
Ciudad de México. Uriel de 14 años de edad fue sepultado la tarde del pasado miércoles 26 de abril en el panteón del municipio de Mazatlán Villa de Flores; las campanas del templo católico tañeron al paso del cortejo fúnebre, acompañando el duelo de familiares y amistades del fallecido.
El menor murió víctima de varias puñaladas que le asestó un desconocido la noche del martes 25 de abril, en la población de Agua Cerro, aprovechando el movimiento de parroquianos durante un baile popular.
El síndico de Mazatlán Villa de Flores, Rubén Carrera, lamentó el suceso que enlutó un hogar mazateco donde la madre de la víctima es la cabeza de familia.
Incluso, comentó, que la mamá–de nombre Flor- no estuvo en la localidad cuando trascendió el homicidio del niño, pues ella viajó a la Ciudad de México donde compra ropa, que luego vende en su pueblo.
Adelantó que la autoridad ministerial investiga el caso e inició con las pesquisas del presunto responsable.
El cuerpo de Uriel fue localizado por los habitantes de Agua Cerro, quienes le colocaron una manta para que los rayos del sol no cayeran sobre el cuerpo, previo al arribo de los agentes ministeriales.
El menor era de familia humilde, su mamá es madre soltera y vivía en la comunidad La Juquilita.
El síndico mencionó que el evento sangriento podría ser resultado del consumo de drogas y alcohol entre los habitantes de la localidad.
Advierte que el alcohol y las drogas están destruyendo familias indígenas de la Sierra Mazateca. “Desde hace años las madres de familia han buscado ayuda para atender el problema de adicciones entre la población joven”, expuso.
No podemos negar la realidad: es tan grave que hay muestras del deterioro social que hace una década no existían entre los pobladores, como la violencia intrafamiliar, alcoholismo infantil, uso de armas y violaciones.”
Según la autoridad municipal los efectos de las adicciones ya empiezas a hacer estragos entre la población juvenil e infantil.
