Fogonero: El vuelo de Jazmín

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Jazmín miraba a la gente que se arremolinaba para verla caer desde quince metros de altura. Estaba sentada en lo alto de un campanario en Navojoa, Sonora y la chica de 16 años estudiante de un CECyTES decidió que no era tiempo para mirar más.

Se puso de pie, y entre dudando y dándose valor, decidió dar el gran salto con las piernas por delante, cual mujer biónica de serie de gabacha de los ochentas. Pero como bien comentara uno de los usuarios de una red social en la que el video de Jazmín cayendo se reprodujo como pan caliente, si la suicida realmente traía ganas de morirse, mejor se hubiera aventado de cabeza.

Jazmín, aunque se fracturo el femur, la pelvis,el peroné y quien sabe cuántos huesos más,  sobrevivió a su caída libre del pasado 17 de agosto. Las razones para su intento de suicidio, del que ni siquiera un ejército de paramédicos pudo hacerla recapacitar durante cuarenta minutos, no han sido hechos públicos.

Pero a esa carrera endemoniada emprendida por la suicida adolescente, a la que siguieron gritos de terror  que no  solo pueden escucharse en los diversos videos grabados sobre el suceso, sino seguramente en la garganta de uno de cada tres que han dejado correr el video en internet, bien vale un poco de especulación.

Tal vez Jazmín se angustió por la loca carrera que el dólar trae sobre nuestro billete de quince pesos, o por las declaraciones de un presidente de la República cinicazo que dijo la friolera de que está desfondada devaluación traerá más turistas al país, o por las teorías de la Procuraduría sobre que los asesinatos de Rubén Espinosa y Nadia  Vera nada tuvieron que ver con su perseguidor Javier Duarte, sino con la mala pata que tuvieron al coincidir en un departamento habitado por dos chicas que se dedicaban a la prostitución .

Ya que según la últimas versiones periodísticas facilitadas por la Procuraduría, el único arrestado hasta ahorita  por la masacre de la Narvarte declaró que el no violó ni ejecutó a nadie , que solo fue con dos amigos a ese departamento  a echarse unas canitas al aire a un costo de mil ochocientos pesos.

Que uno de los acompañantes del inculpado en el departamento de la calle de Luz Saviñon era el proxeneta de la  colombiana Mile Virginia Martín, que la cosa salió mal, y del amor pasaron a un homicidio quíntuple.

Todo para decir que aquí no hay políticos involucrados, sino unas victimas que así acabaron por andar de fiesteros.

 Tal vez Jazmín pensó en eso, en que seguir viviendo a su tierna edad en un país de sangrante impunidad ya no era negocio, tal vez  pudo ver en el futuro la cara de Virgilio Andrade anunciando que el tipo que lo nombró en su cargo de secretario de la Función Pública, Enrique Peña Nieto, no había incurrido en ningún tipo de corrupción al recibir una residencia a pírrico precio de la constructora a la que había beneficiado  con millones de pesos en contratos de licitación pública.

Tal vez decidió que la vida ya no valía un centavo en un país donde su presidente y secretario de hacienda pidieron perdón por actos de corrupción que en primera afirman nunca haber hecho.

O solo tal vez, Jazmín se asumió como una joven en un México sin expectativas para los que ya vienen y los que ya están, con un crimen organizado desatado dispuesto a captarlas y captarlos ya sea para tareas de sicariato o de explotación en la trata de blancas.

Con adolescente desapareciendo en el estado de México y el resto del país, donde no se les vuelve a ver más que en sus anuncios de extravío.

 

A  estas alturas y fuera de falsos y certeros apocalipsis, el  vuelo de Jazmín sea el vuelo de todos.