La Jornada
El cielo del pueblo ikoots de San Mateo del Mar, en el Istmo de Tehuantepec, se pinta de colores por la celebración del “Día de Muertos”; niños y adultos vuelan papalotes como señal de bienvenida “a las almas y espíritus”. Así comienza esta celebración milenaria en este pueblo oaxaqueño.
En las escuelas de esta comunidad es donde se promueve los días 30 y 31 de octubre “El festival del papalote”, en la víspera “Del día de muertos”, como forma de conservar y preservar esta tradición, por lo que los profesores han incluido en sus actividades de aprendizaje “la recuperación de saberes comunitarios” en los que se involucran también los padres de familia.
Los papalotes son de diversos coloridos, tamaños y forma, de papel y nylon, todo es a gusto de las niñas y niños, lo importante es el significado.
Balbina Salinas Mora tiene 45 años de edad, es madre de familia y en su lengua ombeayiüts enseña a su hijo a volar su papalote que fue elaborado por su padre y al mismo tiempo le explica que es una forma de recibir a las almas, en este caso a las de sus abuelos que ya fallecieron.
La creencia, según explica Balbina, el papalote al elevarse ayuda a las almas a descender a la tierra y convivir con los vivos, quienes le colocan ofrendas en su casa y en el panteón.
Con su atuendo tradicional, su enagua y su huipil, Balbina cogió el papalote y corrió junto con su hijo de un lado a otro de tal forma que lo elevaba porque, dijo, sólo así los espíritus podrán llegar a la tierra sin contratiempos.
Su esposo, que se dedica a la pesca, elaboró el papalote, y es que en esta comunidad indígena el papalote también se usa como elemento importante en la pesca, que es la principal actividad económica y en época de viento fuerte se usa para conocer el rumbo del viento, y con ello señalar el de los pescadores cuando entran a las profundidades del mar vivo.
“Se dice que los espíritus descienden más rápido por medio del papalote, por eso aquí los volamos el 30 y 31 de octubre en la víspera del día de los muertos, es una tradición que heredé de mis padres y de mis abuelos, ahora mi hijo en su escuela también le enseñan para que no se olvide”, expresó.
En el jardín de niños “Vicente Guerrero” tienen 19 años de realizar el “Festival del papalote”, que realizan para conservar la tradición y al mismo tiempo es parte del contenido temático de sus actividades de relacionar al niño con el medio ambiente, las matemáticas y la convivencia familiar.
“Creemos que desde la escuela se deben reafirmar los conocimientos comunitarios, por eso es qué a los niños se les inculca la elaboración de papalotes, porque comprenden medidas, colores, formas y al mismo tiempo se relaciona con un aspecto de la vida tradicional de nuestro pueblo, porque aquí además de elevar papalotes en Día de Muertos, se usa también para la pesca en temporada de viento fuerte”, explicó la maestra Gisela Baoes.
Los papalotes son elevados en canchas de futbol o campos deportivos, mientras que los adultos mayores lo hacen desde sus azoteas, lo cual hace un espectáculo pintoresco que simula aviones diminutos volando en el ambiente.
En la Escuela Primaria Bilingüe “General Anaya”, los más de 160 estudiantes también realizaron volaron papalotes y con la ayuda de los docentes los elevaron a distancias que apenas y se observaba un punto en el espacio.
Lorenzo Edison Fonseca, es director de la Escuela Primaria Bilingüe “General Anaya” y comenta que de niño volaba papalotes, por lo que decidió compartir esta tradición con sus alumnos para que no se pierda.
“Antes era más la gente adulta que volaba papalotes, pero eso ha disminuido; por eso desde las aulas lo hacemos, es muy divertido ver como las niñas y niños se esmeran junto con sus padres para elaborarlos, es ya una tradición en nuestra escuela”.
Para el día 2 de noviembre, fecha en que se cree que las almas regresan al inframundo, nuevamente los papalotes elevan el vuelo para fungir como vehículos acompañantes de los espíritus.