La Jornada
Ciudad de México. Ninguna otra ciudad tiene una explosión de la gráfica como la tierra oaxaqueña, observa la curadora Deborah Caplow, quien preparó dos exposiciones para conmemorar el 30 aniversario del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), fundado por Francisco Toledo.
Las obras de grandes maestros y artistas emergentes se exhiben desde hoy en el Museo Nacional de la Estampa (Munae); es un abanico de diversidad de esa técnica tan representativa de la entidad.
Cocodrilos por doquier, muchos otros animales, perfiles indígenas, el imaginario de la oralidad y tradiciones, paisajes y reclamos sociales están plasmados con tinta en más de 200 obras de artistas oaxaqueños, desde lo figurativo hasta lo abstracto. Las técnicas son varias sobre materiales como papel, petates, jícaras y hasta una guitarra.
Rufino Tamayo, Rodolfo Morales y Sergio Hernández figuran entre 14 reconocidos creadores en la exposición Maestros oaxaqueños: celebrando 30 años del IAGO. En la planta baja unos cocodrilos besucones, con casas que se mecen sobre una hamaca, han sido colocados. Son grabados que Toledo hizo con motivo de los sismos de 2017, uno de los cuales afectó severamente Juchitán, ciudad natal del pintor.
Piezas impactantes
‘‘Hijos del IAGO” se ha llamado a una generación de jóvenes que acuden al espacio cultural en la capital oaxaqueña con una de las mejores bibliotecas especializadas en arte. Esta onda expansiva fue celebrada a finales del año pasado en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), donde se montó la muestra El arte gráfico contemporáneo en Oaxaca: IAGO XXX aniversario, donde se reflejan las raíces indígenas y precolombinas con sentido posmoderno o hasta la cultura urbana punk junto a palabras en lengua mixe.
En el vestíbulo del recinto ubicado en la Plaza de la Santa Veracruz, Emilio Payán, director del Munae, recibió a la prensa para un recorrido por las exposiciones antes de su apertura hoy a las 13 horas. Ese espacio se ha vestido con ‘‘piezas impactantes” en formatos amplios, con la representación del maíz o una imagen contra el asesinato de periodistas, el colorido de San Pablo Huitzo o el Valle del Yagul.
Los papalotes de Francisco Toledo con los rostros de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, desaparecidos en Iguala, cuelgan como un cardumen en el aire. En el muro, debajo, está la imagen de un inmigrante adolescente, cuyo sufrimiento en Los Ángeles quedó plasmado entre las líneas rojas y azules de la bandera de Es-tados Unidos. Esta área, en el segundo piso, se ha dedicado a expresar inquietudes políticas y ambientales como el maíz transgénico.
Tan sólo la obra de 17 mujeres ha sido seleccionada entre el centenar de exponentes. ‘‘Son pocas”, admite Deborah Caplow y estima que es una proporción real de la participación del género en el arte de la estampa, aunque celebra que cada vez se incrementa.
Así como en las calles de la capital de Oaxaca hay imágenes que toman los muros, la expresiónurbana también se apropia de los del Munae, con instalaciones in situ de varios colectivos con obras de esténcil junto a frases del periodista y escritor Eduardo Galeano (1940-2015).
La mirada encuentra al subir la escalera principal a una niña con mariposas; esta pieza es una reflexión sobre el fenómeno migratorio. Zapata, machetes y calaveras hacen protesta social, por ejemplo. También hay obras creadas en un taller de una penitenciaría. Unos pasos más adelante, dice la curadora, ‘‘esta pared es muy poética”, con arbolados horizontes nebulosos.
Las dos exposiciones oaxaqueñas estarán de visita en la Ciudad de México hasta el 14 de julio en el museo ubicado en avenida Hidalgo 39, en el Centro Histórico, frente a la Alameda.