Trump estalla en ira y ordena buscar al traidor en su gabinete

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La Jornada.

Ciudad de México. Nueva York. El presidente estalló y furioso exigió la entrega del traidor a su régimen, mientras integrantes de su gabinete y otros funcionarios se vieron obligados a negar que eran el alto funcionario anónimo del gobierno que publicó un artículo de opinión identificándose como parte de una resistencia dentro de la Casa Blanca para proteger al país de Trump, provocando con ello comparaciones con Watergate y hasta pronósticos de una crisis constitucional.

El vicepresidente Mike Pence; el secretario de Defensa, Jim Mattis; el secretario de Estado, Mike Pompeo; el director de Inteligencia Nacional, Dan Coats; la secretaria de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen; el procurador general, Jeff Sessions; el secretario de Vivienda, Ben Carson; el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin; el secretario de Energía, Rick Perry; el representante de comercio, Robert Lighthizer, y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley, entre otros altos funcionarios, negaron la autoría del artículo, que obviamente ha sacudido al gobierno a sus máximos niveles.

El hecho de que fuera necesario negar ser el autor subraya el nivel de desconfianza y paranoia presidencial que ha marcado este gobierno, así como el hecho de qué tan larga es la lista de posibles autores.

El artículo de opinión publicado por el New York Times el miércoles detalla las acciones de muchos dentro del régimen que, mientras apoyan las políticas de este gobierno, ven como acto patriótico frenar los peores impulsos de un presidente amoralpara proteger al país.

Trump estalló en furia al leer el artículo, según medios, llamó a amigos para especular sobre quién sería el autor y ordenó a sus asesores desenmascararlo; de acuerdo con una fuente, hay una lista de unos 12 sospechosos. La noche del miércoles, el mandatario denunció la decisión del New York Times y sugirió en un tuit que el artículo era traición y exigió al rotativo: por razones de seguridad nacional, entreguénlo/la al gobierno de inmediato.

Esta mañana, Trump tuiteó: el Estado profundo y la izquierda, y su vehículo, los medios de noticias falsas, están enloqueciendo y no saben qué hacer, regresando a su acusación de siempre acerca de un complot interno contra su régimen.

La vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, criticó la obsesión loca de los medios por descubrir la identidad del cobarde que escribió el artículo (ayer lo apremió a renunciar) y que los periodistas, al buscar al responsable estaban manchando las reputaciones de miles de estadunidenses que trabajan para el gobierno de Trump.

Mientras tanto, el juego de escondite ocupó a todo Washington con múltiples especulaciones sobre la identidad del autor. Algunos estudian la formulación de las frases en el artículo para detectar al responsable, otros armaron argumentos de por qué podría ser uno u otro integrante del gabinete. Por ejemplo, algunos sospechan que es el vicepresidente Pence, ya que es considerado la ficha de los hermanos Koch, los poderosos multimillonarios republicanos conservadores que tienen masiva influencia en el ámbito republicano y que siempre han despreciado a Trump; además, Pence sería presidente en caso de que su jefe renuncie o sea destituido. Otros insisten en que tiene que ser Mattis, sobre todo porque corren ya rumores de que será el próximo en salir del gabinete; otros más creen que podría ser Sessions, a quien Trump ha humillado repetidamente. La lista es larga.

El otro hecho que está sacudiendo a Washington, y sobre todo a la Casa Blanca, es que esta es una pugna entre y por republicanos; proviene de adentro y por promotores de la agenda política impulsada por el presidente, según el autor. El problema no son las políticas, es el personaje, argumentó.

Para la oposición, esto es un regalo. Este jueves, la prominente senadora demócrata liberal (y posible precandidata presidencial) Elizabeth Warren, respondiendo al artículo, comentó a la cadena CNN que si altos funcionarios del gobierno creen que el presidente de Estados Unidos no es capaz de hacer su trabajo, entonces deberían invocar la Enmienda 25, explicando que la Constitución establece un procedimiento para destituirlo, si el vicepresidente y el gabinete consideran que no puede cumplir con sus responsabilidades.

John Brennan, el ex jefe de la CIA y feroz crítico de Trump (cuya autorización al acceso a información en materia de seguridad fue anulada por Trump), comentó a NBC News que el artículo es una insubordinación activa que nace de la lealtad al país. Más aún, al igual que otros, subrayó que es muestra de un régimen en el cual los funcionarios no están obedeciendo las órdenes de su jefe, algo que resulta insostenible.

Algunos republicanos, como el estratega David Frum, coinciden en señalar que un grupo de altos funcionarios desobedeciendo al presidente es nada menos que una crisis constitucional.

Al mismo tiempo, estalló un debate sobre si la decisión casi sin precedente del Times de publicar un artículo de opinión de un autor anónimo era periodísticamente ético. El rotativo abrió un debate entre el editor de las páginas de opinión y el público sobre el tema, y este jueves defendió la decisión, insistiendo en que el artículo es suficientemente importante como para hacer esta excepción.

Pero algunos de sus propios reporteros preguntaron si ahora era su tarea descubrir la identidad del autor, la cual está protegida por sus colegas en la parte de opinión del periódico (en el Times, la sección de opinión opera de manera independiente de la redacción).

Ante todo esto, algunos señalaron que las expresiones de paranoia y amenazas del presidente se acercan cada vez más a las del presidente Richard Nixon en sus últimos días, quien al culminar el escándalo Watergate veía enemigos en todos lugares y se quejaba –igual que Trump– de que no podía confiar en nadie más allá de su familia.

Tal vez no es coincidencia que todo esto estalló la misma semana en que se difundieron extractos del nuevo libro de Bob Woodward, Fear, que detalla los esfuerzos de los más altos funcionarios de Trump para frenar sus impulsos más peligrosos, logrando en efecto un golpe de Estado administrativo. Escribió que esto es una crisis nerviosa del Poder Ejecutivo del país más poderoso del mundo. Woodward fue parte del famoso dúo de periodistas que detonó el escándalo que culminó con el fin de un presidente: Watergate.