Dar el paso para Vernos, más allá de bits y bytes

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Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos

En una era donde la virtualidad gana terreno por encima de la realidad física, donde el torrente interminable de contenido en streaming y la vasta maraña del internet nos inmovilizan, surge “Vernos”, proyecto aún en proceso pero ya con un primer volumen llevado a cabo en Casa Bestia, fue un refugio en una realidad cada vez más digital que considero completamente pertinente..

 

Miguel Cintas, el artífice detrás de Vernos, describe el proyecto como una serie de encuentros offline dedicados al intercambio de materiales digitales, sin embargo, Vernos es mucho más que eso: es un intercambio de ideas, de autores, de artistas y, sobre todo, de experiencias porque todos tenemos algún disco, algún libro, una película o algo que compartir. En una tarde amena, lo digital da pie a lo físico, transformando archivos y bits en conversaciones y encuentros cara a cara. Los que acudimos al llamado de Vernos compartimos música, libros, películas y anécdotas.

 

Como promesa de campaña, que si se cumple, cada encuentro incluirá un “paquete” comprimido (zip/rar) con una selección especial hecha por amigos del evento. En esta primera edición, las contribuciones vinieron de artistas y creadores como Andrea Aguilar, Miko Revereza, Rolando Hernández, Vica Pacheco, VIRREINA y Lucía R.

 

Algo fundamental es que la selección de materiales, una vez obtenido para el encuentro, no circulará en la red; solo puede conseguirse asistiendo a los encuentros o a través de la red de personas que lo resguardan en sus dispositivos personales. Esto, claramente, representa un acto de confianza y comunidad que contrasta con la naturaleza impersonal de la mayoría de los intercambios digitales, en dónde cada vez (re)conocemos el origen de lo que consumimos/compartimos.

 

Una de las singularidades de Vernos es que no solo es un espacio para compartir,  también tiene un trasfondo ambiental y social significativo, ya que se estima que un servidor de Google puede consumir la misma cantidad de agua que una ciudad de 320,000 habitantes al año, alrededor de 16,000 millones de litros. Además, descargar 1 GB de información en la red puede consumir hasta 200 litros de agua. Vernos crea conciencia sobre el impacto ambiental del almacenamiento y la transferencia de datos digitales.

 

Durante el evento, cada solicitud de material fue anotada en una lista y se calculó el impacto ecológico que tendría alojar esos archivos en algún servidor virtual, de esta manera la cifra total del evento fue de 15.65 gigabytes compartidos, lo cual representó 3,068 litros de agua no utilizados.

 

Vernos ofrece una alternativa humana y directa para descubrir nuevos contenidos, al compartir archivos y experiencias cara a cara, los asistentes tienen la oportunidad de explorar nuevas posibilidades y romper con la monotonía de las recomendaciones digitales, en lugar de confiar en algoritmos, se confía en ela curaduría personal y el juicio de amigos y conocidos.

 

El proyecto se inspira en sistemas como el IPFS (InterPlanetary File System) y el intercambio peer to peer, recordando la simpleza de los gestos tecnológicos de antaño, como pasarse archivos por infrarrojo o bluetooth, en pleno siglo 21 Vernos busca adaptarse y aprender sobre las mejores prácticas para este tipo de intercambios, esperando con entusiasmo las sorpresas y conexiones que surjan.

 

En un momento en que la tecnología parece alejarnos más que acercarnos, donde la hiperfragmentación de los servicios de streaming y la “spotifysación” de las industrias creativas predominan, iniciativas como Vernos son un recordatorio de la importancia de la conexión humana. Nos recuerdan que, aunque vivimos en un mundo digital, no debemos olvidar el valor de lo tangible, lo físico, lo cara a cara. Personalmente, me recordó aquella época en la que mi distribuidor de música en el tianguis me conseguía discos de bandas independientes que, sin su intervención, nunca hubiera escuchado, o cuando iba a jugar e intercambiar cartas de Yu-Gi-Oh! con desconocidos en el exterior de una conocida juguetería de la ciudad y terminábamos recomendándonos y prestándonos cómics, manga o anime.