Centinela: En derredor de la educación…

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Rafael García Zavaleta.

Para vivir en armonía social, no bastan los buenos principios éticos y morales, ante tanta degradación social, violencia en todos los grupos sociales, desde la violencia intrafamiliar hasta la violencia del crimen organizado, sobre todo, la violencia de los funcionarios, desde el presidente de la república, ministros, senadores, diputados, gobernadores, presidentes municipales, hasta agentes municipales. Así las cosas, somos sabedores de que a diario estamos expuestos a ser víctimas.

Sobre la educación se ha dicho mucho en este país, desde Benito Juárez García, no Juárez Maza, en el siglo XIX, “la educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”. En el siglo XX, otro oaxaqueño, José Vasconcelos, afirmaba, “el conocimiento es solo una de las representaciones de la existencia”.

Muchos comprendemos con claridad para qué sirve ir a la universidad, para cambiar el modo de percibir las cosas, para buscar nuestro crecimiento y desarrollo individual y social.  Ahora que se exige construir crecimiento y desarrollo sustentable de la sociedad, convencidos de que puede ser una realidad y no una simple aspiración de la humanidad. Pero en el lado opuesto, hay muchos que solo van a la universidad a conseguir un documento que los acredite como profesionistas, para luego llegar a ser hasta presidente de esta perjudicado país,  sin saber realmente de qué se trata ser egresado universitario comprometido con la transformación social y la creación de armonías sociales sustentables.

Al principio de este texto, se ha hecho referencia de los principios éticos y morales, a los que se deben agregar los conocimientos útiles formales y de nuestra conciencia de pertenecer a una cultura globalizada, pero no debemos dejar de lado que también debemos hacer uso de nuestra inteligencia emocional, que es la que nos permitirá mantener la actitud positiva hacia los demás y con uno mismo; sin olvidar nuestros orígenes dentro de la cultura nacional, sabedores de nuestra propia epistemología, no de sajones, no de españoles o europeos, sino de latinoamericanos que nos hace singulares dentro de esta comunidad, como nos enseña Boaventura de Sousa Santos y convencidos a la manera de Paulo Freire, que con la pedagogía del oprimido, jamás alcanzaremos la libertad, sino en la medida que el oprimido diga su palabra, a través de la pedagogía de la esperanza, alcanzaremos la libertad en todos los órdenes.

Entendida así nuestra formación educativa, entonces, sin duda alguna, necesitamos una formación holística, como lo requiere un buen proyecto de vida individual y colectiva. Eso nada menos es lo que se debe considerar desde la preprimaria hasta profesional, incluyendo los posgrados. Así estaríamos preparados para enfrentar retos y perspectivas que se requieren para una vida exitosa y de ciudadanía consciente y proactiva. Pero eso no conviene a quienes representan intereses transnacionales, ni a nuestros perversos gobernantes y crimen organizado llamados partidos políticos, o mejor dicho, cúpulas de mafiosos que ostentan la representación de esos partidos.                                                                                          Lograr una educación así, sería alcanzar el momento que detone nuestras vidas, la de este país, que nos diera la oportunidad de mostrarnos y demostrarnos a nosotros mismos como sociedad, que ya no somos producto de la improvisación, tampoco un producto de la llamada reforma política, pero tampoco de una Coordinadora de la Educación como está constituida actualmente, con pregoneros y paladines de la protesta sin futuro, sino profesionistas y profesionales profundamente humanistas, profundamente comprometidos consigo y con el todo.          Sin embargo, nuestra realidad es ahora, en la que debemos poner atención con mirada y oídos aguzados, porque la nación está frente a la oportunidad de cambiar sin violencia, o caer en una desesperanza prolongada, sin que se deseche la posibilidad de una reacción violenta que nos lleve al derramamiento de nuestra propia sangre.

Debemos estar conscientes que dentro de las posibilidades de poder cambiar el actual estado de cosas, solo hay una opción y la encabeza Andrés Manuel, a quien desafortunadamente se le han sumado muchos que sabemos que sirven para restarle simpatizantes y seguidores, pero aun así, no hay otra opción hasta el momento, por eso es conveniente que Don Andrés, deje muchos malos hábitos a un lado, hábitos de carácter e inteligencia emocional, para conducirse con la sensibilidad y tacto para incorporar a toda la plebe ansiosa de una transformación de nuestro sistema político y se rechace para siempre nuestra manera estoica de soportar a la clase ladrona que gobierna este país y la que representa a los partidos políticos. Que no solo una a las izquierdas, sino a todos los que queremos a México, así de sencillo, tan solo, unir a los que queremos a México.

Educarnos en deberes primordiales, como el cuidado y protección del medio ambiente, de la ecología, de los principios universales que orientan los derechos humanos, de la igualdad entre la mujer y el hombre y de la sensibilidad hacia el que carece de oportunidades, del compromiso que tenemos de luchar para que también tengan los demás, oportunidades dentro de la mejor forma de organización social, la democracia. Pero sobre todo, a defender realmente lo que es nuestro, de las aves de rapiña, a la que los actuales malos gobernantes le han entregado principalmente nuestros recursos naturales.

Tenemos el deber y la necesidad, ante este mundo revuelto en la ambición del dinero, la violencia, las guerras y el odio, de ser mujeres y hombres, parafraseando a Nietzsche, humanos demasiado humanos.

Hagamos y participemos con nuestra esperanza y nuestra fe, pero no depende sólo de la fe para poder lograr nuestra meta de cambiar el estado de cosas en el cercano 2018, depende de la entrega, de la enjundia, pero sobre todo del enamoramiento y de la pasión, sí, sobre todo de la pasión con que hagamos lo necesario para lograr ser.