Alfredo Martínez de Aguilar
El retiro del Grupo Modelo del Istmo de Tehuantepec, que se suma a la quiebra y cierre de cientos de pequeñas, medianas y grandes empresas, es una constante histórica en esa y las demás regiones del estado.
Dada la complacencia y complicidad gubernamental, este éxodo empresarial obliga a la reflexión al mantenerse en la extrema pobreza miles de hermanos istmeños al quedarse sin empleo e ingresos para sus familias.
Poco o nada importa a los funcionarios istmeños que, por primera vez, llegan al poder estatal a satisfacer sus ambiciones político-económicas en la tercera alternancia política en Oaxaca con Morena de la mano del gobernador Salomón Jara.
Acaso cree usted, querido lector, que interese a los controvertidos funcionarios Jesús Romero López, Nino Toledo Morales o a Emilio Montero López que por la anarquía e ingobernabilidad el Grupo Modelo se vaya del Istmo. ¡Les vale madre!
Ha pasado casi medio siglo de la fundación de la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo (COCEI) con apoyo y financiamiento gubernamental en 1974, y del primer municipio mexicano gobernado por un partido político de corte socialista, Juchitán, en 1981.
El saldo de los gobiernos y organizaciones de izquierda en el Istmo de Tehuantepec es rotundamente negativo. Es escandaloso el enriquecimiento a manos llenas de sus dirigentes, gobernantes, funcionarios y sus familias.
A la luz de los hechos, es por demás evidente que al igual que en México y en el resto de las regiones de Oaxaca, su peor maldición han sido los gobiernos y organizaciones de izquierda. La terca realidad finalmente termina por imponerse.
Estos, al igual que ayer, hoy más que nunca, siguen usando como carne de cañón e instrumento de explotación a los pobres desde el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), son los nuevos caciques.
Los dirigentes históricos y sus hijos y los hijos de estos se han convertido a la vista de todos, con criterio patrimonialista del poder y del dinero público, en los nuevos terratenientes y latifundistas agrarios y urbanos.
Actualmente, son prósperos empresarios y políticos aburguesados, peores que aquellos a los que decían combatir férreamente, aunque de dientes para afuera sigan presentándose como rabiosos radicales de izquierda.
Con la supuesta bandera de la justicia y reivindicación social, antes de llegar al poder, en y desde el poder, extorsionaron, chantajearon, secuestraron a empresarios y trabajadores y provocaron el quiebre y cierre de empresas.
Hicieron de la anarquía e ingobernabilidad su principal fuente de riqueza en complicidad con los gobiernos, federales, estatales y municipales, a través de las presiones y chantajes, de bloqueos, toma de oficinas y retención de funcionarios.
Totalmente incongruentes con sus supuestas convicciones revolucionarias, los dirigentes históricos y sus herederos, hipócritamente se han dedicado a servir a los intereses del viejo y nuevo PRI y del PAN en los gobiernos neoliberales.
Ahora, son lacayos incondicionales del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en Morena, como antes lo fueron de Luis Echeverría y del propio Carlos Salinas, padre del neoliberalismo del PRIAN.
Cooptados por la corrupción, derivada de su desmedida ambición de poder y dinero, no tuvieron ningún escrúpulo en hacerse cómplices de los peores presidentes de la República saqueadores a lo largo del último medio siglo.
Lo peor de todo y por lo que los condena la historia es ser conscientemente títeres del imperialismo yanqui, al que dicen combatir al sabotear de manera permanente el crecimiento y desarrollo del Istmo de Tehuantepec.
Dos siglos después de la firma del Tratado McLane-Ocampo los izquierdistas de la COCEI, cómplices del imperialismo yanqui coadyuvan desde Morena a entregar el Istmo mexicano, oaxaqueño y veracruzano, a Estados Unidos.
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