Moisés Molina
En su provocadora “Historia alternativa de la abogacía”, Tito Garza Onofre exhibe lo que las universidades y el aparato educativo oficial han dejado de hacer para formar las abogadas y los abogados que México y el sistema latinoamericano requieren.
Quienes hoy se forman en las aulas (y así ha sido siempre) no terminan de entender que la universidad es solo la hebra de una madeja interminable de conocimiento y transformación de la realidad.
En un entorno de creciente especialización los abogados -idealmente- debían entrar a la carrera con una preferencia claramente definida respecto al futuro ejercicio de la profesión.
Y ya dentro de ella debían formarse, antes que nada en el compromiso ético con la justicia y con la colectividad.
En México no hay un solo tipo o clase de abogados, ni de estudiantes de derecho.
El derecho se enseña distinto en cada parte del país.
Y aquí en Oaxaca hay muchas áreas de oportunidad. Somos el estado donde México sintetiza todas esas calidades que Silvana Rivotta nos confiere en su magistral prólogo a la obra del profesor Tito
Las y los oaxaqueños llevamos el conflicto en el adn. Es nuestra marca, nuestro sello histórico y cultural, por lo diversos que somos.
En un estado con 8 regiones, 570 municipios, 16 culturas indígenas, 16 lenguas y más de 10 mil comunidades con agreste orografía el ejercicio de la abogacía es importantísimo.
El abogado es “el que media y resuelve los conflictos”.
Por eso el convenio que firmó en días pasados la Escuela Federal de Formación Judicial con la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y con la Benemérita Universidad de Oaxaca llama poderosamente la atención.
Es urgente que las escuelas oaxaqueñas de derecho pongan en las manos de los alumnos el conocimiento y la experiencia de la extraordinaria planta de catedráticos de la Escuela de Poder Judicial federal.
Una abrumadora mayoría de la reflexión académica tiene como centro de sus preocupaciones a los juzgadores.
Hace falta darles foco a los litigantes que están a la mitad del camino entre lo público y lo privado.
Y hace falta también enseñar, desde los programas de estudio, la ciencia jurídica desde una perspectiva local, nuestra.
En las facultades de derecho oaxaqueñas es ya insoslayable enseñar por lo menos y urgentemente Derecho Constitucional Local y Derecho Indígena Oaxaqueño.
No hay mejor manera de mantener vivo el federalismo y el pluralismo.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.