San Miguel, el panteón de 188 años de historia

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El Universal.

Ciudad de México. El Panteón General de Oaxaca o Panteón San Miguel, con 188 años de historia, resguarda la memoria que da identidad a los oaxaqueños, el misticismo sobre la vida y la muerte, historia y patrimonio.

En él descansan no sólo los cuerpos de al menos 20 personajes ilustres en la historia de la entidad y del país, también de aquellos que sucumbieron a dos epidemias que azotaron a la capital del estado: la viruela y el cólera.

Aquí se encuentran los restos de una veintena de hombres ilustres como Félix Díaz Mori, ex gobernador de Oaxaca y hermano de Porfirio Díaz; Susana Juárez, hija de Benito Juárez; Macedonio Alcalá, músico y compositor de la canción Dios nunca muere, himno de los habitantes de la región de los Valles Centrales

Para Juan Pablo Vasconcelos, ex coordinador de las Culturas, Turismo y Economía del ayuntamiento de Oaxaca, e hijo del fallecido cronista de la ciudad Rubén Vasconcelos, la importancia del panteón radica en que es su testimonio sobrevive al tiempo.

“Las comunidades se componen de tiempo. Resguardan la memoria de quienes estuvieron antes que nosotros y que le dan sentido e identidad a una comunidad”, explica

La historia de este cementerio se remonta al año 1829, cuando la viruela causó centenares de muertes en la capital del estado, lo que hizo necesario el decreto de una nueva ley de panteones que obligó a las autoridades a buscar un lugar propicio para un cementerio.

Fue así que se escogieron los predios ubicados entre el río Jalatlaco y las minas de cantera. Cuatro años después, en 1834, el lugar también sería el camposanto de las víctimas de cólera. Según el ayuntamiento, el cementerio está sobre un predio de seis hectáreas en el que se encuentran 2 mil 355 nichos, 100 arcos y 11 mil sepulcros.

Para Juan Vasconcelos, es fundamental el misticismo sobre la cosmovisión mesoamericana que tiene el sitio, así como sobre la muerte y la idea de que la existencia no termina con la desaparición física.

El especialista Patrick Johansson K., al abordar la muerte en Mesoamérica advierte: “El concepto en el que su naturaleza como elemento de origen y transición, de generación y regeneración es fundamental, se encuentra expresado en una multitud de formas culturales: objetos arqueológicos, entierros y códices”.

Otro cementerio emblemático. El Panteón Civil Municipal de Chetumal, Quintana Roo, es otro cementerio que a pesar de ser relativamente joven, alberga importantes historias como la fosa común de las víctimas del huracán Janet, uno de los más poderosos que han afectado a la entidad y que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1955.

Y si bien la ceremonia luctuosa en honor a las víctimas se realiza cada 27 de septiembre, este día de muertos es un sitio visitado por los chetumaleños y recordado por familias y autoridades como un escenario dantesco y desolador, cuenta Fabián Herrera, cronista de la Ciudad.

En una placa de este mausoleo se pueden leer los nombres de algunas víctimas y parte de la canción Leyenda de Chetumal, del fallecido autor Carlos Gómez Barrera, en la que habla de ésta tragedia y de cómo la ciudad resurgió gracias al coraje, la fe y el trabajo de su pueblo.

El huracán Janet, ocurrido el 27 de septiembre de 1955, ingresó por la noche por la región costera de Xcalak, con vientos de 280 kilómetros por hora, ubicándolo en la categoría cinco y dejó a su paso destrucción y muerte en Chetumal y comunidades aledañas.

El cronista señala que el número oficial de víctimas fue de 80 personas aproximadamente, aunque no todos están en la fosa común.

El cementerio fue inaugurado el 5 de febrero de 1938 en el marco de la conmemoración de la promulgación de la Constitución, por el subsecretario de Gobernación Vicente Santos en representación del presidente Lázaro Cárdenas del Río.

“La necrópolis es mucho más que un espacio espiritual e higiénico para la ciudad y sus habitantes, también refleja la memoria viva de la capital y ha crecido casi a la par de la misma; en ese camposanto se expresan las diferentes costumbres de cómo recordamos a nuestros difuntos, por lo tanto, también es un sitio de gran valor histórico y cultural”, dice.

Aquí existen cuatro mil 500 bóvedas, de las cuales únicamente 50% son visitadas, el resto permanecen abandonadas y es el municipio el responsable de limpiarlas. Cementerios como estos son el escenario para el Día de Muertos.