La Jornada
Antonio Guadalupe y Carlos Lenin conservan la lengua que heredaron de sus abuelos a través del rap, género musical que ha ido extendiéndose en los años recientes para preservar la voz de los pueblos indígenas. Ellos, además, usan señas y gestos que crean sonidos. Así nació Ladxidua Ripapa (Mi corazón late), uno de sus temas más cantados.
Estos tres jóvenes, entre 21 y 23 años de edad, encontraron en el rap una forma de mantener viva su lengua materna, con la cual crecieron, que aprendieron en la infancia, en la séptima sección de la ciudad de Juchitán, de la que son originarios.
Su música y su canto los hacen a la vida, a la realidad social que enfrentan y a su infancia, contaron.
Cantar rap ha sido resiliente para este trío, que vive en una sociedad en la que la violencia va en aumento, no en balde Juchitán es considerada la segunda ciudad más violenta de Oaxaca, según datos de las autoridades.
Han sabido salir del ámbito de la violencia y le cantan a su pueblo, a las mujeres y a la vida. “Hacemos rap de protesta, pero también de la vida misma, de cosas que nos pasan a los chavos, de la situación económica, de nuestro mercado, de nuestra lengua, música, artistas y del sismo de 2017, hablamos del Xu’, el terremoto”.
En 2012 la vida los juntó y por medio de sus amigos realizaron batallas o retas con la finalidad de mostrar sus temas y composiciones; los primos Cosijopí y Antonio conocieron a Carlos Lenin, con quien de inmediato se reunieron y desde entonces Juchirap se presenta en diversos escenarios.
Reconocen sus letras
La sabiduría de la abuela María Chión también les ha dado temas que hoy son parte de su material discográfico, el cual, pese a que fue grabado en un estudio no profesional, es reconocido por sus letras.
Antonio relató que a su edad ha vivido en demasía. La violencia de su hogar, causada por su padre alcohólico, lo ha hecho madurar mucho. Recordó que la primera canción que escribieron la dedicaron a su madre y hermana.
Los tres hemos vivido muchas anécdotas personales. Cosijopí es el más serio; él le canta al amor, mientras a Carlos Lenin, quien quedó huérfano de madre le ha sido difícil superar la batalla. Lo mismo ocurrió conmigo: mi padre es alcohólico y eso me ha enseñado a ser muy agradecido con la vida, expresó Antonio.
Lenin aclaró que interpretar temas en zapoteco no tiene la finalidad de obligar a nadie a aprender el dialecto, sino lo hacen por gusto y amor a su lengua.
“Le cantamos al didxaza, como al amor. El que quiera aprender su dialecto, lo hará por convicción y no por obligación; todo lo que hacemos lo sacamos del pecho y la cabeza, así somos los Juchirap. Viajamos porque lo disfrutamos; caminamos, pues nos gusta conocer, y cantamos, ya que deseamos poner un alto a la discriminación, que a los jóvenes no les dé pena hablar en su idioma, sea cual sea”, expresó Carlos Lenin.
Cosijopí es el más serio de los tres; se comunica con gestos; en su colección tiene más de 100 canciones.
A pesar de que no saben escribir bien el zapoteco, lo interpretan con amor y pasión, porque aseguran que desde que nacieron lo han escuchado en los cantos y palabras de su abuela.
Están por grabar su segundo material discográfico. Los emociona que los llamen los tres mosqueteros, como también los han identificado en diversos escenarios de Oaxaca y del país. Juchirap se ha vuelto ícono de la entidad; ya es conocido por muchos músicos y bandas.
Estos jóvenes llevan la lírica en las venas, cantar y hablar zapoteco es su principal alimento. Cada vez que lo hacen es para recordar a la abuela María Chión y a todos los abuelos zapotecos que añoran que sus hijos preserven su cultura a través de su lengua.