ERNESTO REYES
El 6 de junio próximo, en tres meses exactamente, tendrán lugar las primeras elecciones intermedias de este sexenio, en las cuales estarán en juego más de 20 mil cargos locales y 500 federales. Además del interés que siempre concitan, se relevan 15 gubernaturas donde, si no sucede una catástrofe política, la mayoría de ellas cambiarán de color partidista.
Los comicios a medio camino son oportunidad para que los partidos perdedores, en la anterior elección, regresen por sus fueros. Hay formaciones nuevas que tienen la oportunidad de refrendar el registro que hoy ostentan. Sin embargo, hay riesgos respecto de las decisiones que tome el partido mayoritario en cuanto a las candidaturas. Un error, postulando a alguien impresentable, puede costar caro, electoralmente hablando.
No hay que olvidar que el año pasado, en tiempos de la pandemia que no termina y que puede bajar el nivel de participación, en Coahuila e Hidalgo, el PRI se alzó con la victoria en puestos legislativos y ayuntamientos, aunque Morena quedó segundo, y tercero Acción Nacional.
Es un hecho que la Cuarta Transformación mantiene apoyo popular, gracias a que el gobierno ha mostrado resultados positivos a favor de los más desfavorecidos. Los beneficios, tienen algún efecto compensatorio en la política. Así ha pasado antes. Hay que estar muy vigilantes, no obstante, de que se respete la veda electoral, en tiempos oficiales de campaña, y que los contendientes no usen de manera indebida recursos públicos o los programas oficiales. También podría contar a favor o en contra, el curso que lleve la aplicación de la vacuna anticovid, más otros factores como la buena o mala reputación de candidatas y candidatos.
Con 66 por ciento de popularidad presidencial y 44 en la intención del voto a favor de Morena, la derecha tiene fundados temores de que no podrá obtener un mayor número de escaños que impidan, en la cámara baja federal, reformas y leyes de la 4T que están desmantelando el viejo régimen.
Frente a este escenario, recurren al discurso del “fraude anunciado”, la “guerra sucia” o reviviendo a oscuros voceros del régimen del pasado, como Diego Fernández de Cevallos, sin reconocer que cuando han sido gobierno no han actuado con honradez ni pulcritud, ni mucho menos sacado la cara por los que menos tienen.
Haber dejado un país maltrecho, donde gobernaban auténticos ladrones, en asociación con poderes delincuenciales, les dejó una marca difícil de borrar en el imaginario electoral. En el periodo neoliberal se tiene memoria de claros ejemplos de impunidad, injusticas, crímenes y negocios sucios al amparo del poder público. El traficante de influencias, el abogado Diego, es un claro ejemplo. Hoy mismo, el caso de los exgobernadores de Nayarit y Tamaulipas, y tantos políticos encarcelados o perseguidos por corruptos, debiera dar vergüenza al PRIAN para presentarse a solicitar el voto.
La llamada mafia del poder estiró tanto la brecha entre pobres y ricos, que hoy le quedan pocos rostros y trayectorias limpias. Esto no indica que del lado morenista todos sean impolutos, porque la ambición, la corrupción y la falsedad ensucia la trayectoria de muchos quienes compiten por el poder, por el poder mismo. La gente que observa y piensa, no tardará en identificarlos y castigarlos, con una de las armas más efectivas de la democracia: el voto.
A raíz de que inició esta época de cambio verdadero, no hay que dar margen a que regrese el México que no acaba de irse. Por tanto, si Morena se extralimita confiando en la popularidad presidencial y actúa con soberbia para imponer a aspirantes que contravienen los principios de honestidad y moralidad a toda prueba, incurriendo en favoritismos, falta de transparencia en las encuestas y la intervención de nuevos cacicazgos regionales y locales, comportándose como todo contra lo que lucharon antes, puede sufrir varios descalabros y dañar al gobierno de la 4T. Un vistazo a lo que pasa hoy en Oaxaca, donde existe una fiebre entre los políticos guindas por alcanzar un puesto a costa de lo que sea, confirma estas aseveraciones.
No hay que perder de vista que aparte de la estrategia federal para proteger la vida de las y los candidatos que contenderán en todo el país, debe asegurarse que el proceso electoral resulte ejemplarmente limpio, objetivo, imparcial, equitativo, y con amplia participación ciudadana.
@ernestoreyes14