Excelsior.
La vejez no es una edad para reír”, afirma tajante el pintor Francisco Toledo; “además, ya no hay dientes, sólo dolores físicos”. Quien es considerado uno de los mayores artistas vivos de México lamenta que a sus 78 años ya no pueda correr, brincar ni subirse a un árbol.
Me acuesto y me levanto adolorido. Mi espalda protesta si trabajo mucho tiempo; si estoy sentado igual, parado, acostado. La vejez implica muchas incomodidades. Ya no soporta el cuerpo”, añade vía telefónica desde Oaxaca el creador de un universo fantástico en el que cohabitan, con las mismas pasiones, humanos y animales.
En entrevista, el pintor, escultor, ceramista y dibujante explica que, por todos estos cambios físicos y anímicos, ha decidido plasmar diversos autorretratos de su ancianidad, como lo hizo durante su juventud y edad adulta, para “seguir registrando mis transformaciones”.
El también activista, ambientalista, promotor cultural y filántropo cuenta que hizo su primer autorretrato a los 16 años de edad, pero que ya perdió la cuenta de cuántos se ha hecho durante sus 60 años de trayectoria creativa.
Recuerdo que pinté uno de mis primeros autorretratos en la tapa de un libro, porque no teníamos telas y arrancamos la tapa. Lo tracé con óleo directamente, sin siquiera preparar el cartón y milagrosamente se ha mantenido, pues debió haberse caído desde hace muchos años. Yo era un señor sin bigote, sin barba y con la cara más flaca”, evoca.
El artista señala que con la edad se transforma la cara y el cuerpo. “Los autorretratos de 1957 o 1958 son diferentes de los recientes y de los que hice cuando estaba en París. Hoy tengo menos pelo, más canas, barba y bigote blancos, y muchas arrugas”.
Toledo reconoce que la vejez no sólo trae consigo dolores físicos. “También es el tiempo de rememorar qué pasó con tu vida, la infancia, los viajes que se hicieron, el descubrimiento de la pintura, los museos, las amigas y amigos, a quienes ya se murieron”.
Estos recuerdos encienden los diversos rostros de Toledo representados en los 54 autorretratos, confeccionados entre 2017 y 2018, que integran la exposición Naa Pia’ (Yo mismo), que se inaugurará este sábado, a las 12:00 horas, en la Galería Juan Martín.
La iniciativa se exhibió por primera vez en mayo de 2017 en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), que el artista fundó en 1988, y ese mismo año viajó a Los Ángeles, California. Ahora regresa a la Ciudad de México con piezas nuevas plasmadas en técnicas como óleo sobre madera, mixta y escultura.
La muestra —cuyo título en zapoteco el pintor traduce como “yo, el que soy, me estoy mostrando o representando yo mismo”— incluye obras que evidencian la evolución que ha tenido en el uso de la hoja de oro y de plata, que sigue apareciendo en sus piezas. “En los años 60 empecé a usar en París la hoja de plata como fondo y lo sigo haciendo con los últimos retratos”.
Confiesa que el detonante para dedicar esta serie a la senectud fue un autorretrato del pintor y grabador neerlandés Rembrandt van Rijn (1606-1669) —en el que se veía viejo, desdentado, con un trapo amarrado a la cabeza, tal vez ya calvo, riendo ante un espejo—, que vio en un museo de Colonia. “La obra me sorprendió, me intrigó de qué se reía el personaje. Yo tenía 21 años y quién diría que años después me vería en aquel espejo”, dice.
Toledo se ha pintado, con el toque irreverente y transgresor que lo caracteriza, como un insecto, un niño, un cangrejo o un esclavo negro. “El autorretrato está entre la verdad y la no verdad. Unas caras que hago se parecen a mí y otras no. Lo interesante es lo que hay detrás de las imágenes”, comenta.
Y, a propósito de por qué se representa como un esclavo negro, el creador juchiteco admite que hace poco su familia y él se hicieron el examen de ADN. “Nuestra saliva viajó hasta no sé dónde para saber qué tanto de negros, indios o de blancos tenemos. Hay entre 10 y 15 por ciento de negros. De hecho, mucha gente de Oaxaca y de la costa tiene una mezcla fuerte de sangre africana y oriental. En nosotros domina más la sangre india. Confirmé lo que ya sabía, por los rasgos de ciertos familiares”, indica.
Al artista le preocupa el futuro de los hombres de raza negra. “Me sentía obligado a hacer un recordatorio de lo que sucedió con esta gente que vino a crear con su sangre otro tipo de cultura. Han tenido una presencia escondida, a muchas personas les da pena saber que tenemos esta sangre. En México, creo que aparte del gran racismo que existe hacia los indios, hacia los negros es mayor”, lamenta.
Quien se ha definido como un “saltimbanqui de la gráfica” o un “migrante eterno” rechaza que haya sabiduría en la vejez. “Uno comete los mismos errores de siempre. No me veo aconsejando a los jóvenes. Creo que mis consejos no servirían de mucho”.
Y niega también las certezas. “En la pintura nunca hay certezas, pues siempre estás buscando, observando, quieres cambiar, usar un nuevo material o ya te aburres. Claro que se aprenden mañas, pero con mañas no se va muy lejos. La única certeza es que te vas a ir al hoyo”.
Toledo ha dejado atrás las convicciones políticas y el nuevo panorama no le entusiasma. “No sé qué tanto se pueda cambiar al país, por lo mal que está. Vamos a ver qué pasa después del primero de diciembre. A ver qué tan fácil o difícil es hacer lo que se ha prometido”, concluye.