El País.
Ciudad de México. Más allá de María Félix (Sonora, 1914), la gran actriz mexicana, se erige el mito, el personaje. El que salió de las películas y acabó transformando a la joven María de la ciudad de Álamos en La Doña, una figura eterna y venerada, un torbellino de pasiones que cautivó a Agustín Lara, Jorge Negrete o Diego Rivera entre otros. Sin embargo, María Félix nunca encontró un amor tan puro e intenso como el que tuvo con su hermano Pablo, quien murió cuando era joven.
“Al verlo de militar pensé en buscarme un muchacho como él que tuviera su piel y sus ojos pero que no fuera mi hermano. Era una tontería porque el perfume del incesto no lo tiene otro amor”, respondía magnética María Félix a Enrique Krauze en sus memorias Todas mis guerras (1994).
En su cabeza y sus palabras siempre estaba Pablo, al que la actriz describía como “un dios de guapo: moreno, con el pelo rubio veteado por el sol y un lunar junto a la boca idéntico al mío”. Con él brotó en María “el despertar de la adolescencia, una flor que se abre y donde el afecto brota del modo más natural”. Sus palabras pese al paso del tiempo siguen rodeadas de misterio. Repletas de erotismo, fuerza y rabia. “Le decíamos El Gato porque tenía los ojos muy claros, casi amarillos. Cantaba y tocaba la guitarra como los mismísimos ángeles”, decía la actriz a Enrique Krauze.
“Para investigar la verdad es preciso dudar de todas las cosas”, dice Martha Zamora, quien tardó 11 meses en encontrar la prueba que confirmara sus sospechas: el acta de defunción del joven. “Cadete del Colegio Militar de 24 años, muerto el 26 de diciembre de 1937 por herida de proyectil de arma de fuego”, se lee en el documento. “La causa de la muerte en el acta era poco precisa. No especifica dónde recibió el disparo. Si la herida de bala fuera en la sien, así se hubiera especificado”, relata Zamora, quién empezó a sospechar del misterio que envolvía esta muerte y que en la actualidad sigue guardándose con celo. Pese a las solicitudes de información de la escritora, el Ejército mexicano no ha ofrecido ninguna respuesta, argumentando que no pueden proporcionar esa información.
Separados por su familia por miedo a una relación incestuosa cuando la actriz era muy joven, ella con 15 años y José Pablo con 17, nunca dejaron de quererse. “Mi madre se dio cuenta de que mis relaciones con Pablo no eran como las de todos mis hermanos y nos comenzó a separar. No podía estar mucho tiempo cerca de él, sentarme en sus piernas o treparme a su espalda porque ella se ponía furiosa. Los juegos que habían sido naturales en nuestra niñez ya no le gustaban”, contaba María Félix a Krauze. La actriz nunca aceptó la versión del suicidio y siguió afirmando que a su hermano le habían matado. En ese momento ella ya estaba casada, tenía un hijo y había comenzado a divorciarse de su primer marido, Enrique Álvarez.
Un golpe en el ojo y un disparo en el pecho
Martha Zamora se dio cuenta que el informe forense arrojaba mucha más información que el acta de defunción del muchacho. El médico forense lo describió como un “homicidio”, algo que omitieron en el acta de defunción. El papel dice además que José Pablo tenía un golpe en un ojo y un disparo en el pecho a corta distancia, “lo que induce a asumir que el agresor era una persona conocida de la víctima”, explica Zamora. Pese a las evidencias demostradas por el Ministerio Público, el procurador de justicia en el Distrito y Territorios Federales (equivalente al Fiscal General del país) ordenó que no se le realizara la autopsia al cadáver. “Fue solicitado por un alto personaje del Gobierno y el cadáver se llevó al Hospital Militar, según lo que dice un artículo de prensa esa misma noche, sin firma. De ahí, a enterrarlo”, detalla la escritora, quien desmiente con su investigación cómo se había contado la muerte de Pablo Félix hasta ahora. Entre ellas, la versión de Sergio Almazán autor de la novela biográfica de la actriz Acuérdate María (2014), que sostienen que el joven se suicidó.
“Llama la atención la premura con que se llevó a cabo todo el trámite, su entierro inmediato pese a la muerte por herida de arma de fuego”, dice Zamora. “Al no tener examen postmorten no conocemos la trayectoria de la bala ni su calibre. No se hizo examen de pólvora en sus manos, ni se sabe si el cuerpo se movió de lugar, nada que aclare lo que sucedió. Las fotografías tomadas en el levantamiento del cadáver no están en el expediente”, analiza la escritora.
Enterrado en una fosa común al día siguiente
El cadáver de José Pablo apareció en el depósito del Escuadrón de Cadetes, un lugar poco transitado del Colegio Militar, en un momento en el que la escuela estaba prácticamente vacía por tratarse de las vacaciones de fin de año.
La escritora sospecha que igual que alguien aceleró el entierro de Pablo, también se encargó de enviar una versión “fabricada” de lo sucedido al periódico más importante de México. El artículo que publicó el Excélsior daba más detalles que el propio forense: “Se privó de la vida el cadete P. Félix Güereñas. No dejó ninguna carta (…) por lo que el móvil que lo impulsó a matarse está en el misterio”, dice el artículo. “Algunos compañeros dicen que aunque se le veía con mujeres, sabían bien que de ninguna de ellas estaba enamorado y para él constituían amoríos pasajeros, por lo que no consideran que se trate de una decepción amorosa”.
“El periódico dice que Pablo tenía 21 años, en realidad tenía 24. También cuenta el tipo de arma que fue utilizada y que esta se encontraba junto al cadáver, sin embargo el Ministerio Público nunca documentó tal cosa”, replica Martha Zamora mientras enumera las inconsistencias del caso.
Por último, el lugar donde fue enterrado el hermano de María Félix fue una fosa perteneciente al Gobierno de la Ciudad de México en el Panteón Sanctórum cerca de Toreo y la Calzada México Tacuba. Del lugar donde reposa Pablo y el Panteón Francés de San Joaquín, donde está la capilla de la familia Félix, hay solo una tapia que les separa. “Ella enterró ahí a sus padres y a su hijo pero, aunque declaraba no haber dejado de pensar nunca en el hermano, aparentemente no visitó su tumba”, cuenta Zamora. Pese a todo estaba muy cerca del resto de la familia. “Probablemente no se pudo lograr la exhumación del cadáver de Pablo debido a que la familia Félix no contaba con documentos de propiedad de la fosa”, argumenta la autora de la investigación.
“Comprobamos que La Doña tenía parte de razón: lo asesinaron, a quemarropa, perforándole el corazón”, dice Martha Zamora. María siempre supo que El Gato no se suicidó. Le habían arrebatado a su primer amor y así lo decía cada vez que le preguntaban, fría y dura como era. Desde entonces no volvió a ser la misma. Creció más herida, orgullosa y altiva hasta convertirse en una estrella. Jamás se doblegó pero después de lo de Pablo su corazón también quedó perforado. María Félix murió con dos incógnitas sin resolver: ¿quién mató a su hermano?, y ¿por qué lo ocultaron?