Oaxaca de Juárez. Poco más de la mitad de los menores de 18 años que viven en México, un total de 20.7 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, se encuentran en situación de pobreza. De ellos, 3.6 millones están en situación de pobreza extrema y el resto, en situación de pobreza moderada, según los últimos datos de 2016 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL)[1]. Con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, que se celebra el 17 de octubre, Save the Children recuerda que la pobreza tiene un impacto psicológico, social y cognitivo en los menores de edad.
“Las niñas, niños y adolescentes son el grupo de edad más afectado por la pobreza en México, ya que más de la mitad vive en estas condiciones, lo que les impide el ejercicio de sus derechos básicos a la salud, alimentación, educación, vivienda y protección social”, afirma Nancy Ramírez, Directora de Incidencia Política de Save the Children en México.
La pobreza extrema entre niñas, niños y adolescentes disminuyó de 14.0% a 11.5% entre 2010 y 2014. Sin embargo, la pobreza general apenas varió en el mismo periodo, llegando a un 53.9% en 2014, frente a un 53.7% en 2010. En total, de los 40 millones de menores de 18 años que vivían en México en 2014, poco más de la mitad estaba en situación de pobreza, una cifra similar a la de 2016[2].
En el informe VOCES[3], de Save the Children, se consultó a 3,133 niñas, niños y adolescentes de 13 entidades del país[4] qué pensaban al escuchar la palabra pobreza. La mayoría se refirieron a la mala situación económica (40%), junto con falta de comida (22%), malas condiciones de vida (22%) y falta de hogar o vivienda en malas condiciones (20%).
“Al escuchar la palabra pobreza, pienso en lo que está ocurriendo en México y en otros lugares. Es triste saber que hay personas que están pasando por una realidad de tanta escasez, tanto de alimentos, como de trabajo”, explica una adolescente de 15 años, de Chiapas. “Pienso en qué es ser pobre: no tienes dinero, a veces no comes, no tienes nada. Me siento triste cuando lo escucho”, responde una niña de 9 años, de Yucatán.
La pobreza tiene repercusiones importantes en la salud, el aprendizaje y la productividad de las niñas, niños y adolescentes. Si no se rompe, el ciclo de la pobreza se reproduce generación tras generación. Es necesario mejorar los sistemas de recolección de datos para asegurar que los niños y niñas más vulnerables (en situación de calle o en comunidades de difícil acceso) estén incluidos en estas mediciones, además de garantizar que existan indicadores para medir los progresos en la disminución de la pobreza infantil.
Estos indicadores deben estar enfocados en la niñez para conocer su evolución y destinar los recursos y esfuerzos necesarios para mejorar esta realidad. Erradicar la pobreza infantil exige identificar las necesidades para afrontarlas y lograr progresos que mejoren la calidad de vida de las niñas, niños y adolescentes. “Para lograr una verdadera transformación, hacia un país próspero y equitativo, tenemos que comenzar por asegurar que ninguna niña o niño sufra los devastadores efectos que la pobreza tiene en sus oportunidades de supervivencia y desarrollo”, concluyó Nancy Ramírez.