Solalinde: gobierno y alto clero usaron a Francisco

0
216

Por La Jornada

“Si el Papa hubiera criticado abiertamente a Marcial Maciel y la pederastia, si hubiera hablado de Ayotzinapa, habría lesionado intereses ya que la Congregación de los Legionarios de Cristo es la más rica que existe y la que maneja las finanzas es el Vaticano.

Estamos hablando de miles de millones de euros, miles de millones nada más de Regnum Christi. ¿Qué pasaría si el papa Francisco pronunciara el nombre Ayotzinapa? El gobierno, obviamente, se sentiría muy agraviado, lo consideraría una traición a los acuerdos tomados.

No hay que olvidar que la canciller Claudia Ruiz Massieu estuvo en el Vaticano y puedo imaginarme que rogó a toda la curia romana: ‘Sus excelencias, en México todos los gobernantes somos católicos, usted lo va a ver, somos creyentes, católicos y aunque tenemos problemas estamos haciendo un gran esfuerzo.

Se ha desprestigiado mucho a México, nuestro peso está caído, el petróleo igual, el dólar por las nubes. Se lo digo para que por favor tenga comprensión de nosotros’.”

Nadie más solicitado que el padre Alejandro Solalinde. Lo llaman a su celular Adela Micha, Carmen Aristegui, las revistas Newsweek, Proceso, Zócalo, y él responde firme y atento a todas las peticiones.

Gracias al joven Samuel Mendoza, estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur (quien llevó de su plantel y de la Universidad Iberoamericana cuatro toneladas de tenis y zapatos para el albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, Oaxaca), pude entrevistar al padre Alejandro Solalinde, que nos citó en Santa María la Ribera. El tema, claro, el papa Francisco.

“Estamos en un momento histórico de mucho cambio a escala mundial, a nivel histórico pero también institucional. No quiero ofender a nadie porque el Papa es una figura sagrada a la que quiero mucho, admiro y respeto, pero esta visita me ha permitido ver a un pontífice muy mayor, que no tiene la libertad que quisiera. No hay que olvidar que es un hombre casi de 80 años sin un pulmón, en cuyos hombros pesa la responsabilidad de casi mil millones de seres humanos. Yo no quisiera estar en su lugar. Para mí es un hombre santo que viene a un país que vive una crisis muy severa, de mucha corrupción, mucha impunidad, mucho dolor, mucha violencia. El país de la desaparición forzada y de los feminicidios, palabra que me cuesta trabajo pronunciar.

“Vi a un Papa que bajó las escalinatas del avión casi a plomo. Cuando él se sienta en la misa, simplemente se desploma. En lugar de que se le diera una bienvenida de Estado, se le dio una bienvenida folclórica, muy de Televisa, con gente bonita, personas muy engreídas porque tenían boleto, allegados al poder, altos funcionarios y políticos reconocidos. Desde que descendió del avión lo flanqueó la pareja presidencial y ya no lo soltó. El primer acto de Angélica Rivera para presentar el coro infantil que interpretó la canción que promueve hace tiempo, la puso –toda vestida de blanco, como el Papa– en primer plano y nunca bajó de su pedestal.

“Al día siguiente Angélica Rivera atrajo de nuevo la atención del Papa y la de toda la comitiva en una visita de cajón al Hospital Federico Gómez, cuando esperaban verlo miles de mexicanos que no tienen nada. De nuevo padecimos la misma calma del Papa, con todo el tiempo del mundo, saludando a cada gente que le presentaba la esposa de Peña Nieto, a quien no me gusta llamar la primera dama porque en México no hay segundas damas, todas son iguales, ninguna es más que otra.

“Me dio también tristeza pensar que todas esas cartitas que le entregaban los allegados de Angélica Rivera al Papa y al alto clero nada tenían que ver con los 43 desaparecidos, las víctimas de la pederastia, los mexicanos más olvidados. Yo pensaba: ¿qué estarán sintiendo las familias de los desaparecidos y todos los que han sufrido injusticias? ¿Qué sentirán todos los que pidieron que los reciba el Papa y han esperado horas de pie en el frío de la calle para verlo pasar en su papamóvil? Que quede claro, no es culpa del Papa, sino de quienes lo están administrando.

“El día siguiente fue peor, porque en el Palacio Nacional, al recibirlo con todos los protocolos que se le deben a un jefe de Estado, entró la ambivalencia política: la separación de la Iglesia del Estado y la proclamación del Estado laico que de pronto convierte al Palacio Nacional en un recinto sagrado y a los políticos en feligreses. El Papa es un pastor antes que un jefe de Estado y Peña Nieto su acólito, al igual que todo su gabinete. A un jefe de Estado no le piden bendiciones ni le besan la mano, no se inclinan ante él como sucedió el 13 de febrero.

“Estoy de acuerdo con el Estado laico de Benito Juárez. Es muy sano, muy sano. Estoy de acuerdo con que México debe ser un Estado laico, no ateo, no arreligioso, pero sí laico.

“Durante días presencié la relación histórica tan íntima del alto clero y los poderes del Estado, que planearon la visita, la manejaron y juntos la aprovecharon.

“Ayer, 17 de febrero, era la oportunidad de oro para hablar de los feminicidios. Antier, en Ecatepec, el Papa pudo hacerlo, hubiera sido una maravilla, pero no lo hizo. Hoy va a estar en Morelia, la tierra de Marcial Maciel, con el célebre Coro de Niños de Morelia; era la oportunidad de oro para hablar de la pederastia, así como su última oportunidad para hablar de feminicidios y migrantes era Ciudad Juárez.

Tampoco dijo una sola palabra sobre el Reino de Dios. Voy a decir algo muy crudo pero muy real: la sociedad civil no puede esperar que el Papa venga a componer nuestra situación. La responsabilidad es nuestra. Recibimos con mucho cariño la iluminación que nos da, pero finalmente él se va y nosotros debemos refundar este país desde abajo, reconstruirlo para que de verdad sea el país que el Papa quiere y que Cristo, sobre todo, desea que tengamos.

Finalmente, para Samuel Mendoza, quien ha visto cómo ha sido perseguido, vejado y golpeado Solalinde, el sacerdote de los migrantes, el viaje papal es la victoria de los poderosos sobre los más pequeños. Los ricos lograron privatizar al Papa. Según Samuel Mendoza, habría sido un gran regalo que el Papa hablara de los feminicidios, de Ayotzinapa, de la migración, no sólo para nuestra sociedad civil, sino a escala internacional. Era justo poner en evidencia al Estado mexicano que no respeta los derechos humanos. Es injusto que los de menos recursos no sean quienes ven al Papa en primera fila. Como misionero de Dios, el Papa se debe a los más desprotegidos.

María Consuelo Mejía, directora de Católicas por el Derecho a Decidir, citó al papa Francisco a plana entera “al señalar que la Iglesia no necesita de príncipes ni de clericalismos, ni de negociaciones en lo oscurito, sino de obispos y sacerdotes al servicio de su pueblo, transparentes, misericordiosos, que dejen de dar viejas respuestas a nuevas demandas y realidades”.

Alejandro Solalinde (a quien de cariño llaman Sololindo), sacerdote diocesano –protector de los pueblos más pobres de Oaxaca–, ha sido víctima de todas las amenazas y todos los sufrimientos, no sólo de los zetas que van tras los migrantes, sino de los presidentes municipales que lo mandan golpear y le prenden fuego a su albergue. Las peores amenazas las he tenido yo siempre del PRI. Ulises Ruiz, gobernador de Oaxaca, lo consideró un estorbo (y así lo persiguió) y su propio obispo, Felipe Padilla Cardona, hoy obispo de Ciudad Obregón, Sonora, jamás lo apoyó. Nadie mejor que Solalinde para entender la frase del Papa en Ciudad Juárez, el 17 de febrero de 2016: Tenía ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido.