Reforma
La más admirable de las virtudes humanas es “el coraje”, escribió John F. Kennedy, en su famoso libro Perfiles de Coraje. Historia de las presiones a las que fueron sometidos ocho senadores de Estados Unidos de Norteamérica, “y la gracia con que las soportaron los riesgos de sus carreras, la impopularidad de sus procederes, la difamación de sus personalidades…”. En el Senado de la República mexicana faltó coraje cívico a la hora de elegir a su presidente de Mesa Directiva. ¿Faltará contra la militarización? ¿En serio la transformación morenista era convertir en un cuartel al Palacio Nacional?
El libro de Kennedy lo reeditó hace poco la Comisión de Bibliotecas del Senado mexicano. Los senadores de Morena no deben tomar a insulto la recomendación de leerlo, incluso ganó, en 1957, el premio Pulitzer. Recordarán que no se puede construir un país sin ese valor, sin esa audacia mostrada por los héroes liberales mexicanos que dicen admirar: Juárez, Ocampo, Santos Degollado, Zarco y otros que salvaron a la República carcomida precisamente por los “fueros” eclesiásticos y militares, sí militares, de Antonio López de Santa Anna.
Kennedy reivindica a John Quincy Adams, por renunciar a su partido, el Partido Federalista, y asumir, después con arrojo, el combate a la esclavitud. “Lucifer” le dijeron sus antiguos correligionarios al senador Adams -de la misma tierra que Kennedy-, por votar un embargo aparentemente ruinoso para su Estado y claramente antipopular. Le llovieron los insultos, caricaturas y epítetos: “escarabajo”, “ambicioso”, “renegado”. Adams confesó a un colega: ese voto nos costará nuestro cargo en el Senado, “pero el interés privado no puede ser contrapuesto al bien público”. Adams nadó a contracorriente, cruzó la tormenta, aguantó el lodazal, y tiempo después con su verticalidad fue el sexto presidente de Estados Unidos.
Una nación que ha olvidado la cualidad del coraje -diría Kennedy- quizá ya no premie esa conducta en sus dirigentes. Tal vez triunfarán las muecas falsas y frases huecas de “políticos tiktokeros”, o las gesticulaciones y rollitos baratos en el “face”. Aunque duela: Morena pone encima su lealtad al “like conservador” del Zócalo, que su anterior argumento liberal, historia civil y razón de defensa de los derechos humanos.
Confieso que me entusiasmó el discurso, y entiendo, convicción del senador Monreal, de que el Senado de la República “no es extensión del Ejecutivo… y es órgano de control constitucional”. Por eso voté por él para presidir el Senado. Sólo un Senado fuerte, desde la antigua Roma, conjura los peligros del poder unipersonal de un emperador (siempre soportado por milicias). ¿No defendió eso, con coraje, Benito Juárez para acabar con el Imperio belicoso de Maximiliano? ¿Va a regresar Morena el privilegio castrense, que el héroe de Guelatao les negó?
Monreal tiene razones para no presidir el Senado: competir por la CDMX con la oposición, un nuevo abrazo con Mario Delgado, un desayuno con el Presidente, etcétera. Está en su derecho. ¿Las tendrá para no liderar una mayoría de sus compañeros que evite la militarización de México?
Creo que la Cámara Alta sería más alta con Monreal en su presidencia. Kennedy mostró coraje en muchos momentos de su vida para defender la libertad, incluso aquella vez, en 1963, frente al intransitable Muro de Berlín, Alemania, que dividió al mundo. Aquel muro era fuerte, enorme, invencible, era custodiado por un tronante ruido de las botas y la amenaza de tanques y fusiles. Y un día cayó.
Kennedy lo dejó claro: lo que hoy parece sólido, resistente, robusto con mucho aplomo, cae mañana con una buena dosis de coraje ciudadano. ¿Queríamos una nueva mayoría en el Senado para jugar canicas, senador Monreal? Es septiembre: creo que queríamos una mayoría para que pesara más el verde, blanco y colorado, y se escuchara el Himno Nacional; no para que brillara el verde olivo y sonara el toque de queda. ¡Paso redoblado! ¡Ya!