Dos mujeres productoras, o de cómo el hongo se hizo empresa

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Por Rodrigo Islas Brito

Martha Contreras López y Clementina Vargas Hernández son originarias de la Sierra Juárez. Se declaran nativas del pueblo Cuajimoloyas adscrito al municipio de San Miguel Amatlán.

Llevan 17 años trabajando el hongo del cual mediante constantes y anuales capacitaciones se han vuelto unas conocedoras y además, y por encima de todas las importantes cosas, productoras.

“Sabemos cuáles son los comestibles, cuales son los alucinógenos, cuales son los tóxicos y cuáles son los mortales. Ah como empezamos vamos avanzando un poco y hoy estamos avanzando más”.

Cuenta Clementina, quien junto a Contreras López y Martha Contreras Luna, fundaron apenas en el 2014, con el apoyo de proyectos productivos de la Comisión Nacional Indígena (CNI)su propia empresa: Mujeres Recolectoras de Hongos Silvestres.

“Primero lo vamos a recolectar, regresamos, lo limpiamos, lo fileteamos, lo acodamos en unas charolitas para ponerlo a deshidratar”.

Cuenta Martha sobre el proceso que han estado llevando a cabo desde hace 17 años con el hongo boletus (conocido por ellas como Hongo de pan), y que hoy ha cambiado por la diferencia que marca que en este momento el hongo deshidratado ya tenga por destino unas bolsas selladas para su venta.

“Ahora ya que esta deshidratado lo empezamos a embolsar. Antes para deshidratarlo le metíamos hilo y lo colgábamos arriba de nuestros fogones para que nos durara un poco más”.

“Antes lo vendíamos fresco y deshidratado. Ahora con el apoyo que recibimos para nuestro proyecto por parte de la CNI, adquirimos una maquina deshidratadora. Hoy el producto nos puede llegar a durar hasta un año”.

Estas tres mujeres recolectoras de hongos silvestres (con tan solo dos presentes en esta entrevista) antes eran cinco, pero como bien explica Clementina, la cosa se divide cuando se espera que todo signifique un trámite.

“Las otras dos mujeres ya no quisieron trabajar con nosotras. Porque a veces piensan que por hacer el producto luego luego es cosa de tener ingresos “.

Martha y Clementina cuentan que no ha sido fácil, pero que han aguantado a pie firme con la CNI fiándoles el apoyo

“De recogerlo fresco, ahora lo secamos lo más que se pueda. Para que en tiempos en los que no haya, siga ahí y podamos aprovecharlo”.

Reafirma Clementina y dice que ha sido complicado sortear el hecho de que el hongo no es muy reconocido como producto, al mismo tiempo que muestra sus productos derivados de esa planta en base a la que han estado sobreviviendo.

“Lo vendemos como frituras . Pero también vendemos manzana cristalizada”.

La pequeña empresaria explica que esta última es producto de una reunión pactada por la CNI con otros productores, en la cual se dio un intercambio de ideas sucedido unos meses en una población situada a nueve horas de su propia comunidad.

“Donde nosotras enseñamos a los demás a deshidratar la manzana y a cambio estas personas nos enseñaron como lograr el caramelizado de diferentes frutas”.

Hoy las mujeres productoras trabajan también con salsas de chile de árbol con miltomate y mermeladas de manzana, de fresa y en almíbar. Donde para no dejar aprendieron ya también a deshidratar la fresa

Con la comercialización de sus productos apenas iniciada entre julio y agosto del 2014, Vargas y Contreras cuentan que se la han pasado saliendo a ferias y otros lugares a promocionarlos.

“En este fin de año empezamos a sacar un poco cada vez más. No estamos dando a conocer”.

Dice la segunda mientras agrega que a su arsenal de ventas se ha sumado manualidades y artesanías hechas con la resina de la hoja del ocote

“Hacemos canastillas, aretes, diferentes cosas que van surgiendo y se nos van ocurriendo. Hemos empezado ya a trabajar hasta con las piñas de los arboles”.

Las dos mujeres son claras, más allá del título de mujeres productoras lo que buscan es un ingreso. Contreras tiene seis hijos.

“El mayor de 26 años, la chica casada de 21, otra jovencita de 19, una muchacha de 17, otra niña de 15 y un niño de siete años”.

Clementina por su parte reporta la existencia tan solo de tres vástagos.

“Tres hijos, dos chavos, uno de 25, otro de 23, y una niña de doce años”.

“Es un apoyo grande para ahorita que están estudiando. Ellas y ellos pueden aprender esto de preparar los hongos para el futuro, que se quiera o no, vendrá el día de mañana “.

Martha suena con una reflexión que encuentra la consonancia de una canción, mientras Clementina aclara que lo de hoy es “ponerse a trabajar lo más que se pueda, pues nadie nos va a regalar nada”.

Cuentan que para que su producto sea más conocido cuentan ya con una página de internet a la que se puede encontrar “googleandola”.

“Si hay tiendas grandes que quieran comprar nuestros productos, le podemos dar precio para que ellos también puedan tener un ingreso”.

Remata Martha, y uno no sabe si enternecerse con esta muestra de ingenuidad, o darse cuenta de una vez por todas que estas tres mujeres productoras miran su trabajo como una cosa seria.

En donde el secreto para seguir adelante esta directamente ligada al hecho de mantener el piso cierto, derecho y justo para todos los involucrados.

Es esta última y segunda opción la que suena como la única y verdaderamente coherente. Martha y Clementina no están cumpliendo su sueño, simplemente están marcando su camino.