Moisés MOLINA
Al cierre de las precampañas todos tienen sus favoritos. Más que de credibilidad, hoy la cuestión con las casas encuestadoras es de disonancia cognitiva. Los públicos convalidan o rechazan a priori las encuestas del momento, según sus fobias, filias y prejuicios.
El ciudadano espera que cada encuesta le diga lo que en el fondo quiere escuchar, sin importar la metodología ni sin que tenga siquiera la certeza de si va a ir a votar o no. La preferencia, el “enamoramiento” o la animadversión por x o y candidato no necesariamente se traduce en la convicción religiosa de “tomarse la molestia” de ir hasta la casilla a emitir su voto en la jornada electoral.
De ahí que la guerra electoral se traslade de los “war room” a la demoscopia. Pocos documentos despiertan tanto amor y tanto odio como las encuestas. Polarizan no solo al electorado sino a toda la población, incluyendo a quienes aún no tienen el derecho constitucional a votar, quienes cada vez a más temprana edad van haciéndose dueños de sus opiniones, no por nada, aún a pesar de ir en contra de toda razón democrática, niños y adolescentes hicieron viral la tonadita y el baile del “movimiento naranja”.
En mi cuenta de twitter compartí hace algunas horas que:
Los ciudadanos en los procesos electorales se dividen en
- Los que votan por el partido
- Los que votan por el candidato
- Los que están seguros de ir a votar, pero aún no saben por quién
- Los que anulan su voto; y
- Los que no votan
Todo ello y más (como el hecho de que el 40% del electorado, según parametría, no sabe todavía que en esta elección se podrá votar por candidatos independientes) hacen que el resultado de una elección sea hoy imposible de predecir.
Quien se haya declarado ganador aún antes de terminar las precampañas, sabemos a qué le apuesta. Y no es gratuito por ello hacer que sus huestes en las redes incendien con mensajes amenazantes y con infundadas premoniciones. Son los sempiternos agoreros del fraude electoral.
Lo que hoy estamos viendo no es más que la continuidad de una estrategia de emergencia.
AMLO, el “virtual presidente de México” comenzó, al cierre de su precampaña, a tirar la sopa antes de que entrara a su boca.
Es un ejemplo prototípico de la sabiduría popular: “el pez por su boca muere”; el peje por su boca muere… AMLO comenzó, como cada elección en que ha participado, a ponerse el pie él mismo, convirtiéndose en su propio peor enemigo.
Comenzó con su anuncio de amnistía a criminales y terminó con su triste, penosa e inexplicable referencia al Secretario de la Defensa Nacional al llamarle “matraquero” del Presidente de la República. Sigue sin saber distinguir, sin saber detenerse a tiempo, sin saber medir las consecuencias de sus dichos.
Hoy, como bola de nieve, va perdiendo la consideración de la parte mayoritaria de la “intelectualidad mexicana” que si bien es cierto no comulgaban con su proyecto, no le habían merecido comentario alguno.
Jesús Silva-Herzog Márquez con su artículo “AMLO 3.0” se ganó un airado reclamo de su alteza serenísima y detrás de él vino Enrique Krauze a quien cuestionó su formación académica y su calidad como historiador.
Si a EPN lo hicieron trizas por no poder mencionar de improviso un número mínimo de libros de su predilección, no entiendo por qué hoy AMLO sigue impunemente paseándose en las plazas públicas de las redes sociales cuestionando académicamente a quienes han dado brillo al nombre de México y siendo que él se tardó 15 años en culminar su licenciatura con notas y un promedio mediocres.
La puntilla durante la precampaña la protagonizó Denise Dresser con su artículo “AMLO 1.0” en el que le dio una repasada final. Le reclama 3 dudas que sobre él acechan a los electores “independientes e indecisos”: Dudas certeramente fundamentadas sobre su congruencia; sobre su temperamento; y sobre su compromiso para acabar con el pacto de impunidad vía la transformación institucional y no el mero cambio de personas referente a los anuncios anticipados de los integrantes de su gabinete. Para AMLO primero son las personas, empezando por él y después, las instituciones.
Esta elección tiene aún mucha, pero mucha historia por delante… hay que estar atentos e informados para poder opinar y poder decidir lo mejor para México.
@MoisesMolina