Rosario y los asesinos de Elota

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El Universal

Ayer estaba viva y hoy está muerta. Ayer buscaba a su hijo desaparecido y hoy su familia tuvo que salir a la calle a buscarla.

La encontraron muerta junto a unas vías.

Esta historia indignante ocurrió en Elota, Sinaloa.

Rosario Rodríguez Barraza acudió en compañía de otras madres buscadoras a una misa en la iglesia de La Cruz, para conmemorar el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Al terminar la misa había oscurecido. Rosario le envió un mensaje de texto a una de sus sobrinas. “Ya voy para allá”. Le pidió que estuviera pendiente y recibiera un artículo que había comprado.

Regresó caminando a un lado de las vías que atraviesan La Cruz, la cabecera municipal de Elota. Su domicilio se hallaba a dos cuadras de distancia.

Eran cerca de las 9 de la noche.

Un niño muy asustado llegó corriendo a la casa de Rosario y le informó a su hijo que unos hombres armados acababan de subirla a la fuerza a una camioneta blanca. “Una camioneta lujosita”, dijo.
A bordo del vehículo iban unas cuatro personas.

La familia salió corriendo a la calle. Los familiares de Rosario comenzaron a comunicarse por teléfono: “¿Sabes algo? ¿Es cierto que se le llevaron?”.

El 16 de octubre de 2019, uno de los hijos de Rosario, Fernando Abixahi Fernández, se metió a bañar y salió a trabajar rumbo al “empaque”, un centro de labor en el que los trabajadores empacan –precisamente– tomates y pepinos, entre otras cosas.

En las mismas vías en donde tres años más tarde iba a desaparecer su madre, Fernando fue subido por la fuerza a un vehículo. Tenía 19 años la última vez que lo vieron.

Elota es uno de los bastiones del Cártel de Sinaloa. Es una zona de paso de fentanilo. Apenas en mayo pasado, cinco sicarios con armas de alto poder de ese cártel se enfrentaron a tiros con policías. Un mes más tarde, alertadas por una llamada anónima, las autoridades localizaron en las primeras horas de la mañana cuatro cadáveres con alto grado de descomposición en la calle Villa Universidad.

Todo eso forma parte de la vida cotidiana en Elota. En la zona de matorrales cercana al Aguaje suelen aparecer cuerpos de hombres ejecutados. Han aparecido también los cadáveres de hombres decapitados. 

Por no hablar de las osamentas que la gente ha encontrado desde al menos 2017 en los alrededores de la Playa Ceuta.

Los titulares son frecuentes: “Hallan restos humanos”, “Descubren dos osamentas”, “Hallan a uno decapitado y encobijado en La Cruz de Elota”, “Encuentran a un hombre asesinado en Elota, con huellas de tortura”.

Desde 2019, Rosario Rodríguez Barraza inició la búsqueda permanente de su hijo. Abrió una página en Facebook, “Corazones sin justicia”, a la que pronto se sumaron cientos de madres que andaban también en busca de respuestas.

Cuentan sus familiares que algunas veces ella salía completamente sola a buscar entre los manglares. Otras veces se sumaban decenas de madres buscadoras. “Se ha escuchado que hay cuerpos en los manglares; en el pueblo el rumor es viejo”, narra una de las integrantes del colectivo.

El pecado de Rosario, creen las madres buscadoras, fue llevar a Elota a las autoridades que acompañaban y protegían al colectivo: Sedena, Marina, Guardia Nacional, policías estatales.
Hace dos meses, entre los matorrales solitarios de Playa Ceuta, Rosario advirtió un montículo de tierra removida. Clavó una varilla. Todo se inundó de un olor distinto. A solo medio metro se hallaban los restos de una persona.

“El problema es que ella metía al gobierno”, cuentan vecinos del poblado. “Eso molestaba: cada que hacía su búsqueda metía al gobierno”.

En dos meses, el colectivo “Corazones sin justicia” halló bajo la arena cinco cuerpos. Al hijo desaparecido de Rosario le faltaban algunos dedos de la mano izquierda. Ninguno de los cadáveres hallados poseía estas características. “Hay que seguir”, decía Rosario.

En su búsqueda había una segunda razón: también una media hermana suya había desaparecido una noche en las calles de Elota. Tenía solo 26 años. “Esa muchacha no apareció. No llegó a dormir. Una señora vio que también a ella se le llevaban en un coche”, cuentan.

La noche anterior al momento en que escribo estas líneas, vecinos se acercaron a la casa de Rosario para decir lo que nadie quiere oír. Que había un cuerpo tirado en las vías, “muy cerca del vadito”.

Eran las 11:30 de la noche. Habían pasado menos de dos horas desde su desaparición. Siete miembros de la familia salieron corriendo a la calle. No los dejaron acercarse. Les dijeron, simplemente, “es ella”.
Al día siguiente el gobernador Rocha Moya dijo que en la mesa de seguridad ya tomaron medidas para que se lleve a cabo una investigación. La investigación está hecha, porque allá, todo mundo sabe lo que está pasando en Elota.