Alfredo Martínez de Aguilar
Para nadie medianamente informado es desconocido que la escandalosa corrupción ha sido la columna vertebral del sistema político mexicano de ayer y de hoy, sin importar que partido gobierne el país.
A lo largo de la historia, mucho daño ha hecho a México la simulación en la aplicación de la ley por venganza política y no por estricto espíritu de justicia, sobre todo, en el fallido combate a la corrupción.
En el mejor de los casos, las buenas intenciones de los hombres en el poder se estrellan con la criminal impunidad generada por las amplias redes de complicidad en los tres órdenes gobierno.
Para evitar que el combate a la corrupción fracase rotundamente en el Municipio capitalino urge atrapar a los “peces gordos” y “tiburones” involucrados en el saqueo de vehículos del Encierro Primavera.
No basta la detención de dos “charales” probablemente participantes en el robo de más de 800 vehículos y menos todavía la simple renuncia de seis funcionarios del Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez.
El principal interesado debe ser el presidente municipal, Francisco Martínez Neri, para sentar un precedente altamente positivo y de congruencia con los postulados de Morena, no robar, no mentir y no traicionar.
Es su obligación constitucional insoslayable coadyuvar con el Ministerio Público y aportar las pruebas necesarias para llegar al fondo del robo vehicular, hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga.
En caso contrario, de no hacerlo, se deteriorará su imagen personal y la de su gobierno, como, de hecho, ya ocurre al considerársele probable cómplice, por acción u omisión, al lavarse las manos.
Debe aplicarse todo el peso de la ley contra los autores intelectuales y materiales que planearon y ejecutaron el robo de 810 unidades entre automóviles, motocicletas y bicicletas, que no es un asunto menor.
El modus operandi de los “peces gordos” y “tiburones” involucrados en el saqueo de vehículos del Encierro Primavera es de delincuencia organizada. Es una acción previamente concertada entre varias personas.
Para nadie es desconocido, porque es por demás evidente, público y notorio, que el alcalde capitalino está prácticamente secuestrado por sus enemigos encubiertos y, lo peor, por traidores.
Los reiterados señalamientos en contra de sus amigos y más cercanos colaboradores por probables actos de corrupción y claros abusos de autoridad, fortalecen la hipótesis de la traición.
Durante muchos años, los militantes de izquierda, supuestamente por convicción, lucharon hasta derramar su sangre por la democracia y justicia social, hoy no deben fallar al pueblo que los eligió.
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