Tres y contando

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ERNESTO REYES


El obradorismo en pleno, y la mayoría del pueblo mexicano, celebraron ayer el tercer aniversario del histórico triunfo que más de 30 millones de personas le otorgaron a Andrés Manuel López Obrador para que condujera los destinos de México. La consigna de “Juntos haremos historia”, se ganó la confianza de la mayoría de los electores y el país entró a una nueva etapa. En palacio nacional el mandatario rindió un informe, y en el Auditorio Nacional fue la fiesta con algunas sorpresas.


Arrollar hace tres años, oponiéndose al régimen de corrupción en que se habían convertido administraciones emanadas del PRI y del PAN, dueños de innumerables recursos para retener el poder presidencial a la mala, no fue cosa fácil. Fue una hazaña que ni los mismos analistas políticos pudieron adivinar, porque no se imaginaban nunca pasar por este trago amargo.


El cambio pacífico y democrático para pavimentar el camino de un gobierno nacionalista y de izquierda que viera primero por los más necesitados, no solamente fue de un hombre o de un partido político, sino de miles de voluntades que esperaron decenas de años, más tres elecciones presidenciales recientes, para cambiar el rumbo y orientación política y económica del país.


En julio de 2018 no solo se ganó el poder ejecutivo, sino también las dos cámaras -senadores y diputados- que integran el poder legislativo, además de los gobiernos de la ciudad de México, Veracruz, Morelos, Puebla y Chiapas.


El 6 de junio pasado, se refrendó un apoyo similar, aunque con modalidades propias de un nuevo escenario político, otorgándole la mayoría simple en la cámara baja, destacando la conquista, por primera vez, de un partido de izquierda, en 11 gobiernos estatales.
Esto es un avance significativo para quienes, a lo largo de toda su vida, han luchado en la calle, en los centros de trabajo, en las comunidades rurales, en los sectores progresistas de la clase media y en las universidades, porque una nueva generación de políticos – espero que sea virtuosa- se siga haciendo cargo de los destinos de la nación.
Ello no implica avasallar ni borrar al adversario que hoy está atrincherado en una coalición tripartidista, en alianza con poderosos grupos de interés, que ya libró su primera pelea en las urnas con algunos resultados alentadores para su causa, como en varias alcaldías y distritos de la ciudad de México, o en los estados de Nuevo León, Chihuahua, Querétaro y San Luis Potosí.
Sin embargo, es elocuente, aunque en su propaganda digan lo contrario, que quien más avanzó, en las recientes elecciones, es el movimiento que conduce el presidente, pues hasta en los triunfos de la más modesta alcaldía influyó, sin duda, el reconocimiento y popularidad a su favor, debido a su avasallante liderazgo, y a su afán por moralizar y transformar al país.


El descuido por atender a un sector de clase media, concentrado en grandes centros urbanos, costó varios descalabros en la metrópoli que gobierna Claudia Sheinbaum, como efecto, a mi parecer, del ametrallamiento mediático al que está expuesto importante segmento de población, altamente informado, mismo que no se conforma con su cómoda posición social, sino que aspira a alcanzar mejores beneficios. La ovación que recibió, el jueves, la Jefa de Gobierno en el acto político, es la primera manifestación de por dónde quiere transitar el morenismo el relevo presidencial del 2024. En contrario, el abucheo contra Mario Delgado es un reclamo por el excesivo poder de facultades que han tenido él y Ricardo Monreal al interior del partido.


En Oaxaca, si la contribución de las y los oaxaqueños al movimiento nacional obradorista se confirma en el 2022, ello dependerá de los liderazgos locales de Morena y la política de alianzas hacia el exterior que establezcan cada uno de los actores, actoras y fuerzas políticas que coinciden en su interior. Pensar que se tiene la gubernatura en la bolsa, basado solo en las cifras de votos obtenidos en junio pasado, es un error de cálculo, no aritmético, sino político.


Pero estamos hablando del futuro, del que nadie puede adelantar vísperas. Aunque la reacción siga rumiando sus fracasos, claro que nos da gusto esta celebración, porque seguimos haciendo historia. Van tres y contando.