Oaxaca de Juárez. Con toda ligereza, Benjamín Rojas Bolaños lanzó acusaciones en contra de Guadalupe Thomas Ruiz, directora de la agencia de noticias Quadratín Oaxaca; del doctor Roberto Molina Hernández, dueño del portal Libertad Oaxaca, y del propietario del periódico Noticias, Ericel Gómez Nucamendi. Señalar sin pruebas no sólo es inaceptable, sino también es inmoral, antiético e ilícito. Por ello, desde el mismo gremio periodístico se deben atajar todos los intentos relacionados con la extorsión, la difamación y la calumnia.
En efecto, desde hace tiempo Benjamín Rojas Bolaños inició una cruzada en contra del entonces Director General de Liconsa, Héctor Pablo Ramírez Puga Levya. Fue evidente desde el inicio, que las acciones legales que emprendió para tratar de desacreditar a Ramírez Puga estaban sustentadas en el diferendo laboral que resultó en su despido como Gerente de esa empresa productiva federal en el estado de Guanajuato. Hasta ahí, ese era un asunto a todas luces personal, y como tal lo tomó la mayoría de los medios que en aquel momento hicieron eco de los señalamientos en contra del Director de Liconsa.
Eso no impidió —porque nadie tendría por qué impedírselo— que Rojas Bolaños continuara intentando generar las condiciones para que los medios tomaran ese asunto, que era personal y de orden laboral entre él y Héctor Pablo Ramírez, como uno de los temas relevantes de la agenda pública en la entidad. Presentó un escrito en las oficinas de la Procuraduría General de la República, y aseguró que en él se contenía una denuncia en contra de su ex empleador.
Y, de hecho, con esa misma salvedad —la relacionada con que ese era un lío personal— algunos medios dieron cuenta de las irregularidades que la Dirección General de Liconsa dijo que había cometido Rojas Bolaños en su desempeño como Gerente de la paraestatal en Guanajuato, y que en apariencia había sido la razón por la que había sido separado del cargo y por el que se decía que se le había iniciado un procedimiento administrativo de responsabilidad.
Lo cierto es que más de un año después, ni se supo de avances en la investigación relacionada con la denuncia que presentó Rojas en PGR, así como tampoco de las posibles consecuencias administrativas que habrían ocurrido de haberse substanciado y comprobado los señalamientos por los que se decía que Rojas había sido cesado de Liconsa. Es decir, el asunto parecía mediática y jurídicamente saldado, y no había quedado en una más de las tantas escaramuzas mediáticas que han protagonizado esos y muchos otros personajes en Oaxaca cuando intentan ventilar sus problemas personales a través de los medios informativos.
¿Por qué revivió este asunto ahora? Evidentemente, porque Héctor Pablo Ramírez intenta ser considerado por el PRI —local y nacional— como una carta importante para las candidaturas al Senado de la República; y porque eso lo vuelve a poner —localmente— en el foco de la atención tanto de la ciudadanía, como de los medios de información, y de la clase política. Al fin, la práctica no es nueva: en ese tipo de casos sólo basta con esperar a que la persona o el tema vuelvan a cobrar relevancia —así sea por otras razones—, para intentar nuevamente montarse en la atención que se está prestando sobre ésta, para tratar de volver a denostarla.
¿Por qué Rojas Bolaños no hablaba hace seis meses en los medios de las denuncias que presentó en contra de Héctor Pablo? Porque aquel seguía siendo Director de Liconsa; y porque en Oaxaca ya nadie resaltaba el hecho de que un oaxaqueño ocupara una responsabilidad importante, en una empresa del Estado mexicano con tanto contacto social, como lo es Liconsa. Esa variable cambió con el nuevo año, y esa es la razón por la que nuevamente Rojas intentó hacerse de la atención con un asunto que, para esos efectos, es antiguo y sobre el que no existe ninguna información o dato novedoso o revelador, más allá de sus propios dichos.
Y LOS MEDIOS, ¿POR QUÉ?
Héctor Pablo Ramírez fue Coordinador de Comunicación Social en el gobierno de Ulises Ruiz; luego, como diputado federal y como Director de Liconsa, entabló relaciones comerciales con algunos de los medios informativos más importantes de la entidad. Igual que todas las personas, así como tiene malquerientes, también tiene a amigos en los medios de comunicación, que lo han apoyado, y a los que seguramente él correspondió con reciprocidad.
El problema, en realidad, no es que existan amistades o relaciones comerciales entre un político y un medio de comunicación. En este caso, tanto las amistades como las relaciones comerciales son evidentes. El problema, en realidad, es que haya otras personas que no comprendan eso, y que por eso mismo pretendan descalificar con ligereza a aquellos —medios, personas, o grupos periodísticos— que o no están de acuerdo con él, o no le creen, o que simplemente no están abiertos —por razones comerciales, de amistad, o incluso de rigor periodístico— a darle voz a quien hace señalamientos, pero carentes de cualquier prueba sólida para sostener sus afirmaciones.
Por eso, en este caso, Benjamín Rojas pretendió fallidamente arremeter en contra de tres integrantes del gremio periodístico. Lo hizo de la misma forma en que intentó atacar a Ramírez Puga: con señalamientos directos, pero carentes de pruebas —o al menos indicios— de refuerzo a sus afirmaciones. Y aun peor: en lugar de argumentar, Rojas se lanzó a atacar y difamar a algunas de las personas que simplemente decidieron no hacer eco de un intento de venganza personal llevada a los medios, ni prestarse a ser vehículo para que otros dirimieran sus problemas personales.
En esa lógica, es claro que entre periodistas y medios de comunicación puede haber diferencias —incluso muchas veces insalvables—, lejanía y, a veces, hasta rupturas abiertas por la discordancia entre intereses, convicciones y proyectos. Sin embargo, más allá de eso resulta inaceptable permitir que un tercero acuse sin ninguna prueba, e intente sostener la aparente legitimidad de sus acciones tratando de abollar la credibilidad, el nombre y la reputación de otros, que viven de eso a través de su trabajo periodístico. Tal es el caso de Rojas Bolaños, que lleva sus intereses a la arena de los asuntos personales en contra de algunos periodistas, y de ahí a la comisión de ilícitos.
INSOSTENIBLE
Al final, en lo particular podemos gozar de la amistad entrañable, o sostener diferencias periodísticas, laborales y quizá hasta personales, con Guadalupe Thomas Ruiz, Roberto Molina Hernández, o Ericel Gómez Nucamendi. Eso resulta irrelevante, porque lo que no podemos permitir es que de manera irresponsable se intente acusar con ligereza a representantes de medios, por alguien que no ha podido sostener sus acusaciones iniciales en contra del ex Director de Liconsa; que tampoco podrá acreditar los señalamientos hechos en contra de nuestros compañeros de gremio; y que finalmente tendrá que responder ante la ley por sus acciones y señalamientos irresponsables.
ortizromeroc@gmail.com
@ortizromeroc