Por Rodrigo Islas Brito
“Me obsesionan las cosas que pueden ser borradas. ¿Cómo evitamos que las cosas se pierdan? ¿Qué las olvidemos? ¿Cómo logramos que estas permanezcan con nosotros?”.
Atom Egoyan ha recibido hace cinco minutos la presea al cine digital El Pochote, de manos del pintor Francisco Toledo. El director de Exótica, Partes habladas y Dulce Porvenir afirma que ve al video como una especie de escultura.
Y que fue en México donde termino por darse cuenta de cómo la experiencia de borrar puede ser tan frágil, de como la memoria puede borrarse y resetearse por verdades históricas que en realidad no aspiran a recordar nada.
Egoyan habla sobre la herida abierta de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos por cuerpos de seguridad del estado hace más de un año, y sobre los paralelismos con su joven hijo que salvo la vida al no encontrar junto con su novia un lugar la noche del pasado 13 de noviembre en un atiborrado restaurante parisiense, uno de los siete objetivos de los atentados terroristas que a sangre y fuego cobraron la vida de 123 personas.
“Aquí en México termine de entender esa sensación de lidiar con el terror” Define el cineasta, dice solidarizarse con México por eso, pues ese terror fue el mismo que el sitió en este país la noche en el que el restaurante al que su hijo no pudo entrar fue cubierto por las balas.
“Es conmovedor recibir un premio de Francisco Toledo, pues ha creado un espacio donde los creadores puede manifestar su ira contra la violencia”.
Quince minutos antes, otro cineasta de excepción, el mexicano Jaime Humberto Hermosillo, consejero del premio otorgado a Egoyan, explica porque propuso al cineasta para un premio destinado al cine digital, si este siempre ha trabajado con una cámara de cine.
Explica que el video es un personaje en las películas del cineasta canadiense, nacido en Egipcio y de origen armenio, como en Next of Kin (1984), donde unos padres llevan a su hijo a psicoanalizar y psicólogo decide grabar todas las sesiones .
Escenas familiares (1987), donde hace un devastador uso del video, con la historia de un padrastro que se graba en video teniendo sexo con su pareja.
“Estremeciendo el hecho de que para grabar usa casetes donde vienen grabadas escenas de la infancia del hijo de la mujer”.
Partes habladas en 1989, año en el que también se estrenaron Sexo, Mentiras y Video, de Steven Soderbergh, y La Tarea, del mismo Hermosillo. Cintas que tuvieron como coincidencia el sexo condimentado con el video, y viceversa.
Sobre Speaking Parts Hermosillo recuerda la escena donde una mujer y un hombre tienen sexo, pero no están en el mismo espacio a través de la pantalla de una televisión y una cámara de video. Resultando en una predicción de las costumbres sexuales de la sociedad cibernética de hoy en día.
Hermosillo también recuerda la película que el festival de cine de Cannes produjo a raíz de los cien años de la invención del cine, en donde en una sala de cine donde se proyecta La pasión de Juana de Arco, de Carl T. Dreyer, una espectadora ve la misma película y la misma escena a través de su celular.
Pero el cineasta mexicano hace especial énfasis en el corto hecho por Egoyan para celebrar al festival internacional de cine de Toronto.
“Atom va en una limusina y cuenta cómo veía a las estrellas internacionales viajar en un auto igual, pero él no baja de ahí para irrumpir en una alfombra roja y que todos le aplaudan. No, el pide que lo lleven al viejo cine donde inició el festival de Toronto. Se encuentra con la vieja fachada pero el cine ya no existe más, se ha convertido en un estacionamiento”.
“La fama es frágil y en realidad no es importe. ¡Viva la creatividad!”.
Atom Egoyan , con su esposa y protagonista de muchas de sus cintas, la actriz Arsinee Khanjian, a unos lugares de él y conmovida con los ojos humedecidos, no puede creer en la exactitud del relato.
Declara que no recordaba el corto, que fue un encargo que le dieron y que tuvo que sacar de volada. El autor de El Viaje de Felicia se nota genuinamente conmovido a medida que la guapa traductora le traduce el relato de Hermosillo.
El creador de La pasión según Berenice, El cumpleaños del perro, Matinee, Naufragio y María de mi corazón le ha contado su propia película.
Es una película de la que ya no me acordaba, que no he vuelto a ver y que quizá ya no existe, y que quizás solo perdura en la cabeza de Jaime Humberto Hermosillo.
Se da un beso fraternal entre los dos, desde su mudez habitual y justo al lado de los dos, Francisco Toledo los contempla con su mudez habitual.
Treinta minutos antes Toledo ha declarado no saber que hace ahí, para que acto seguido autoridades del Centro de las Artes de San Agustín lo pusieran a firmar convenios a los que el caudillo cultural ni siquiera revisó.
Media hora después, terminado el acto de entrega de la medalla El Pochote, Toledo luce diametralmente diferente.
Una reportera venida de la ciudad de México le pregunta si él solito adquirió los seis mil títulos que conforman el acervo del desaparecido cine club el Pochote, le pregunta si él solito los compró y escogió todos, echándole los ojos que se le echan a un santo o a un profeta. Toledo se limita a responder que siempre le ha gustado el cine.
Esta secuencia, esta travesía, pudo haber formado parte sin problemas de una cinta de Egoyan o de Hermosillo, de dos cineastas que miran a la soledad y la alienación, como un motivo de incendios y exploraciones profundas.