La historia migratoria desde Lennon hasta Trump

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Alex Hernández

Existe una foto icónica de John Lennon posando a los pies de la estatua de la libertad realizando la V de victoria con su mano derecha. La imagen carece de un sentido definido, podría ser la de un turista cualquiera modelando frente a una de las figuras emblemáticas de la nación norteamericana, esto a menos que tu nombre sea Richard Nixon, quien seguramente su consiente capturó la provocación del que un par de años atrás fuese un enemigo declarado embarrándole en la cara un solo mensaje: Soy legalmente un ciudadano estadounidense.

A inicios de los años setenta, posterior a la desintegración del cuarteto de Liverpool, Lennon decidió residir junto a su esposa, Yoko Ono, en Nueva York; decisión tomada debido al cariño que tenía sobre la ciudad, recordando sus años mozos como integrante de los  Beatles, así como la influencia musical que tenía sobre el mismo Lennon. De sobra sabemos que el ex Beatle era luchador incansable en contra de la Guerra de Vietnam, algo que para el entonces presidente de la nación, Richard Nixon, no le causaba ninguna gracia, mucho menos en plena campaña de reelección y posterior al famoso escándalo de “Watergate”. Ante esto, el gobierno de Nixon decretó persona no grata a John Lennon dándole seis días para abandonar el país, con el argumento de ser una figura peligrosa para Estados Unidos después que, en 1968, se le hallara en su posesión, resina de marihuana en la ciudad de Londres, Inglaterra. El camino fue un tanto cansado, pero después de dos años de batallas en los juzgados, Lennon conseguiría su anhelada residencia permanente para radicar en la ciudad que había decidido para vivir.

La historia norteamericana da muestras claras que el tema de inmigración ha sido politizado en repetidas ocasiones para alcanzar objetivos más oscuros o estúpidos, según el ojo con el que se mire. Ante esto, el asunto ha tomado de nueva cuenta las portadas de los diarios más importantes del mundo, solo que a diferencia de los años setenta, hoy no es una estrella representativa de la música, sino el caso de 2300 menores ilegales que fueron separados de sus familias. En una imagen controversial, se observa un grupo de niñas y niños dentro de lo que pareciera una jaula, escuchándose profundos llantos que sólo se detienen para preguntar
“Mamá ¿Dóndes estás?”.

Ante la imagen que le dio la vuelta al mundo, a Donald Trump no le quedó más que realizar un decreto que frenara la separación de las familias migrantes, tal vez acosado por el escarnio público o sólo como la siguiente jugada de su famosa “tolerancia cero” ante la inmigración ilegal. El documento permite que los infantes crucen la frontera con sus padres indocumentados y se queden junto a ellos dentro de centros de detención de inmigrantes. Sin embargo, dicho decreto ejecutivo no da marcha atrás a la criminalización de cualquiera que entre de manera ilegal a los Estados Unidos y no soluciona el estado en el que se encuentran los menores ya separados de sus familias, esto debido a que, en palabras del mismo Trump, es complicado conocer aún el paradero de los padres de cada uno de estos 2300 infantes apartados de su familias.

El panorama parece recrudecerse ante la negativa del gobernante estadounidense para poner alto a esta cacería de brujas, con la cual sólo intenta acreditar su tambaleante mandato y sus terribles decisiones con lo único que puede: el discurso xenófobo que lo hizo ganar las elecciones del 2016. Porque ante tremenda impopularidad por parte de sus conciudadanos, la terquedad hacia la imagen que mostró desde un inicio pareciera ser su único aliado, esto tomando en cuenta que la mitad de su bancada ya ni siquiera aprueba la totalidad de sus decisiones.

Ahora lanza la “bolita” a la Suprema Corte, dictaminando que la culpa de imágenes como la de los niños migrantes enjaulados se debe a la endeble mano de esta instancia para determinar reformas migratorias que impidan la llegada de ilegales, así como el renuente respaldo que se le da a su política sobre el muro fronterizo, intentando achacar los males sobre esta coyuntura a cualquier otro, menos él mismo. El futuro sólo le dará la razón o la enseñanza a Trump, quien empecinado por legitimar su gobierno, ha sido falible en cada una de su toma de decisiones, algo increíble para un negociador del calibre de Trump, pero un novato en lo que a la administración pública respecta. Parece ser que el tema migratorio suele ser la carnada perfecta para la negociación en otros aspectos, teniendo un TLCAN al borde de la extinción y una negativa del gobierno mexicano para pagar por el ridículo muro que intentan imponer.

El gobierno de Trump quiere tomar represalias con cualquiera que sobaje su administración y que lo ponga en jaque, tal vez como instinto de supervivencia o como las últimas patadas de ahogado de un mandato que merecería algo más que el destierro terminando su gestión, recordando que por la portación de resina de cannabis en otra país fue declaro peligro para la nación un personaje que realizó mucho más en pro de un país que no era el suyo, y mucho menos daño que un gobernante que hasta hoy sólo ha causado la vergüenza de más de un ciudadano norteamericano debido a acciones que conllevan separar niñas y niños de otra nacionalidad que lo único que le ruegan a sus padres antes de ser apartados de ellos es: “Quédate conmigo, quédate conmigo”.