Agentes al recuerdo, pero no al olvido

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Por Rodrigo Islas Brito

Con la tercera, o cuarta, o quinta parte (ya no se sabe) de Los Juegos del Hambre terminando la franquicia al tambor batiente de la pesadez y el aburrimiento, con el último James Bond haciendo uso excesivo del pausado acartonamiento, con una cinta muy entretenida, pero ya vista otras cuatro millones de veces, como Victor Frankestein, tomando el refilón taquillero de un verano que ya se antoja eterno, es de lamentar que el mejor y más inteligente blockbuster del año haya pasado absolutamente desapercibido.

El hombre de CIPOL (EUA, 2015) es la adaptación cinematográfica de la serie de televisión sesentera, donde un rubio David McCallum, en el papel de extrasensorial espía ruso Illya Kuryaky, Robert Vaughn, en la sonrisa de su contraparte gringa y hombre de mundo, Napoleón Solo, enfrentaban villanos internacionales e intrigas desorbitadas, uniendo fuerzas en plena Guerra Fría, siguiendo la estela de acción sofisticada, naif y profundamente gozosa que iniciara Sean Connery con el primer James Bond unos años antes.

El director de este regreso y vibrante cover, Guy Ritchie, deja intacto el escenario sesentero de súper potencias enemigas, cooperantes, y consigue un producto repleto de fuelle, ironía y la clara vocación de no tomarse a si mismo demasiado en serio.

El inventivo creador de Cerdos y Diamantes y de Armas, pistolas y dos rifles humeantes, mantiene intacta su capacidad para la coreografía y la sintaxis de momentos e intenciones, construyendo secuencias memorables y enormemente lúdicas como aquella donde un camión hace trizas una lancha en pleno lago persecutorio, precedido de la degustación de un buen sándwich y un delicioso Merlot.

Además de la quemazón a la que es sumida un villanazo ante el descuido de un switch que se terminó quemando, o la presencia de una malvada emperatriz de la formula uno con pasado nazi extremo (distante Elizabeth Debicki), o el protagonismo de una mecánica doble agente que gusta de disparar primero y disparar después (una excelente, guapísima y cada vez más despuntante, Alicia Vikander)

Ritchie incluso lograr superar el cierto aire anodino de sus dos protagonistas, los nuevos Kuryaky y Solo, Armie Hammer y Henry Cavill. El primero con suerte de que todavía alguien lo contrate después del desastre financiero que fue El llanero solitario. El segundo con cara de que haga lo que haga, uno siempre tendrá la sensación de que está viendo a Superman.

De este nuevo CIPOL es muy seguro que no habrá una segunda parte. Sus cortos alcances taquilleros la han seguramente condenado al recuerdo. Pero al olvido, jamás.

Los creadores de James Bond deberían de tomar unos apuntes sobre estos otros dos gentes secretos, de cómo tomar un concepto ya cuatrocientas veces visto, transfigurarlo, y potenciarlo en su divertimento.