Uriel Pérez García
Han culminado dos de los procesos de participación ciudadana más importantes que se esperaban durante este año y que significaron de una u otra forma elementos que permitieron medir el pulso político a una sociedad que más allá de dichos acontecimientos sigue esperanzada en ese anhelo constante de alcanzar un mejor nivel de vida, primero a través del esfuerzo constante de todos los días y segundo mediante la apuesta a la aspiración de mejores gobiernos.
Dentro de las formas de participación ciudadana podemos distinguir básicamente dos categorías; aquella correspondiente a la participación institucionalizada y en contraste la no institucionalizada, pero que tienen en común la pretensión de influir en los procesos de decisión de lo concerniente a la esfera pública.
En lo que respecta a la participación institucionalizada la más común o a la que nos hemos habituado en México, es la concerniente a la conformación de órganos de gobierno y que en la práctica se ejerce a través del voto para elegir autoridades y representantes, sin soslayar la modalidad pasiva de este mecanismo que refiere al derecho a ser votado incluso por la vía de candidaturas independientes.
En este sentido, también existe aquella intervención de la ciudadanía en el diseño de políticas públicas, aprobación de leyes, reglamentos a través de plebiscito, referéndum, consulta popular, o mediante el cabildeo que realizan las ONG’s y su influencia en la opinión pública especialmente en temas que suscitan controversia, por ejemplo la legalización de la mariguana, el aborto, entre otros.
Sin embargo, falta familiarizarnos con estos mecanismos que en sistemas políticos abiertos evidentemente constituyen una herramienta importante con que cuenta la sociedad para incidir en las decisiones del ámbito público y que obviamente tiene repercusiones en distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana.
En un contexto histórico, marcado primordialmente por un sistema político cerrado, en el que no se permitió la competencia electoral, mucho menos sería susceptible a activar los instrumentos de participación ciudadana que trascendieran más allá del correspondiente a la renovación de órganos de gobierno mediante un sistema electoral supeditado a la voluntad del gobierno en turno prácticamente hasta principios de la década de los 90´s.
Ante este escenario, adquirió un papel protagónico la participación ciudadana no institucionalizada, que se hizo presente en muchas ocasiones a través de fuertes cuestionamientos al régimen de gobierno primero a través de la conformación de guerrillas en la década de los 70´s y posteriormente por medio de grandes movilizaciones encabezadas por la llamada sociedad civil organizada que surge luego de la deficiente capacidad de respuesta del gobierno federal frente al terremoto suscitado en 1985.
Junto con estos impulsos desde la sociedad y en las últimas décadas con el levantamiento del EZLN, de manera paulatina se fue construyendo un nuevo modelo de participación política más permisible y abierto a las diversas expresiones sociales que transitó hacia ejercicios de democracia participativa como el suscitado el pasado domingo 1 de agosto.
Al margen de la discusión y el debate bastante abordado respecto a la forma y fondo de la consulta popular, lo sumamente rescatable es que se sentó un precedente que debe derivar en el perfeccionamiento de esta herramienta separándola de filias y fobias, puesto que así como no podemos descalificar un ejercicio democrático, tampoco se debe tirar por la borda la participación de los más de 6.5 millones de ciudadanas y ciudadanos que acudieron a emitir su opinión.
Lo que sigue es continuar por la ruta de normalizar los ejercicios participativos, sin duda el próximo paso para la consolidación de nuestra democracia es construir una sociedad que se familiarice y se haga de las herramientas que le concedan la práctica legítima de opinar y decidir en el rumbo de todo aquello que tenga que ver con el interés público.
El reto está en asumir con total seriedad la implementación de todos aquellos mecanismos de participación ciudadana, apartarlos de vicios políticos de partidos o grupos y asumir con responsabilidad el importante papel que tiene la sociedad en la toma de decisiones, seguramente habrá un nuevo debate en lo que respecta a la consulta para revocación de mandato, sin embargo siempre será bienvenida la discusión abierta desde cualquier esfera pública y privada, pues de eso va la participación ciudadana.