Slim el héroe por conveniencia

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Alex Hernández

Al buscar la figura más representativa de la bondad e incondicionalidad se me viene a la mente el nombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu mejor conocida como la Madre Teresa de Calcuta. Por otro lado, si hablamos de astucia en los negocios, sapiencia económica o visión empresarial el nombre del hombre más rico de México es sin duda mi referente. Dos seres que con sus acciones divergentes logran, en algún momento, rozar alguno de sus principios.

Carlos Slim Helú se ha visto favorecido a lo largo de los sexenios por los que detentan el poder. Desde su recibimiento en la cúpula social durante el Salinato–con la polémica venta de Teléfonos de México–, hasta esa confusa relación con Peña en donde por un lado lo perjudicaba al abrir paso a la famosa tarifa cero de interconexión, pero por el otro lado radicaba un favoritismo en las empresas de Slim para las mega estructuras del gobierno –amor apache diría yo–; manteniendo al poder político y económico durmiendo en la misma cama.

Mientras que López Obrador ha basado su discurso en las diferencias que su sexenio puede presentar de los predecesores, el destino lo ha cacheteado con guante blanco al demostrarle que, por lo menos en nuestro país, lo político y los dueños del dinero mantendrán una relación larga, duradera y, como cualquier relación tóxica, codependiente. Pero si la necesidad lleva a la enajenación de la filosofía inicial, es necesario hacerlo de la mano del mejor, con quien mayor credibilidad ostenta, sabiendo de que tales servicios serán cobrados con alta plusvalía.

Slim Helú podrá ser todo, menos la Madre Teresa de Calcuta, pero a su favor tendré que decir que la Madre Teresa de Calcuta podrá ser todo… menos millonaria. Porque las empresas de Telecomunicaciones, gasoductos, constructoras, instituciones bancarías, tiendas de autoservicio y medios de comunicación no tienen mucho espacio para la filantropía desinteresada que no conlleve deducciones fiscales.

Entonces, si el desinterés económico no forma parte de las principales cualidades del Tío Slim ¿por qué saldría a dar la cara por un gobierno que prometió nunca homogeneizar sus prioridades? ¿qué ganaría la Cuarta Transformación con el rostro del millonario? Pero sobre todo ¿qué ganaría el multimillonario del gobierno federal en turno? ¿por qué subestimaría el cero por ciento de crecimiento sabiendo que es parte fundamental del bienestar del país? Sencillamente por los malditos intereses personales.

Cuando hace unos días Carlos Slim emitía un discurso en una de las mañaneras del presidente, quería dotar de certidumbre al sector más importante para Andrés Manuel, aquel que desde sus inicios representa su prioridad: el electorado. La ciudadanía que votó por él y la cual sostiene su legitimidad, aquel rubro poblacional que lo defiende a capa y espada pero que, con falta de argumentos para salir a cubrir el flanco de lo económico, ahora podrán solventar la teoría de que el país no está tan mal económicamente, tal como lo dijo uno de los hombres que sabe más de economía en este país.

Evitemos pensar que el discurso fueron líneas para convencer a la inversión extranjera –aunque admito que a primera instancia pareciera el caso–. Las cifras de los primeros meses demuestran que los inversionistas foráneos nos son la problemática principal porque, aunque no tantos, son bastante suficientes. Lo que desea demostrar López Obrador es que, a pesar de las cifras desfavorables, los “expertos” con el dinero, siguen creyendo que el cambio llegará, al punto de salir a dar la cara por quien ostenta la máxima autoridad. En palabras de Disney: Hakuna Matata.

Sin embargo, la tarea de un multimillonario no es hacer las cosas por mera benevolencia. Tener el favor del presidente conllevaría seguir manteniendo privilegios de los seres en el poder. Se me ocurre un aeropuerto –aunque no sea el de Texcoco–, un par de licitaciones para el suministro de gas –que es el negocio trending–, seguir manteniendo las concesiones en telefonía, o por qué no, dotar de internet a instituciones como la UNAM que dieron por terminados los acuerdos con los proveedores de la administración pasada. Cosas que repercutan directamente en los bolsillos de un hombre extremadamente rico.

Y con una relación por demás interesada, la colaboración entre ambos podría traer mejores aires para el país, concordando con lo que Agnes Gonxha Bojaxhiu sostenía: “Yo puedo hacer cosas que tú no puedes, tú puedes hacer cosas que yo no puedo; juntos podemos hacer grandes cosas.” Aunque ninguno de los dos sea una monja católica beatificada por el Papa.