LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA*
La fama mundial (o por lo menos continental) de México es la de un país con una prestigiosa tradición jurídica.
Cuando se piensa en México, en materia de diplomacia y de ejercicio soberano del gobierno, se piensa en Juárez. Y Juárez pervive como una especie de santo patrono de los abogados.
Pero hay cada vez menos razones que en la práctica alimenten el mito. El impacto de las redes sociales y la noticia al instante desnudan cada vez más nuestras realidades y nos hacen ver cosas que antes permanecían ocultas. Una de ellas es la realidad de nuestras profesiones.
La profesión del abogado ha cobrado mayor notoriedad a raíz de la reforma judicial mexicana, porque gran parte del éxito del sistema de justicia pasa por el trabajo que en su seno hacemos los abogados como jueces, litigantes, ministerios públicos, asesores, mediadores o peritos.
Y mucho de lo que se ha cuestionado últimamente ha sido la solidez de nuestra formación.
Recién leía un texto de Jordi Nieva que cuestionaba si nuestros sistemas educativos cumplían con la función de preparar los jueces que nuestras democracias requieren; y con ello se cuestionaba si nuestro sistema del “juez único” era el más adecuado para impartir la justicia que necesitamos.
Y es que para nadie es un secreto la deficiencia sistemática en la formación de los abogados en todo México, por no hablar del resto de países del continente.
Y no estoy diciendo que en México los abogados sean malos. Pero lo que el buen abogado aprende (con excepción de unas muy pocas escuelas, a las que muy pocos pueden acceder) lo aprende preponderantemente fuera de la universidad.
El licenciado en derecho se hace abogado en la universidad de la vida y en muchísimos casos inicia su formación fuera de la universidad.
Ello se debe a muchos factores que van desde las preocupaciones propias de la edad del estudiante, hasta el diseño de los temarios. Pero mucho tiene que ver la forma en que se enseña el derecho en México que es, básicamente con un libro en ambas manos.
Un libro de texto base por cada materia y un código bastan y sobran para acreditar un curso cuando bien nos va. Ello claramente sin importar mucho las competencias del docente.
La libertad empresarial y de contratar han hecho que en muchas escuelas y facultades del país un ciego guíe a otros ciegos. Hoy la cátedra universitaria (con notables excepciones) se ha reducido a una chamba con la que a veces ni se cumple.
Las oportunidades reales de formación profesional se han convertido en el país en un reflejo más de nuestras profundas desigualdades. México es un lugar donde no todos tienen el mismo chance de ser buenos abogados.
Ello no quiere decir que no se puedan hacer mejor las cosas con lo que tenemos, con los profesores y alumnos que sí acuden a sus clases y que sí tienen ganas de enseñar y aprender.
Y un buen comienzo es cambiando el enfoque de la enseñanza, introduciendo desde el primer semestre el estudio de sentencias.
No hay mejor forma de introducirse a la realidad de la abogacía que a través de las sentencias que son el producto final del proceso judicial. Y para ello puede ser pretexto cualquier materia.
En mi caso, por ejemplo, en las materias que tienen que ver con Retórica y Oratoria Forense les asignó a los alumnos una sentencia relevante o paradigmáticas de la Suprema Corte o de Corte Interamericana para que la lean completa y elaboren un discurso sobre ella.
Tenemos la doble ventaja de conocer de primera mano el proceso interpretativo y argumentativo de los jueces constitucionales y convencionales; y de explicar el fallo y sus argumentos de modo que cualquier persona entienda no sólo el contenido, sino la trascendencia social de esas sentencias.
Al momento, las cosas van tremendamente bien y he descubierto en mis alumnos, sobre todo del primer semestre, una curiosidad encauzada al conocimiento de cuestiones que son materia de semestres posteriores, pero que ya empiezan a conocer.
El derecho debe vincularse, desde temprana edad, con su dimensión práctica y el estudio y explicación de las sentencias es un paso enorme en su proceso de formación.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca