Otra novela criminal

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Ayer, el Presidente recomendó ver en Netflix el caso Vallarta-Cassez para comprender “lo que sucedía en el pasado”. Pero el pasado que quiere pronunciar muerto, sigue vivo, pues poco hemos hecho para cambiarlo. Por ejemplo, aunque su historia también fue publicada en Netflix, y su amparo está hoy en manos de la Suprema Corte de Justicia, ayer la Comisión de Derechos Humanos de Tabasco desechó la denuncia que por su tortura Gonzalo presentó hace 7 años.

En Ciudad Pemex, en junio de 2015, frente a una gasolinera, Héctor se bajó de su carro a reclamar un golpe. Sin bajar la ventanilla, quien golpeó su carro, le disparó. La bala reventó el vidrio del copiloto y destruyó la mano de Héctor. Al llegar la policía, de la nada, el tipo que le disparó lo acusó de querer secuestrarlo. Para hacer comestible su mentira, acusó además a otros dos que estaban dentro de la gasolinera. De ser verdad, sería el intento de secuestro más bobo de la historia. En plena luz del día. En un trayecto hipervigilado por cámaras de Pemex. Los secuestradores irían en huaraches y bermudas. Sin armas ni teléfonos. No se conocían entre sí.

Gonzalo llevaba 8 meses preso cuando me contó su historia en el comedor de la cárcel de Macuspana. Estaba en la gas, poniéndole aceite hidráulico al motor de su camioneta, cuando escuchó el disparo. Despertó a su tío, Juan Luis: “¡Oye, un balazo!”. “¿Cómo un balazo? ¡Estás tonto, tú!”. Pasaron de testigos a acusados. Hoy siguen en la cárcel, condenados a 50 años.

Los conocí mientras hacía una encuesta en prisiones. Gonzalo me narró que lo habían “absuelto” del caso de la gas. Pero que al instante lo habían acusado “de secuestrar a una abuelita”. La Fiscalía de Tabasco sabía que lo de la gas era un caso muy flaco. Entonces optó por acusarlos de otro secuestro. Lamentablemente para la Fiscalía, se trataba de un secuestro ya resuelto. Días después, por casualidad, Gonzalo se enteró de que había otras 13 personas, varias de apellido Potenciano, detenidas por el mismo secuestro por el que Héctor, Juan Luis y él estaban presos.

La detención de los Potenciano fue nota nacional. Se anunció en conferencia de prensa, con bombo y platillo, un julio 30 de 2015. En las fotografías, el zar antisecuestros, Renato Sales, aparece con Omar García Harfuch, al lado del procurador tabasqueño, Fernando Valenzuela. Los encabezados leían “desarticulan una banda de secuestradores”. De todos modos, meses después, la Fiscalía de Tabasco acusó penalmente a Gonzalo, Juan Luis y Héctor del secuestro de la abuelita, sin importar la incompatibilidad de esta acusación con la de PGR en contra de los Potenciano.

Sin saberlo, la abuelita había acusado en total a más de 17 personas de su secuestro. Sus frases, que no son suyas en realidad, son un lugar común en los expedientes. Que pudo identificar a cada uno de sus secuestradores “plenamente y sin temor a equivocarse”. Que “la venda se aflojó”. Que “los vio por el reflejo de un espejo”; que por “la voz”. Por fortuna, en su juicio, la abuelita aceptó que no podía recordar nada. Aunque Gonzalo, Héctor y Juan Luis fueron absueltos, no volverían a sus casas. Fueron reaprendidos dentro del tribunal, otra vez acusados del intento de secuestro de la gasolinera. Los condenaron, sin evidencia nueva y sin importar que una vendedora ambulante que vio el balazo y lo grabó con su celular, declarara que nadie intentó secuestrar al tipo que le disparó a Héctor.

El 20 de junio de 2015, el día que la policía de Macuspana se los llevó detenidos, los trasladaron a las oficinas clandestinas de la Fiscalía de Alto Impacto en Villahermosa, cuyo titular era entonces César Oliveros Aparicio. Los interrogaron a gritos, a golpes y con bolsas de plástico en la cabeza. Un hombre apellidado Covarrubias estuvo a cargo de la tortura. Hoy, César Oliveros Aparicio es el zar antisecuestros de Claudia Sheinbaum. Fernando Valenzuela Pernas, profesor de Derecho. Y Francisco Vera Ayala, litigante de este caso, es el fiscal antisecuestros de Puebla. Todo es presencia, decía Octavio Paz. Todos los siglos son este momento.

El autor es Abogado con cámara.