¿Existe una esperanza para Oaxaca?

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Javier Chávez 

Así como muchas personas, hasta hace unos años, me desenvolvía en mis actividades profesionales; la cotidianidad me hacía caminar prácticamente por las mismas calles, iba a los mismos sitios y evitaba adentrarme en algunos barrios y colonias porque “eran peligrosos”, según algunos comentarios fundamentados en el estigma social.

Un día, hastiado de los malos gobernantes, cansado de insistir por “la vía institucional”, en la exigencia de mejores condiciones para realizar las actividades del día a día, decidí tomar acción, decidí poner el ejemplo, demostrar que cuando se quiere se puede.

Unos días después, tomé herramientas, asfalto y con un grupo de amigos salí a la calle a tapar unos inmensos baches que tenían años de no repararse; ese día conocí lo que un mal gobernante es capaz de hacer para no ser exhibido por su inoperancia: me mandó a la policía, con toletes y todo.

Las y los vecinos del lugar, en una gran muestra de solidaridad, al ver esta acción tomaron en sus manos el material junto a las herramientas y pusieron manos a la obra, confrontando incluso a los policías, en ese momento dije: “lo logramos, les pusimos el ejemplo”. Una hora más tarde la autoridad municipal anunció un programa de bacheo.

A partir de ahí comencé a caminar, a platicar y conocer personas, dándome cuenta de cuántas cosas hacen falta, no solo en la ciudad, sino en todo nuestro estado, pero a pesar de toda las carencias y problemáticas, pude comprobar que en Oaxaca hay esperanza, la esperanza de construir una sociedad mejor. La ciudadanía sigue teniendo un firme propósito de construir un nuevo futuro, un mejorpresente y aprender de los fantasmas del pasado.

He podido recorrer las trescientas siete colonias de Oaxaca de Juárez, también los siete municipios alrededor de ésta, llegando a lugares donde la necesidad es inmensa y han padecido una falta de atención total durante años.

Recuerdo muy bien un par de colonias: 17 de marzo y 21 de marzo; colonias que se fueron formando ante la necesidad de las personas de un lugar donde habitar y, a quienes bajo engaños, los llevaron a vivir en lo más alto del cerro, un lugar en el que ni el municipio de Oaxaca de Juárez, ni el de San Jacinto Amilpas, los quiere reconocer, aun y cuando viven ya más de 150 familias. Esto se convierte en una tierra de nadie.

Al lugar se llega hasta un punto en mototaxi y de ahí a caminar, viendo algunas casitas de lámina, unas sin techo y otras incluso volteadas por el viento; ahí en la casita más lejana, hecha de lámina, sin luz porque no hay electrificación, sin agua porque ni las pipas entran, le pregunté a doña Milagros, una señora de 73 años: “¿y cómo le hace con el agua?”, a lo que me respondió: “pues con la poca que recojo cuando llueve”. Es ahí cuando supe en verdad cómo se siente un corazón estrujado.

Y aún con esa necesidad, su petición nos llevaba a otro lado: me dijo que a ella le gustaría que le hicieran, por lo menos, un caminito para llegar a su casa, ya que por su edad, le era imposible salir debido a que no podía con la loma.

Como el caso se la doña Milagros, he visto tantas carencias, que a pesar de los esfuerzos y acciones plasmadas en la agenda 2030 y más allá de las cifras, para Oaxaca hay un gran trecho que recorrer, pero que a pesar de todo, la gente está llena de esperanza, llena de ilusiones, de que un buen día alguien voltee a verlos, los visite, los escuche y les tienda una mano.

Y así he ido forjando mis conviciones por construir una sociedad más justa, una sociedad en paz, un lugar mejor para todas y todos, algo que sin duda llevará muchos años y mucho esfuerzo, pero que como una meta trazada, estoy seguro que se puede lograr.

Yo ya comencé a construir un nuevo futuro para Oaxaca ¿y tú?