El mito que nos arrebataron los Gallagher

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Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos

En un verano de 2009, en un escenario inmenso de París, un anuncio cambió la historia de la música, pero específicamente del britpop para siempre: “Liam y Noel se pegaron, el grupo ya no existe”. Con esas palabras, se sellaba la ruptura de Oasis, la banda que definió a más de una generación, y se abría una brecha que duraría 15 años entre los hermanos Gallagher, ya que aquella pelea en los camerinos no solo marcó el fin de una era musical, sino que también dio inicio a un mito; un mito que, en 2025, promete regresar a los escenarios, dejando un sabor agridulce.

Oasis, pésele a quien le pese, no fue solo una banda, es un fenómeno cultural, desde su primer álbum Definitely Maybe en 1994, los Gallagher se (auto) posicionaron como reyes del britpop. Es imposible negar que Wonderwall, Don’t Look Back in Anger y Champagne Supernova sean himnos, no sólo por su melodía pegajosas, sino porque encapsulan la voz de quienes crecieron junto al conjunto inglés, sin embargo, detrás de esos éxitos, siempre estuvo la sombra de la tormentosa relación entre Liam y Noel, una relación que, en muchos sentidos, definió tanto la esencia de la banda como su eventual desmoronamiento.

El anuncio de una gira de reunión en 2025 ha sido recibido con entusiasmo y escepticismo a partes iguales, no es solo una oportunidad para revivir los éxitos de antaño; es un recordatorio de que incluso los mitos más grandes pueden ser derribados por la dura realidad de la mercantilización. ¿Es esta reunión un verdadero acto de reconciliación, un deseo genuino de cerrar viejas heridas, o simplemente una estrategia comercial, un intento por capitalizar una nostalgia que se ha vuelto rentable?

La mercantilización de la nostalgia es un fenómeno que hemos visto repetirse una y otra vez en la industria de la música, antes de que Natanael Cano, IDLES, Arctic Monkeys, Peso Pluma, Cristian Nodal, Alemán o Taylor Swift fueran considerados “rockstars” contemporáneos, Oasis era sinónimo de rebeldía, de juventud desenfrenada, pero con cada regreso, con cada gira de reunión, ese sentimiento de autenticidad, esa chispa de rebeldía, parece desvanecerse un poco más, sobre todo con el antecedente de los Gallagher.

Como alguien que ha seguido la trayectoria de Oasis, pero sin considerarme un fan acérrimo, personalmente no puedo evitar sentir que algo se ha perdido en el camino, la idea de ver a los Gallagher juntos en el escenario nuevamente debería llenarme de emoción, pero en lugar de eso, me invade una sensación de pérdida, la magia de Oasis, su esencia, estaba en su imperfección, en su capacidad para crear arte desde el conflicto y la contradicción. Al reconciliarse y volver a los escenarios, esa imperfección probablemente se habrá suavizado, se habrá convertido en un producto más para consumir.

Esto no es exclusivo de Oasis, recuerdo la emoción que sentí cuando Austin TV anunció su regreso, fueron una de esas bandas que definieron mi juventud, que me acompañaron en mis momentos más oscuros y me hicieron sentir que no estaba solo y aunque la idea de verlos en vivo me llena de alegría, no puedo evitar sentir que esa mística que los rodeaba se ha diluido. La mercantilización de la nostalgia tiene ese efecto, transforma lo que una vez fue especial, único y auténtico, en algo predecible y, en última instancia, desechable.

Es importante reconocer que no hay nada de malo en querer revivir el pasado, de hecho mi escritorio en casa lleno de parafernalia que me contradeciría, todos buscamos en la nostalgia un refugio, una forma de reconectar con una parte de nosotros mismos que hemos dejado atrás, pero cuando esa nostalgia se convierte en un producto, en una mercancía que se vende al mejor postor, pierde su valor esencial, se convierte en una ilusión, en una sombra de lo que una vez fue.

La historia de Oasis y su inminente reunión nos debe recordar que a veces, los mitos son más poderosos que la realidad, los Gallagher nos han arrebatado ese mito, nos han mostrado que incluso las leyendas pueden ser desmitificadas y aunque es respetable su decisión de volver, no podemos ignorar el hecho de que, al hacerlo, han cambiado para siempre nuestra percepción de lo que significaban.

Al final del día, la nostalgia es un arma de doble filo, nos da consuelo, pero también nos recuerda lo que hemos perdido. Nos permite revivir el pasado, pero también nos hace conscientes de que ese pasado ya no existe y en esa paradoja, en ese espacio entre el recuerdo y la realidad, es donde realmente reside la esencia de Oasis. En su imperfección, en su conflicto, en su capacidad para hacernos sentir vivos, aunque solo sea por un momento.