Moisés MOLINA
El combate a la corrupción es, por mucho, el centro de la oferta política de los candidatos y es así porque es la principal demanda de los ciudadanos.
La corrupción es un cáncer que lo ha invadido todo y las honrosas excepciones no hacen verano. Toda la clase política de este país ha construido en el imaginario colectivo la percepción de que la corrupción es nuestro principal problema. Nadie se salva; ni el ciudadano común.
Seguí puntualmente el diálogo (no sé aún si mereció el nombre de debate) que a invitación de mi amiga Nadia Sanabia tuvieron tres mujeres representantes de los candidatos presidenciales en Oaxaca: Mariana Nassar por Meade, Perla Woolrich por Anaya y Maribel Martínez por AMLO.
Sin duda la noche se la llevó Woolrich. Y no precisamente por la contundencia que de ella se esperaba al ser, por mucho, la política más experimentada de las tres.
Acaparó los reflectores cuando recordó su paso por la Secretaría de la Contraloría y develó la razón que yo entendí como determinante para renunciar al cargo que le confiara Gabino Cué.
Recuerdo que su salida de la dependencia se dio así, sin más. Como suceden con quienes no cubren las expectativas y se van por la puerta de atrás. Hoy sabemos por sus propios dichos que la de ella tuvo motivos administrativamente delicados y que hoy tienen delicadas repercusiones políticas y electorales.
Comparto estos motivos en sus propias palabras:
“… a él se debe (se refiere a Salomón Jara) que yo haya renunciado en 2015 a la contraloría (sic) porque se le había encontrado un desfalco en ese momento hasta de 50 millones de pesos. Cuando yo renuncio, ya años después (sic), leo que se le están iniciando procedimientos por más de mil 200 millones de pesos…”.
Me llaman la atención algunas cosas:
¿Hasta donde tomaremos estas delicadas aseveraciones con la normalidad que acostumbramos y que no pasa de la indignación o del enojo que se desahoga en un tuit o en un comentario de facebook?
¿Es que a fuerza de hablar y hablar, escuchar y escuchar de corrupción esta se ha vuelto parte de nuestro anecdotario?
¿Tan acostumbrados estamos a que la corrupción no sea castigada?
Hoy Salomón Jara quiere ser Senador de la República lo cual es grave. Pero recordemos que un año después de ese desfalco del que habla Perla, Salomón fue candidato por MORENA a Gobernador de Oaxaca.
¿Y si, por cualquier circunstancia, hubiese llegado a ser gobernador? Habrá alguien que comente, porque los he leído, que ya es tiempo de que nos roben otros y no los mismos de siempre. Pero afortunadamente son los menos.
¿Por qué Doña Perla nos lo dice hasta ahorita? El cristal con el que la clase política mide sus decisiones es desgraciadamente el de su propio beneficio y tal vez la ex contralora estaba esperando un momento de oportunidad para beneficiarse de una revelación de esa magnitud. Sin embargo le salió mal.
Más le agradeceríamos si retomara, de motu proprio, esos procedimientos a que alude y nos ayudara a llevar a Salomón a la asunción de responsabilidades.
Es licenciada en derecho de formación y sin duda tiene la certeza de que el largo brazo de una responsabilidad jurídica por omisión como funcionaria pública no le alcanzará al presente. Pero le seguirá hasta el final de su carrera política una incalculable responsabilidad ética y política.
Olvidó uno de los mandamientos del abogado: “Tu deber es luchar por el derecho: pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”. Doña Perla no luchó ni siquiera por el Derecho; luchó por la política.
¿Por qué la abogada Woolrich se da un balazo en el pié sabiendo que el talón de Aquiles de su compañero en la primera fórmula son precisamente los señalamientos de corrupción que de él han hecho desde Benjamín Rojas Bolaños con sendas denuncias ante la PGR respecto de su gestión al frente de LICONSA y Javier Corral hace algunos años en tribuna como Senador de la República respecto del beneficio personal que tuvo como Coordinador de Comunicación Social en el gobierno de Ulises Ruiz, autoasignándose 56 millones de pesos para su periódico “Extra de Oaxaca”.
El 23 de abril Héctor Pablo presumió ante los medios el haber sido el primero de los candidatos en firmar “Los Compromisos Por el Combate a la Corrupción” a invitación del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal de Combate a la Corrupción.
Respetuosamente creo que dicho consejo debió haber restringido la invitación solo a quienes tuvieran la calidad moral o, al menos, cambiar la dinámica de un acto publicitario de protocolo y pasarela en un foro donde los cuestionamientos dieran razón de ser a la existencia de dicho cuerpo colegiado.
Héctor Pablo quiso purificarse y terminó embarrando al consejo que quiso, en honor a la pluralidad y la apertura, hacerle un favor a nuestro sistema de rendición de cuentas y castigo a los corruptos.
Flaco favor.
A diario recibo, en mis espacios virtuales, la visita de mucha gente cuyos mensajes son de indignación, de hartazgo, de antipatía hacia una clase política que representan la inmensa mayoría de actores que ayer nos robaron y que hoy piden nuestro voto.
Hay que vigilarles, seguirlos, asediarlos, cuestionarles, exigirles y condicionarles. Que nuestro voto sea razonado y una buena manera de iniciar el raciocinio, más allá de lo anecdótico, es valorando quién ha robado y quién no. Quién miente y quién no.
@MoisesMolina