Por El Universal
En México se vive una “epidemia de embarazos de adolescentes”. Las últimas cifras refieren que anualmente se registran más de 400 mil bebés de madres menores de edad y la cifra no disminuye, lo que representa 20% del total de los nacimientos.
Aunque de manera histórica se había presentado el fenómeno en Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Puebla, ahora se registra un aumento en los estados del norte del país.
“No es exagerado decir que tenemos una epidemia de embarazos adolescentes en México. Puede parecer muy simplón hablar de la fecundidad adolescente como un problema serio, [pero] en realidad las cifras muestran eso”, explica el demógrafo Carlos Welti, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Agrega: “La fecundidad adolescente se ha relacionado sólo con sectores marginales, pero también ha llegado a los espacios urbanos y no de aquellos pobres extremos. Tenemos un aumento de casos en las áreas ligadas a la violencia”.
Coahuila y Tamaulipas muestran cifras por arriba de los 10 mil casos por año de los nacidos vivos de madres menores de 19 años, en tanto que en el Estado de México se registraron 53 mil 329, que representa 15% del total, siendo la entidad con el mayor número de embarazos de este tipo. Le sigue Veracruz, con 25 mil 729.
“La cultura mexicana santifica la maternidad y le otorga un estatus social. Una vez que las jóvenes se embarazan adquieren, no de manera consciente o premeditada, ese reconocimiento. Es una forma de realizarse ante la adversidad de sus circunstancias y las del país, en las que las oportunidades de educación son menores y el mercado laboral es altamente competido. A ello se agrega un futuro de incertidumbre extrema”, dice el especialista.
Inmujeres reporta que tan sólo en la delegación Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, se atiende a adolescentes de 15 a 18 años que tienen vida sexual activa, a las que además sí les interesa ser mamás. Se han desplegado muchas campañas de información; sin embargo, las jóvenes no se detienen a pensar si quieren ser madres en este momento, lo que “ellas quieren es vivir y disfrutar el día a día”.
En su mayoría, son solteras y sin estudios de secundaria. En muchos casos el patrón se repite con sus descendientes: el hijo de una madre adolescente tiene mayores probabilidades de llegar a ser un padre adolescente. “Los comportamientos generacionales son aceptados en esos sectores”, comenta el investigador.
Los especialistas identifican que el embarazo temprano puede tener como consecuencia el aumento de la feminización de la pobreza, no sólo en términos de ingreso, sino también en la salud y educación, pues generalmente dejan los estudios y es muy difícil conseguir un buen empleo con estas condiciones, lo que imposibilita el desarrollo económico de la nueva familia.
Welti identifica que el inicio precoz de las relaciones sexuales ha permanecido durante años, pero hoy es más visible.
No es falta de información, sino el difícil acceso a los anticonceptivos y su correcto uso, lo que hace que el problema de embarazos no se detenga. Además, hay barreras que impiden terminar con una gestación no deseada, pero de manera más estructural, dar opción de desarrollo en la vida, más allá de la maternidad.
Para Noemí Ehrenfeld Lenkiewicz, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Xochimilco, 97% de la población de entre 12 y 29 años conoce al menos tres métodos anticonceptivos modernos, aunque eso no signifique que sepan cómo funcionan.
Dice que en los dos sexenios pasados hubo silencio respecto a la salud reproductiva y un “peligrosísimo” retroceso, que ha llevado a que las legislaciones en los estados sean más penalizadoras, tanto para la mujer como para cualquier persona que se involucre, que las que había en la década de 1940.
Entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México encabeza la lista de mayor índice de embarazos, con 64 por cada mil adolescentes. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ubica a México en los primeros lugares de embarazos adolescentes —de 15 a 19 años de edad— cuando se compara con naciones de igual nivel de desarrollo, por arriba de los ocurridos en Chile, Costa Rica, Uruguay y Perú.
Hasta hace dos años, entre 5.2% y 5.7% de las interrupciones de embarazos eran de mujeres de menos de 17 años, en tanto que las que más abortan son mujeres mayores de 30 años, católicas, casadas y con más de dos hijos.
Campaña oficial
“Aplica la nini: ni me infecto ni me embarazo”, “Lo caliente no quita lo inteligente”, “Si puedes planear un día de diversión, puedes planear una vida”, “Haz un plan de amor, no de impulsos”, “Si vas a la fiesta lleva globos”, son algunas de las frases que jóvenes dicen en un spot que se transmite como parte de un esfuerzo gubernamental para evitar los embarazos en adolescentes y las infecciones de transmisión sexual (ITS).
El Consejo Nacional de Población (Conapo) ha retomado, desde 2013, una política para atender el embarazo adolescente y las ITS. Sin embargo, aun así el número de gestaciones de jovencitas sigue en aumento.
“Es un reto que encontramos hoy, producto de la desinformación de años anteriores, en los que se dejó de atender el problema pensando que no dar la información o acceso a los métodos anticonceptivos para los niños y adolescentes era la solución para que no pensaran en tener relaciones sexuales en edades tempranas. Esa desatención dio origen a que la tasa de embarazo de México descendiera, pero no así la tasa de adolescentes”, asegura Patricia Chemor, secretaria general del Conapo.
Mientras los especialistas coinciden en que “la información no significa un cambio de actitudes”, Conapo impulsa una estrategia que consiste en capacitar a los prestadores de servicios de salud para que den asesoría, información y acceso a los métodos anticonceptivos a los adolescentes que han iniciado su vida sexual.
Desde el gobierno federal no se identifica que el acceso a los anticonceptivos sea un problema para los jóvenes, sino más bien la capacitación a los prestadores de servicios. La formación cultural no permite que los jóvenes vayan sin sus padres por algún método, además de que hay problemas relacionados con la libertad de información y de opinión.
Entre los menores existe la creencia de que a ellos no les va a pasar, ni embarazos ni ITS. La mayoría de las relaciones sexuales en los adolescentes no son espontáneas y no existe una buena comunicación con sus padres, por lo que la poca información que puede tener sobre el tema viene de pláticas entre los amigos. Por ejemplo, creen que el coito interrumpido evita el embarazo, no saben el mínimo grado de efectividad de métodos como el ritmo y ni siquiera cómo llevarlo.
Chemor asegura que se mantiene un trabajo activo con la Secretaría de Educación Pública (SEP) para que la información sexual empiece desde segundo año de primaria, con datos acorde con los niveles de estudio. “Queremos detener a las generaciones de niñas cuidando niños”, aseguró.
Emiliana Vegas, jefe de la división del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), asegura que las adolescentes que se embarazan pierden la oportunidad de adquirir las competencias para lograr un trabajo a futuro.
“Una vez que se encuentran en este proceso de ser madres les cuesta mucho trabajo retomar los estudios, especialmente cuando se embarazan en el nivel medio, aunado al estigma social contra las jóvenes. En muchos de nuestros países no existen buenos programas de nivelación para adultos, en horarios no convenientes para madres. Es grave cuando una joven debe dejar sus estudios por un embarazo, le trae repercusiones para el resto de su vida”, señala Vegas.
En México la cuarta causa de deserción escolar entre los 15 y 19 años es el embarazo. Para Carlos Welti, antes de los 15 años existen alrededor de 7 mil nacimientos de madres niñas.
“El problema es que la gran mayoría de estos nacimientos son producto de la violencia y una gran proporción de esos provienen de un embarazo que se origina en una relación sexual muy probablemente de personas que forman parte del entorno familiar de la niña, que son los propios padres, padrastros, abuelos. Es un fenómeno que incrementa su visibilidad, pero también por el propio crecimiento de la población y de las condiciones de promiscuidad y violencia que se viven en la sociedad mexicana”, dijo.
Además de que las niñas o adolescentes no tienen la capacidad económica, sicológica y emocional para tener y cuidar a un bebé, se agregan los riesgos físicos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ubica que todo embarazo en menores de 18 años se considera de alto riesgo, porque el bebé puede estar bajo en peso, tener malformaciones y dificultades al momento del parto. Con el tiempo podría presentar alteraciones sicológicas, como menor desarrollo cognoscitivo e intelectual, difícil desenvolvimiento social e inseguridad personal.