El Heraldo
Durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, de febrero a junio de 1940, en México las drogas fueron legales. Esta postura, de legalización y regulación total que hoy en día nos parecería radical, en realidad, fue parte de la visión de una generación de médicos representados por el Dr. Leopoldo Salazar Viniegra.
El destacado médico fue funcionario del Departamento de Salubridad Pública y representante de México en la Liga de Naciones, cuando se dieron los primeros foros internacionales para discutir las políticas sobre las drogas.
Unos años antes, la mañana del 27 de octubre de 1931 apareció publicado en el Diario Oficial el Reglamento Federal de Toxicomanías, con la intención de castigar a consumidores y traficantes de drogas. Poco se tocaba el tema de rehabilitación entre los adictos, entonces considerados como “toxicómanos”. Esta situación repercutió en la creación de estigmas sociales sobre las drogas y sus consumidores quienes fueron vistos como “viciosos”, “criminales” o “enyerbados”.
El Dr. Viniegra tenía la fiel postura de que los mitos alrededor de las sustancias prohibidas no tenían sustento científico y más bien estaban enfocados en prejuicios morales y no médicos. Esta situación lo llevó a realizar experimentos en el manicomio de la Castañeda, donde concluyó que los mitos que giraban en torno a la planta prohibida eran totalmente falsos. Sus investigaciones, influyeron en el gobierno de manera decisiva.
Fue tal el cambio de la postura mexicana sobre las drogas, que para 1939, en la Convención Internacional de Ginebra de la Sociedad de Naciones, se gestó una discusión acalorada por dos bandos liderada por México y Estados Unidos. Nuestra nación, apoyada por Suiza y Polonia, apoyaba la legalización de las drogas; en cambio, los Estados Unidos y Canadá, veían inconcebible que tales sustancias “envenenaran” y “degeneraran” a la raza humana de manera legal.
Así, la supremacía política de Estados Unidos, se enfrentaba a una nueva concepción del consumidor como enfermo y no como criminal.
Sin embargo, tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, la Convención suspendió toda iniciativa de diálogo, lo cual derivó en que no hubiese una conclusión clara en las convenciones de Ginebra. Ello permitió que, para el 17 de febrero de 1940, el Estado Mexicano pusiera en vigor una nueva política legalizadora.
El primer dispensario de drogas en México
En la mañana del 9 de marzo de 1940, los vecinos cercanos al núm. 33 de la calle Sevilla en la colonia Juárez, se despertaron con la amena interpretación musical de la Banda del Estado Mayor; bajo la sorpresa de que las puertas de un nuevo dispensario del gobierno se encontraban abiertas.
Ésta, no era una tienda de alimentos o de productos básicos para la higiene, sino algo más interesante: el primer dispensario para toxicómanos del país. Cerca de 200 a 500 personas pasaban por aquel lugar una o dos veces al día; adquiriendo una dosis por un precio sesenta veces menor al de venta en la calle.
Sorprendentemente, la mayor parte de la prensa apoyó la medida y el cambio de estrategia; otra, apuntaba de mala manera estas medidas, llegando a describir a los consumidores como “exponentes de la miseria humana” o “apestosos.” Los vecinos y la policía tampoco se quedaron atrás, quejándose en repetidas ocasiones de aquel cúmulo de “hombres muertos.”
Estados Unidos frenó la política de drogas
No obstante, quien más se incomodó por el nuevo reglamento fue el vecino del norte quien de inmediato tomó acciones punitivas contra México. Decretó un embargo de medicamentos para México presionando por derogar esta política; al verse bajo la amenaza de quedarse sin medicamentos para miles de enfermos, el gobierno de Cárdenas cedió ante la presión.
Bajo esta experiencia histórica, habrá que preguntarse en qué medida los nuevos debates respecto de la legalización/regularización del consumo son recientes. Si bien la historia no se puede repetir, eso no significa que la legalización sea un pensamiento utópico.