Alberto Alonso Criollo
La actual lucha en torno a la reforma enérgética revela, de nuevo, las contradicciones y los desafíos en torno a las visiones estrátegicas de los partidos políticos en nuestro país. Los partidos tienen escenarios de oportunidad para recuperar banderas de avanzada o seguir en el tendencial de polarización que tiene en la lona a la oposición y que apuntala la hegemonía del proyecto de AMLO.
A pesar de la fortaleza cuantitativa en el Congreso, artirculada en torno a la alianza PAN, PRD, Movimiento Ciudadano y una fracción del PRI, lo cierto es que los diputados que voten en contra de la Reforma, quedarán exhibidos como conservadores extremos. Y por supuesto que eso tendrá un costo en la opinión pública de indudable importancia política y sobre todo, electoral.
Del PRI, dicen sus representantes del ala neoliberal, que será borrado del mapa político en caso de apoyar la reforma. Esta postura no percibe que efectivamente el PRI logró conservar la mayoría de las preferencias cuando cultivó su alianza con el pueblo y con las posturas progresistas del nacionalismo revolucionario de la mayor parte del siglo pasado, particularmente durante el período del desarrollo estabilizador.
Fue el vuelco neoliberal liderado por Salinas de Gortari, de corte proimperialista, antipopular y del sistema de corrupción generalizada, de los ochentas que marcó el divorcio con sus grandes bases populares y por supuesto, abonó el tendencial electoral que lo tiene al borde del colapso. ¿Conviene al PRI, seguir en la misma línea política que los tiene en ruta de la crisis electoral?
Algo similar sucede con el PRD, que alcanzó una gran presencia política a partir de una plataforma ideológica, comprometida con posturas nacionalistas y de reivindicación popular. Finalmente fue el apoyo al Pacto por México, máxima expresión del neoliberalismo, que apoyada por la casta burocrática Chuchista, marcó la cima de la gran debacle del perredismo hasta nuestros días. ¿Conviene seguir en la misma lógica?
Sin simplificar, parece que la coyuntura histórica está construyendo una variable estrátegica de alta motricidad vinculadaa lo autenticamente popular y nacionalista. Ese es el sello que ya impuso el presidente y la 4T en general que sólo puede ser rebasado “por la izquierda”, es decir por ofertas políticas partidarias que marquen posiciones más de avanzada.
Agotado el modelo neoliberal, tendrá más éxito quién demuestre en la práctica que se puede generar un modelo exitoso, que se oriente al bienestar popular y el desarrollo nacionalista del país. Ya no venden los proyectos privatizadores, antinacionalistas por más esfuerzos de manipulación que se desplieguen. No habrá rentabilidad política para los opositores a la reforma ¿O usted que cree?