Alex Hernández
¿Huelen eso oaxaqueños? Es el olor de las políticas públicas primermundistas: el amaderado y añejo aroma de la lucha feminista por el aborto legal, que a lo largo de las décadas se ha convertido en una disputa de unas cuantas para que la victoria sea gozada por todas.
Por otro lado, la sutil fragancia de la comunidad LGBT+ que, aunque sin un foco tan exponencial en últimos años como el primer grupo, paulatinamente han ingresado a la agenda pública del Estado. Pero, esperen. Un tufo fétido se mezcla con la rica esencia de una sociedad en progreso, ¿qué es? Parece nauseabundo, podrido, apestoso. Ahora lo dilucido: el hedor de un estado endeudado.
Mientras que todo mundo festejábamos que Oaxaca se convertía en una provincia suiza en cuestión de derechos humanos, nuestros legisladores, “ni tardos ni perezosos”, aprobaban un endeudamiento adicional al ya existente por la “mínima” cantidad de 3 mil millones de pesos, según ellos principalmente, para la rehabilitación de mercados públicos y término de obras carreteras que contaban, a principios de año, con un presupuesto que suspicazmente se consumió.
Pero ante tremenda determinación casi UNÁNIME del congreso local, el ambiente ciudadano seguramente se tornaría hostil, bastante cuestionable para los funcionarios públicos. ¿Qué hacer ante una muy probable polémica? Desatar el debate público lo más alejado al tópico económico, que la sociedad girará la cabeza a un tema mucho más controvertido.
Se lanzó en primera instancia la determinación de legalizar el matrimonio igualitario, un tema discutido pero que poco se incrustó dentro de las redes sociales y las charlas cotidianas del ciudadano de a pie. La comunidad LGBT+ tiene presencia en Oaxaca, sin embargo, al parecer, no la idónea para generar una discusión duradera.
Como toda experimentación, la regla de prueba y error comenzaba a ponerse en práctica. ¿Qué grupo social era lo suficientemente resonante, controversial y generador de polarización dentro de la sociedad? Ante un par de iniciativas ya en la escena federal y uno de los puntos claves dentro de la agenda del presidente de la república, las feministas sin duda eran la carne perfecta para colocarlas dentro del cañón.
Tras una marcha en el mes de agosto que había ocasionado varias réplicas, se había demostrado el poder de convocatoria –y por supuesto de disidencia– que el sector lograba. A sabiendas de lo que el tema generaría en el debate público se lanzó la primera prueba: la noticia de la discusión sobre el aborto legal. Las feministas hicieron su tarea.
Ante un irreconocible congreso donde la bancada mayoritaria voto a favor de la despenalización del aborto, un grupo de disconformes legisladores liderados por los priistas, quedó en contra de dicha iniciativa que, paradójicamente, dejaban en la raya el hecho convertir el proyecto en una reforma constitucional.
El tema se convirtió en noticia internacional. Los principales diarios hablaban sobre el logro obtenido en el estado y se encendieron las redes sociales con el tema. La gente se centró únicamente en lo que en ese momento se había generado. Se obtuvo la polarización buscada y, mientras que la discusión de si el aborto era o no algo moralmente aceptado maduraba con el paso de los días, los legisladores necesitaron de unos cuantos días para que en su mayoría aprobaran una importante deuda para Oaxaca.
Sentado en un sofá, una tarde de caricaturas, mi padre me escuchó exclamar lo extraordinario que era un juguete que acababa de ver por la televisión. Comentándole extasiado con santo y seña las grandes cualidades de aquel artilugio, simplemente me reviró:
–Alex, no todo es tan lindo como parece, ahora que vayamos a la tienda te darás cuenta de la fortuna que vale tu fantasía.
“la vérité est une et l’erreur est multiple”.