Uriel Pérez García
Lo sucedido el pasado fin de semana en Morena, sin duda deja una lectura que debe llamar obligadamente a la reflexión y a la autocrítica en un partido que desde su origen ha señalado severamente las prácticas antidemocráticas que lamentablemente continúan enraizadas y que evidencian la subcultura política que pervive en todos los espacios de la vida pública, sin ser excepción los procesos internos de los partidos políticos.
En un esfuerzo insoslayable que muestra el nivel de crecimiento de dicho partido, se llevaron a cabo las asambleas electivas en los 300 distritos electorales en que se divide el país electoralmente, y donde en medio de irregularidades y aciertos se eligieron coordinadores distritales, que posteriormente podrán ser consejeros estatales y finalmente congresistas nacionales.
Sin duda, lo lamentable que deja el ejercicio del pasado sábado y domingo, principalmente en entidades del sur del país, son las arraigadas costumbres de hacer trampa para beneficio de grupos y personajes que hacen de la política mero negocio, en el que el intercambio de candidaturas y puestos de decisión es con base en la capacidad de movilización a través de la compra, acarreo e inducción del voto.
Si bien es cierto que es de reconocer la apertura del partido para incorporar sin mayores requisitos a simpatizantes para afiliarlos formalmente y permitir el pleno ejercicio de derechos políticos de las y los ciudadanos, también hay que subrayar que dicha práctica pierde mérito cuando la apertura se realiza de forma amañada, privilegiando grupos y liderazgos incluso de otros partidos, que solo buscan un espacio de poder en una fuerza política que inminentemente se perfila para continuar en el gobierno federal y obtener más gubernaturas en los próximos procesos electorales.
Los incidentes que han sido exponenciados por una oposición sin rumbo y con nula autoridad moral, habrán de dirimirse ante los órganos internos y las autoridades electorales mediante los recursos que interpongan los propios inconformes del partido guinda, que además han venido señalando desde hace unos meses la falta de condiciones de equidad para la definición de candidaturas y renovación de la dirigencia.
No obstante, las irregularidades suscitadas ponen de relieve el enorme pendiente en lo que se refiere al urgente cambio de mentalidad, actitudes y valores frente a la política, lo que no es un tema menor, puesto que es indudable que el crecimiento de Morena responde a que gran parte de la ciudadanía está depositando su confianza en un proyecto que ha prometido una verdadera transformación del país y que claramente ha ampliado su representación en distintos órdenes de gobierno.
Por otra parte lo sucedido también debe ser un llamado para que en la discusión de la reforma electoral, lejos de disminuir a las autoridades que fungen como árbitros, se busquen los mecanismos que fortalezcan estas instituciones que quiérase o no, han permitido generar los equilibrios necesarios para que no prevalezca la ley del más fuerte, sino la convivencia pacífica e institucionalizada, de lo contrario nos situaremos ante una indiscutible regresión al pasado hegemónico, autoritario, en el que los grupos de poder solo generaron grandes desigualdades al velar por sus intereses.
A partir del siglo XVI el concepto de cultura que originalmente hacía referencia al cultivo en términos de agricultura, se extendió del cultivo de las cosechas al cultivo de la mente como un proceso de desarrollo humano, de tal manera que para el siglo XIX el término se usaba como sinónimo de civilización, en este sentido, el reto continúa siendo apuntar hacia un cambio de mentalidad, para cultivar esos nuevos valores que permitan superar esa subcultura política.
Mucho se ha dicho de dejar atrás estos actos que incentivan la corrupción y otros males que se atribuyen al pasado y a los adversarios, sin embargo si no se atienden más allá del discurso estas actitudes remanentes, la vieja política no solo seguirá sobreviviendo, sino que resucitará en un partido que reiteradamente señaló el oportunismo y las trampas.
De modo que es urgente desterrar estos vicios propios de una deficiente cultura política y que se convierte en un obstáculo para dar el siguiente paso hacia un verdadero cambio acorde con las expectativas y exigencias ciudadanas. Hoy Morena con su amplia representación y legitimidad tiene la oportunidad de evitar convertirse en lo que tanto criticó: un partido corporativista, tramposo y deshonesto.