La X en la frente: ALITO, EL PROYECTO

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Moisés MOLINA

En un esclarecedor artículo publicado ayer en el New York Times, Carlos Bravo teoriza reproduciendo al padre del utilitarismo Jeremy Bentham: “La oposición, con todos sus esfuerzos, lejos de causarle daño a la autoridad puede ayudarle… El gobierno puede estar mucho más seguro del éxito general de una medida y de su aprobación pública, luego de que esta ha sido discutida por todos los partidos con la nación como testigo”.

El texto se titula “¿Por qué López Obrador necesita oposición?” y es el referente más exacto y puntual que yo he encontrado para argumentar nuestra idea (quienes la compartimos) de que todo régimen político necesita de una oposición responsable que funcione, como nunca lo ha hecho en México, haciendo contrapeso que construya, que aporte, que enriquezca y no solo que busque el beneficio recíproco traducido en el binomio “estabilidad política – privilegios de poder intactos”.

https://www.nytimes.com/es/2018/08/08/opinion-mexico-lopez-obrador-oposicion/

 

Visto lo acontecido desde que Meade y Anaya reconocieron su triunfo, si alguna frase me pidieran para retratar de cuerpo entero a Andrés Manuel respecto de su futuro estilo personal de gobernar, esa frase sería: “lo hago porque quiero y porque puedo”. Aún no es Presidente Constitucional y ya lo está demostrando.

Y en efecto, habrán muchas cosas que podrá hacer en el mapa que nos dejó el huracán del primer domingo de julio. Pero algunas otras no.

Primero fue el gobernador electo de Jalisco, Enrique Alfaro quien en 25 tuits le hizo saber que su idea de imponer a un coordinador general de los programas federales por estado, en Jalisco no iba a prosperar.

Ayer mismo Alejandro Moreno Cárdenas en el mensaje con motivo de su tercer informe de gobierno, ante un auditorio con preponderancia de presencia joven fue más allá… mucho más allá.

En medio de un estruendoso y prolongado aplauso le envió a AMLO el mensaje de que “ningún orden de gobierno es jefe de otro orden de gobierno y por consiguiente ninguna figura federal puede convertirse en autoridad intermedia entre el gobierno federal y los gobiernos estatales”;

Que “del tamaño de la amabilidad federal será la amabilidad estatal” ;

Que “tenemos los tamaños suficientes para los escenarios que requieran de toda nuestra firmeza y de todo nuestro carácter”. Su comunicación no verbal también lo decía.

Al mismo tiempo le dejó, limpia y clara, una “sugerencia”: “pasar del federalismo político al federalismo económico”, es  decir, más recursos para los estado y los municipios.

Alito habló en nombre de varios gobernadores, incluidos los ahí presentes. Y no se detuvo ahí.

Habló del futuro y de un horizonte. Ese horizonte para él es hoy “todo México”.

Por supuesto que hablaba del PRI. Lanzó un llamado, una amplia convocatoria a los priistas y no priistas que no comulgan con López Obrador, “a los líderes locales y regionales” para construir desde el PRI la necesaria y saludable oposición.

Anunciaba la asunción de un nuevo liderazgo nacional ante el vacío que ahora priva en el PRI y que poco tiene que ver con carteras en su comité ejecutivo nacional.

Y es que al mismo tiempo que la necesidad de conducción política certera, al PRI le urge el reencuentro con su mística y ese reencuentro en el actual escenario de catástrofe y desolación tiene que comenzar por un líder, por un caudillo.

Guste o no, el PRI necesita mística; un discurso que convenza y un ejemplo que arrastre.

Juventud, ímpetu, claridad de pensamiento, carrera de partido, carisma y ascendiente entre la clase política son las cualidades que el nuevo rostro del PRI pide a gritos.

En lo personal creo que Alejandro Moreno puede seguir navegando con esa buena estrella que no le abandona.

Frente a él solo está por el momento Ulises Ruiz.

No hay punto de comparación.

Es la lid de un joven con poder, con estrella, con equipo y con altura de miras contra un desgastado embajador del priismo perdedor.

Vale la pena ver y escuchar el mensaje del joven gobernador. A partir de la hora con tres minutos y hasta el final es un elocuente mensaje que no tiene desperdicio.

Si se le hace pasar al PRI bajo el tamiz de un análisis político serio y desapasionado, dos palabras resumirían la prescripción médica: pragmatismo y urgencia.

No había tiempo que perder y Alito ha entrado pisando fuerte a llenar el vacío.

Esa es la percepción más o menos generalizada.

Ahí, como testigos del mensaje estaban el secretario Enrique de la Madrid (cuyo activismo político es visible) y los gobernadores Alfredo del Mazo del Estado de México, Manuel Velasco de Chiapas, Silvano Aureoles de Michoacán,  Marco Mena de Tlaxcala, así como el constitucional y el electo de Yucatán Rolando Zapata y Mauricio Vila. Priistas y no priistas.

Mención especial tuvo Carlos Joaquín de Quintana Roo, el último verdugo de Ulises Ruiz.

También llegaron el futuro coordinador de los senadores del PRI Miguel Ángel Osorio Chong, el próximo coordinador de los diputados federales tricolores René Juárez Cisneros, la presidenta nacional del PRI Claudia Ruiz Massieu, el líder de la CTM Carlos Aceves del Olmo y José Ramón Martell.

Y discreto, pero omnipresente ahí estaba también el presidente de la Fundación Colosio, José Murat.

La periodista Isabel Arvide describió la ceremonia del informe en un tuit: “al estilo de José Murat”.

Habiéndolo escuchado, yo diría que el mensaje político también: al estilo de José Murat.

Y es que lo que se ve no se juzga. Una de las más grandes virtudes de Alito es que sabe escuchar y nunca ha tenido empacho en dejarse ver públicamente con el geromeño. El alumno y el maestro.

El 11 de enero de 2013 escribí un artículo titulado: “Murat: ave de tempestades”. Esas páginas no tienen una sola arruga.

Murat logró construir el pacto legislativo que le dio empuje inicial y establidad al gobierno de Peña. No es de extrañar que hoy traiga una nueva tempestad bajo sus alas.

Siempre preciso, siempre con su reloj en la mano, siempre varios pasos adelante, José Murat nuevamente gana la partida y sabe en qué terminará esta historia, pero nos tendrá en suspenso.

Independientemente de lo que ocurra, lo mejor que le puede pasar a nuestro país es el surgimiento de esa oposición Benthamiana que vigile, que pida cuentas, que sea un real contrapeso, que proponga y que construya.