ERNESTO REYES
Si todo sucede como anticipan las encuestas, en tres domingos Morena se alzará con la victoria en al menos cuatro de las seis gubernaturas. Mientras, la alianza conservadora tendría que conformarse con solo dos estados, donde tiene mayores posibilidades: Durango y Aguascalientes.
Me refiero a los estados de Tamaulipas, Quintana Roo, Hidalgo y Oaxaca, donde desgastados personajes y formaciones políticas serán un mal recuerdo. El presagio más sonado, ahorita, es la entidad hidalguense que nunca ha tenido alternancia y donde la esposa de un mandamás del PRI sufriría sonante derrota.
En Oaxaca ya se aprestan cohetes y celebraciones por la opción ganadora – aunque faltara precisar puntualmente el proyecto específico para la entidad- donde el puntero, Salomón Jara, gracias a la lealtad de la gente con López Obrador, recoja lo que un amplio sector de izquierda y progresista ha sembrado históricamente. Nos daremos una nueva oportunidad, luego de la experiencia fallida (2004-2010) de haber pretendido sacar al PRI, sin lograrlo.
El hecho de que Gabino Cué facilitara el regreso de la familia Murat, escogiendo a pésimo candidato y desdeñando al obradorismo de primera generación, impidió salvar la transición democrática, favoreciendo que se mantuvieran intactos los hilos que sostenían el esqueleto corrupto de gobierno.
El descrédito, con sospechas de saqueo en que termina el periodo de Alejandro Murat, quien gobernó con una pandilla del Estado de México y con su padre como jefe político, pavimentó el repudio popular que el 5 de junio se cebará contra el malogrado político, cuenqueño para mayor vergüenza, Alejandro Avilés, quien nunca se despojó del antifaz de un tenebroso pasado y de componendas.
Es tanto el pánico por la derrota anticipada del priismo, panismo y perredismo juntos, que auténticas ratas comienzan a ponerse a las órdenes del nuevo tlatoani, con tal de no quedar fuera del presupuesto. Ya hasta algunos y algunas prófugas del ulisismo sangriento, tan repudiado por el juicio popular, muestran un ropaje guinda, con rostro recién lavado, uñas recortadas, pero sucias, encaramadas en la coalición como caballos de troya, ansiosas de integrar un equipo que termine conculcando el anhelo de sentar las bases de una nueva cultura y práctica políticas: la verdadera cuarta transformación, que se basa en no robar, no mentir y no traicionar al pueblo.
En el cumplimiento de estos tres imperativos éticos, sin dobleces o simulaciones, estará el orgullo de que en la entidad siga siendo un honor estar con Obrador, un hombre que no tiene a nadie, pero a nadie de su familia en puestos de gobierno o decisión, ni permite la corrupción ni la prevalencia de camarillas y dinero de dudosa procedencia. Oaxaca espera con ansias que así se pinte nuestro futuro inmediato. Que sea una verdadera transición democrática, no una simple alternancia en los cargos.
Todavía no se consuma la elección, y ya los poderes fácticos se hacen presentes en el cuerpo de campaña, para poner a prueba al nuevo gobernante. Habremos de ver si Jara es capaz de respaldar a élites insaciables, que argumentan alta conflictividad en la gobernación de un estado bronco y casi sin ley- ”para lo que se necesita gente con experiencia probada aunque sean del PRI o provengan del muratismo, ulisismo, panismo o perredismo”, dicen-, y vaya a aceptar la idea, truculenta, de que los morenos subidos al tren del aprendizaje, son incapaces de hacer un buen gobierno.
Pero si no se adquiere un compromiso ético para Oaxaca y el nuevo sexenio termina en ficción, un engaño, con solo alternancia de grupos o conocidos de casa y de familia, que hacen del usufructo del poder una forma de vida, traeremos a cuenta a aquél joven valiente, Raúl Alberto, que en Cuilápam de Guerrero exhibió la famosa frase de ”Fox, traidor a la democracia”, ahora con otros nombres y apellidos. No crean que soñé estas impresiones de la actual campaña. Pero antes, hay que ganar en tres domingos. La mesa está servida. No hay que indigestarse, nada más.