Alfredo Martínez de Aguilar
En el marco del Día Mundial de la Alimentación, que se celebrará en dos días más, el domingo 16 de octubre, es pertinente reflexionar sobre la actual y futura crisis alimentaria que sobrevendrá.
En el mundo, la seguridad alimentaria concierne a todos. En el 2050 la escasez de alimentos a la que se enfrentará el mundo será insostenible. Cada día en México hay más hambre y desnutrición.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el año pasado, en 2021 alrededor de 828 millones de personas en el mundo enfrentaron hambre.
Una de cada 10 personas en el mundo no tienen suficientes alimentos. El 60% de las personas con hambre son mujeres. Ocurren 8 millones de muertes prematuras al año por la malnutrición.
Cada 10 segundos muere una niña o niño por causas relacionadas con la desnutrición en el mundo. Uno de cada 4 niños indígenas mexicanos padece desnutrición crónica (ENSANUT 2018).
El 23.5% de los 126 millones de mexicanos vive en pobreza alimentaria (CONEVAL, 2022). En México, 69.5%, equivalente a 8 millones 340 mil, de las personas indígenas viven en pobreza.
De ese 69.5%, 41.6% son indígenas en pobreza moderada y 27.9% indígenas en pobreza extrema, que contrasta con la pobreza moderada de la población no indígena 33.7% y pobreza extrema del 5.3%.
El hambre y la desnutrición en México son dramáticas. La pobreza pasó de 51.9 millones de mexicanos en 2018 a 55.7 millones en 2020, lo que representa 43.9% de la población total.
Hay 3.8 millones más pobres desde el inicio de este sexenio. El número de personas en pobreza extrema pasó de 8.7 millones en 2018 a 10.8 millones en 20120 (8.5% de la población total).
El sistema alimentario mundial y nacional es vulnerable por el impacto del cambio climático, el caos provocado por la pandemia, los conflictos bélicos, la desigualdad y los cambios económicos.
La lucha contra el hambre tiene puntos críticos a enfrentar: cambio climático, desechos alimentarios, acceso a innovación, condiciones extremas del agua e interrupción de la cadena de suministro.
En México se desperdician más 30 mil toneladas diarias de comida de restaurantes, los hogares y hoteles que termina en la basura y podrían alimentar a 28 millones de personas con carencia alimentaria.
Cada año se desperdician en México 20.4 millones de toneladas de comida, un promedio de 158 kilos por persona, según datos del Banco Mundial, equivalente al 34% de la producción para consumo humano.
Siguiendo las estimaciones de la FAO, solo la capital mexicana tira a la basura cerca de 13,000 toneladas de comida cada día, mientras que casi 15% de su población tiene carencia alimentaria.
El problema es fundamental en términos de sustentabilidad, pero también en términos netamente económicos: el desperdicio de comida representa pérdidas por 50,000 millones de pesos anuales.
La seguridad alimentaria es muy importante, pero debe hacerse a través del cambio en la forma en que producimos los alimentos y una transformación profunda en el sistema agroalimentario mundial.
El reto actual y a corto plazo es alimentar a más de 820 millones de personas que padecen hambre y a los 2000 millones de personas más que vivirán en el mundo en 2050, es decir en 28 años más.
Los agricultores pueden ser los héroes climáticos al devolver el carbono al suelo, donde puede beneficiar a los cultivos, así como al medio ambiente con cultivos de cobertura y la labranza de conservación.
Acercar a los agricultores la última tecnología y conocimientos para mejorar las cosechas utilizando menos recursos es esencial para que los sistemas alimentarios locales se vuelvan más estables.
El desarrollo de cultivos resistentes a sequías o inundaciones puede ayudar a los agricultores a adaptarse al cambio climático con patrones de lluvia tan cambiantes en los últimos años.
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