La Jornada
Como banderillas de fuego,Boaventura de Sousa Santos, doctor en sociología por la Universidad Yale, pone en lo más alto de la política regional la enormeresponsabilidad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador con América Latina porque advierte: Si México se va, si el proyecto de López Obrador fracasa, realmente estaremos en la oscuridad total sin proyecto político y, ¿qué nos queda en el continente?
El portugués De Sousa Santos se niega a ver morir –democráticamente– a la democracia, y ve en México la posibilidad de dar un vuelco a la historia que ha marcado a los gobiernos de izquierda en América Latina.
–Pero, ¿deben dejar las izquierdas gobernar a la izquierda? Hay datos que nos hablan de las izquierdas enemigas de los gobiernos de izquierda.
–Pienso que realmente las izquierdas deberían ser cuidadosas en este momento, y deberían, pacíficamente organizar la calle, a las organizaciones sociales, luchar en tribunales como lo hacen organizaciones indígenas, usar todos los medios institucionales posibles para presionar al gobierno desde abajo, pero han tenido una posición totalmente brutal, han entrado en cierta lógica de izquierda radical, y los atacan como si fueran de derecha, pero es un error total a mi juicio.
–¿Cómo explica que se den gobiernos como el de López Obrador?
–Andrés Manuel López Obrador tiene un capital simbólico importante. Primero, llega a la Presidencia después de que le robaron una elección, y finalmente la gente logró e-legir a quien quería. Segundo, porque es un señor que no es corrupto, al contrario, y es un genio de la política simbólica, no estoy hablando de la política económica, sino de la política simbólica, por eso firmó ante un notario que no se relegiría, eso es un dato genial. Mire lo que hizo Hugo Chávez al intentar permanecer indefinidamente.
López Obrador recibirá presiones brutales desde la derecha, por lo que debe tomar experiencia de gobiernos como el de Brasil, Argentina o Ecuador que cedieron a esas presiones y aceptaron la construcción de los megaproyectos, entre otras condiciones del neoliberalismo.
–¿Qué pasó con la democracia? En 1998 escribe Reinventar la democracia, y en 2004, Democratizar la democracia, pero la democracia se convierte, casi en todos lados en cómplice de la corrupción, en la distorsión de las esperanzas de mucha gente.
–Sí, pasó todavía lo peor, porque no solamente no se ha reinventado, sino que está muriendo democráticamente porque en su nombre se están eligiendo a neofascistas antidemócratas, como en Brasil, co-mo a Trump en Estados Unidos, como lo que sucede en Italia, Hungría y Polonia, son gente de derecha, de extrema derecha que realmente no entiende que no les gusta la de-mocracia, pero que son elegidos democráticamente.
Tiene razón. Llama la atención que realmente la democracia liberal no tienen condiciones para resistir la dureza del capitalismo. Después de la caída del muro de Berlín, el capitalismo deja de tener enemigos, así que como ya se ha escrito, el capitalismo tiene que tener miedo de sí mismo, no de sus enemigos, porque cuando no los tiene se hace salvaje, es suicida, sus ganancias lo vuelven autodestructivo. Se pretendió que fuera la democracia la que regulara al capitalismo, pero es el capitalismo el que va a regular la democracia. O sea, existe la democracia mientras le es funcional, mientras es buena para el capitalismo, si no lo es, la democracia no funciona, y si funciona es como la forma más legítima de reproducirlo.
El único capitalismo exportable es el de Estados Unidos, de matriz neoliberal, que empieza a ser reproducido por el Fondo Monetario Internacional, por el Banco Mundial, por las agencias multilaterales. Merrill Lynch (la calificadora) publicó un informe hace mucho tiempo diciendo que las dos áreas más rentables para el capitalismo en el futuro eran la educación universitaria y la salud, y en ese momento empieza el movimiento de privatización en todo el mundo.
–¿Y la honestidad alcanza para reinventar la democracia?
–No basta la honestidad, tiene que haber un proyecto político. A mi juicio la honestidad es una virtud, y no puede ser la única. Ser honesto sí, pero también ser solidario. Pienso en la honestidad politizada. Se puede ser honesto, pero muy insensible con las injusticias que el capitalismo, el socialismo, el patriarcado, la homofobia están produciendo en nuestras sociedades. La democracia, para salvarse tiene que ir a la calle en las próximas décadas. La democracia actual es buena, pero es poca, y como poca no resiste.
La fuerza de los indígenas
De Sousa Santos hace una pausa, toma una trago de café, advierte que se tiene que construir un pacto político nuevo, un nuevo contrato social que debe incluir lo que enseña la naturaleza, y sostiene: tenemos la obligación de defenderla (a la naturaleza). Y luego, en su reflexión explica que hoy en México se vive un momento de transición, y no podemos exigir a nadie, a un gobernante, que cambie totalmente todo de un día para otro. Tienes que pasar de un modelo monocultural de proteger solamente la economía capitalista que es lo que hace México, a proteger la economía cooperativa, la economía campesina, la economía familiar, la indígena. 70 por ciento de nuestros productos alimentarios viene de ellos, pero no son protegidos efectivamente.
De Sousa es de hablar rápido, pero certero, nos recuerda con cierta nostalgia lo qué pasó con los gobiernos de izquierda en Brasil, en Ecuador y en Argentina, y recomienda a AMLO, como él lo llama, que mire en esos ejemplos y que no vaya a cometer los mismos errores.
Levanta voces de alarma, dice que ya está probado que es tanta la venganza de la derecha al volver al poder que devasta a los países, y regresa sobre los nombres de las entidades donde asegura, se entronizó el fascismo, por eso recomienda a las izquierdas ser cuidadosas en sus críticas, porque se convierten en enemigas del proyecto que pretendían, o se laxan y olvidan la defensa de los gobiernos que pretendían.
Las amenazas regionales
Anuncia que asistimos a un cambio en el imperio. Primero, asegura, se trata de una gran inversión en el sistema judicial latinoamericano, sobre todo en Colombia y Brasil para crear un sistema inquisitorial y sostiene que ya no se necesita a las fuerzas militares para mantener la hegemonía del imperio, ahora se trata de un conjunto de fuerzas financieras muy bien organizadas, un proyecto que se inició en el año 2000. Se trata, de hacer que el Poder Judicial sea muy conservador, cómplice de la iniciativa privada, de entrenar y formar a los magistrados en agencias de inteligencia como la CIA. Sin que nadie se dé cuenta, aparentemente, de lo que está pasando.
Y un segundo elemento que va a ser muy importante son las iglesias evangélicas, pentecostales, sobre todo con una influencia mayúscula, con la inversión pública de los estadunidenses y financiamiento de la sociedad civil, o sea, lo que decíamos antes que era la CIA, los militares, ahora es otra cosa, agencias con nombres bonitos para promover la democracia, como las iglesias, y sin olvidar a los medios que están dentro de una estrategia muy bien identificada en un plan que se llama Atlas para intervenir, para lograr cambios de régimen sin necesidad de dictaduras militares porque tras la caída del muro de Berlín las dictaduras no tenían legitimidad. Se requería empobrecer, domesticar aún más.
Explica que si vuelve la derecha, lo hará con la idea de la venganza total, con resentimiento, porque las élites aquí no sólo son capitalistas sino también colonialistas. Van a intentar destruir y producir un efecto que se llama gas paralizante; es decir, los movimientos sociales se quedan paralizados. Son muchas las formas de la venganza de la derecha en caso de volver al poder.
Al doctor por la Universidad Yale, que nuestro país reconoció con el Premio México de Ciencia y Tecnología en 2010, se le pregunta: ¿qué futuro hay para la democracia?, y reflexiona:
“Obviamente tiene qué haber un futuro, pero no esta democracia, pensemos en una democracia reinventada, radicalizada, y realmente con muchas cosas que hemos perdido.
Hay muchas formas de liberación, y ustedes aquí tienen una riqueza muy interesante que han desperdiciado durante mucho tiempo: los pueblos indígenas.
De Sousa Santos partió de México con esa labor que inició hace mucho tiempo, y en la que no cede: reinventar la democracia antes de que muera, democráticamente.