Claudia Galguera
La gentrificación es el tema “de moda”, el cual interviene en cualquier charla de políticas públicas o campañas electorales, pero a pesar de lo escuchado del tema ¿cómo podemos definir a la gentrificación?
Retomo una definición que me parece oportuna y bastante precisa, la del programa ONU-Hábitat: “..sucede cuando un proceso de renovación y reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención”.
Este fenómeno lo hemos empezado a vivir desde hace ya varios años en nuestra ciudad, observando que una ola de personas con mayor adquisición, ha venido a adquirir o rentar inmuebles en las zonas céntricas e históricas de Oaxaca, subiendo exageradamente los costos de los inmuebles y, en general, el costo de vida, ya que también los productos y servicios son más caros. Haciendo que solo la clase media alta y alta puedan pagar un café en $80 o una rebanada de pan en $120.
Esto por supuesto trae repercusiones sociales. Los originarios de colonias y barrios céntricos que han vendido o rentado sus propiedades, se tienen que desplazar a los suburbios o municipios de las afueras de la ciudad en donde pueden adquirir o rentar viviendas de menor costo, cambiando su estilo de vida y costumbres. Esto implica distanciarse de su familia y muchas veces de sus raíces.
Los pequeños comercios establecidos como la miscelánea, las pequeñas panaderías o las cenadurías, ahora se van convirtiendo en cafeterías “aesthetic”, restaurantes de cocinas de autor y bares selectos, que presentan menús exorbitantes, inaccesibles para el ciudadano promedio.
Al haber una proliferación de puntos turísticos, restaurantes, hoteles, airbnbs, los servicios públicos se ven saturados, tal es el caso del agua potable, servicios de limpia y basura, entre otros. Lo que repercute severamente a la población en general.
La influencia cultural, por demás basta en nuestra ciudad, también se ve transgredida por nuevas costumbres que gradualmente se van adoptando por la población originaria, un proceso que mercantiliza nuestras raíces y funcionan como meros aparadores turísticos dignos de una selfie para instagram.
¿Y entonces, existe algo de bueno en la gentrificación?
Si se adoptan políticas económicas enfocadas a la recaudación de impuestos para nuevos avecindados, y dichos recursos generados se emplean para el mantenimiento y preservación de nuestros sitios históricos, así como al mejoramiento de los servicios públicos, se contribuiría a la mejora de la calidad de vida de los capitalinos.
La gentrificación de igual manera se puede observar como una oportunidad para el crecimiento económico, si se fomenta la pequeña empresa a través de microcréditos, se restauran viviendas deterioradas y esto da paso a ofrecer servicios de calidad a un nuevo flujo de habitantes que demanda atención de alto nivel.
Sin duda hay mucha tarea en cuanto a las nuevas formas de vida, en donde convergen los pobladores originarios de los barrios y los extranjeros y nacionales de alto nivel adquisitivo que se avecinan en ellos, la mala planeación de este crecimiento afecta a las ciudades y a su población y se convierte inclusive en un problema de exclusión, afectando especialmente a la población más vulnerable.