DETRÁS DE LA NOTICIA: ¿Por qué el odio que destruye el patrimonio cultural de Oaxaca?

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Alfredo Martínez de Aguilar

Para observar que en Oaxaca lo increíble es realidad y la realidad es increíble, basta no perder la capacidad de asombro ante los hechos surgidos contra toda lógica y mínimo sentido común.

 

El caso más condenable por criminal es la creciente destrucción de los edificios coloniales e históricos del Centro Histórico, considerados por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.

 

Frecuentemente, se atenta contra el icónico Templo de Santo Domingo de Guzmán e, incluso, por exigir respeto, cobardemente de manera tumularia contra el Prior Dominico, Alejandro Latapí.

 

Lo hace el Ayuntamiento capitalino al permitir el Memorial de las Víctimas de Nochixtlán y la venta de espacios al comercio informal en Santo Domingo, por sus propios regidores y funcionarios.

 

Y lo hace el Gobierno del Estado, como ocurrió ayer, al romper la centenaria cantera de la Catedral, para colocar un toldo de la Secretaría de Turismo, obligada a cuidar el patrimonio cultural.

 

Lo peor de todo, es la actitud apática e indiferente por cobardía o abierta complicidad de las autoridades federales responsables de proteger el patrimonio cultual de Oaxaca, como el INAH.

 

No son los únicos. ¿Dónde está la condena de los directivos y asociados del Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Natural y Cultural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax)? ¡Es lamentable!

 

Con la muerte del universal Maestro Francisco Toledo los directivos y asociados del quijotesco Pro-Oax perdieron la voz de protesta contra la creciente destrucción del patrimonio cultural de Oaxaca.

 

Y dónde está la voz de denuncia y condena del radical sacerdote guerrillero Wilfrido Francisco Romualdo Mayrén Peláez, “Padre Uvi”, ex apoderado legal de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca.

 

Y dónde la voz de protesta, denuncia y condena de los actuales apoderados legales de la Curia Diocesana, Presbíteros Aureliano Díaz Jiménez y Domingo Jesús Martínez Ramírez. ¡El silencio es cómplice!

 

A partir del prefabricado conflicto estudiantil del 68, luego del 76 y, después del 2006, se da como constante histórica la obsesión de la izquierda por destruir el patrimonio cultural de Oaxaca.

 

Los anarcolocos se arman con pedazos de cantera para enfrentar la supuesta represión policíaca que de manera excepcional intenta fallidamente cumplir su obligación de hacer respetar la ley.

 

 

En nombre de la primera revolución del Siglo XXI, se agravó en 2006 la destrucción e incendio de los centenarios edificios coloniales e históricos por pirómanos hoy en el Gobierno del Estado.

 

Los supuestos movimientos revolucionarios, socialistas y comunistas, han sido utilizados por los presidentes y en Oaxaca por ex gobernadores, gobernadores o por sectores gubernamentales.

 

Está amplia y detalladamente documentado que para aburguesarse, los marzistas y marzólogos de ayer y de hoy, han sido eternos cómplices de los gobernantes de los tres órdenes de gobiernos.

 

Son, pues, lumpen proletario bañado en las “cañerías” de los gobiernos capitalistas bajo el lema “contra los ricos hasta emparejarnos”. Los nombres salen sobrando, son ampliamente conocidos.

 

A quienes lo duden por ingenuidad, ignorancia o abierta complicidad, ahí están gobernando o integrando los Cabildos y Ayuntamientos Municipales, o bien, en el gabinete legal o ampliado.

 

Es evidente, pública y notoria su hipocresía al seguirse enriqueciendo, ya no con las presiones y chantajes desde las organizaciones políticas y sociales, sino directamente de las arcas públicas.

 

Salvo cada vez menos honrosas excepciones, al llegar al poder por la vía democrática o armada, la mayoría de los revolucionarios socialistas y comunistas, se convierten en los peores corruptos.

 

Aflora su verdadero yo antidemocrático, autócrata, autoritario y represivo, como resultado de su resentimiento y odio social que vuelcan contra todos aquellos que en mala hora desgobiernan.

 

Entendible, tienen vicios de origen, infancia es destino, algunos son bastardos y equivocadamente les pesa toda la vida, otros son hijos no deseados ni amados, golpeados y abusados sexualmente.

 

Otros más trocaron sus graves carencias y maltratos infantiles en frustración, amargura, resentimiento y odio social, cobijado ayer y hoy en la lucha de clases de pobres contra ricos.

 

Desde el poder odian en consecuencia toda figura y símbolo representativo del principio de autoridad, la familia, la escuela, la sociedad, el gobierno, el Estado y la Iglesia. La ley no es la ley.

 

 

alfredo_daguilar@hotmail.com

director@revista-mujeres.com

@efektoaguila