“El arte está junto en el centro donde flota la válvula de una olla exprés, sin esa válvula, la olla explota. En ese espacio de tensión es donde el artista trabaja.
Roberto de la Torre declara esto mientras explica que lo suyo es el desarrollo de proyectos en espacios específicos, donde retoma la arquitectura, la historia, el contexto del lugar y los conjuga con el fin de generar una obra que pueda ser articulada como un ente social.
“Cada artista tiene su manera de trabajar, pero hay una cuestión difícil entre el artista y el arte social que es el ego”.
El artista visual considera que el arte no va resolver el mundo, pero que aun así este es conocimiento, experiencia, y que todo lo que se de alrededor de él, es necesario y fundamental.
De la Torre presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), un ambiente-instalación que está a unos días de cumplir su ciclo, La punta de la nariz del Guaje.
La cual surgió por una invitación del museo para la intervención de artistas que trabajan con el sonido, a partir de la cual, el artista conceptualizo una obra que no fuese invasiva, que se integrara y que comulgara con el MACO y enfatizara su belleza.
Donde la gente puede silbar con las hojas de un árbol, dividido en tres secciones, en las cuales sus raíces, su eco y su historia, van dando voces fuertes e intensas que encuentran sonidos en una ciudad, Oaxaca, a la que de la Torre define como “un lugar con una resonancia muy especial”.
“¿En qué momento te planteaste el replantear el espacio como una caja de resonancia?”.
De la Torre recuerda que tiene más de 25 años trabajando en ello, que todo empezó en un festival de arte en Alemania , y que crea creativamente la calle y el espacio público, creativamente le pueden llegar a aportar mucho más que exhibir un museo.
El artista no expone su obra en una sala del MACO sino en el patio trasero, de un huaje al que define primero que fue todo un reto el trazar un mural, con el que tenía la intención de ir más allá de la representación turística.
Con una imagen de pobladores soplando silbidos sordos en hojas caídas mientras el bosque en el que han crecido es devastado por maquinarias de talado.
“Producir la música con las hojas es algo común en la gente del campo, un símbolo de su origen. Este mural fue dibujado en carboncillo, como símbolo de madera quemada”.
Comenta Roberto, enseña fotos de manos que parecen follajes, que se integran a la naturaleza de una forma orgánica que los asimila a árboles embebidos en un resplandor.
En la instalación también hay una grabación de varios jóvenes aplaudiendo en el túnel del auditorio Guelaguetza, cuestión que se concatena con el taller de intervención sonora que el creador dio del año pasado en La Curtiduría.
A chicos de comunidades con los que cuenta que no sólo trabajó, sino a los que conoció y visitó en sus propios pueblos como un intento de asimilación de sus propios sonidos.
“Me gusta mucho trabajar en relación al contexto y a la comunidad. Te dan los códigos para tu obra, que se vuelven irrepetibles, con un sentido del lugar”.
En un tiempo en el que expresión social se vuelve indispensable, Roberto asegura que “el desafío de los oaxaqueños para conservar y perdurar su entorno ecológico, es de los propios oaxaqueños, y que de eso nadie los va a venir a rescatar”.
Con el estado de Oaxaca con un importante porcentaje de suelo en calidad de erosionado o deforestado.
El entrevistado dice que es tarea de las organizaciones sociales preservar su ecología, su comunidad, frente a todos eso intereses políticos que buscan volver a la gente pasiva.
“La erosión también va de la mano de nuestro consumo, somos responsables”.
De la Torre no cree tanto en la existencia de un arte militante, sino en el hecho de ser activo, activista, de no permitir el advenimiento decisiones verticales sin ningún tipo de consulta.
El artista y su obra forman parte del Sistema Nacional de Creadores, opina que pese al desastre en que se está convirtiendo el aparato cultural de este país, cuestiones como el sistema de becas, debe permanecer.
“O dependes de este tipo de apoyos por parte del gobierno, o de la iniciativa privada. Creo que se deben aprovechar estos soportes para un tipo de trabajo que es difícil de vender o comercializar”.
L a entrevista termina y Roberto de la Torre enfila entonces por su espacio en el centro de una válvula. Por encontrar su propio lugar en el espacio que separa al caldero del estallido.