Por Rodrigo Islas Brito
Hace diez años, el fotógrafo y editor Gustavo Prado le dijo a Paola Dávila que era en ese momento una de las fotógrafas mexicanas más jóvenes en activo produciendo cosas, lo cual resultaba curioso si se tomaba en cuenta que la fotógrafa oaxaqueña gustaba y gusta de hacer uso en su obra de soportes y motivaciones que en este mundo digitalizado tienden cada vez más a desaparecer, en el universo de “lo viejito, de la instantánea, del negativo”.
“Esta pieza es lo más viejo de lo viejo, cero contemporánea” resume para acabar pronto Paola sobre “La torre de los tesoros”, pieza de interacción con memorias personales y colectivas que desde hace unas semanas se presenta en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, y que la artista desarrolló en colaboración con los textos del escritor Óscar David López
“Si este fuera mi espacio, si aquel fuera mi gato. Esas son cosas a la que esta pieza pretende acudir. No es ni arte objeto, ni arte interactivo, ni se está educando a nadie sobre nada”.
Dávila y López tienen seis años de conocerse, ella lo invitó a él al proyecto.
“Me interesaban muchos sus textos y narrativa. Me interesaba colaborar con alguien que pudiera hacer de esta experiencia una cosa tan sobria, solemne, divertida y sarcástica como fuera posible”
Óscar confiesa por principio de cuentas que cuando entró a la Torre, no sabía exactamente que debía que hacer, excepto claro, escribir”.
“Después me vino bien la posibilidad de escribir ya fuera un texto poético, narrativo y hasta teórico, con muy diferentes registros de escritura”.
La obra comprende un total de 77 cajas- recipientes antiguas, semi nuevas, inconexas. Algunas con fotos, algunas con textos y algunas otras con las dos cosas.
“Claro que la idea era saturar al espectador. Pudimos poner solo diez cajas, con vitrinas de vidrio preciosas de un tesoro que no merece ser tocado “
Pero no, lo que terminó suscitando a la colaboración entre fotógrafa y escritor fue una diversidad de cajas y fotografías, con combinaciones múltiples, conjugadas con un proceso creativo que dio por resultado la inclusión de más de treinta textos
“No es una pieza cerrada, pueden seguir existiendo mezclas e incluso algunos de los textos que no son contenidos en una caja pueden interactuar con fotos de otras cajas .El público puede abrir y cerrar la caja”.
“Para mi es importante que cuando el espectador este enfrente de una imagen que esta no sea una cuestión ya resuelta”.
“Me interesa el que se quede pensando en el cómo le hicieron, o que me quisieron decir, o en el mejor de los casos, el cómo se ven identificados con la imagen”.
Óscar David López afirma por su parte que esta Torre es “un juego lúdico con el coleccionismo, con el morbo, con el acceder a lo íntimo”.
Abrir eso que es privado o que es de otro, que al final no son tus fotos, ni tus textos, pero que si pueden ser tus recuerdos
“En algunos textos habló de la caja, y en otros hice como un énfasis por relatar una imagen. Entrando a las cajas de muchas maneras, incluso desde su caratula, con historias e ideas que pudieran ser contenidas en su interior”.
“Use cualquier cosa, desde el titular de un diario, un pie de página. La idea en los textos también era dejar un poco de distancia, que no fuera algo tan especifico”.
Dávila hace una acotación, para después referirse a un texto de López contenido en una caja chiquita color salmón que sólo dice “Bye, México”
“La primera vez que lo vi dije, que mamón y me cague de la risa. Los de Óscar, son textos a los que puedes entrar y un poco pueden generar el quedarte, no solo entrar al texto, sino también al recuerdo personal, que ya ni sabias que seguía ahí”.
“Es muy abierto y divertido este juego” considera el literato, “con textos que te golpearan, que evocaran algo rápidamente, muy cotidiano, donde dependerá de tu memoria hacer las conexiones necesarias”.
Del origen de la pieza, Dávila relata que todo se debe a su gusto por la foto instantánea, la cual usa como soporte desde hace algunos años.
“Había fotos que no encajaban dentro de la serie que hoy estoy desarrollando. Las empecé a guardar en cajas. Negras, libres de ácido, que protegen de la luz y se compran en tiendas para fotógrafos”
“Empecé a acumular este tipo de cajas en búsqueda de que las fotos Polaroid no perdieran su brillo y su pigmentación”.
“El ejercicio fue sacarlas de ahí y conectarlas con otro tipo de cajas. Me empecé a preguntar quién guardaría esto, como lo guardaría”.
La fotógrafa comenzó entonces a comprar cajas de videojuegos, para guardar joyas, botiquines, cajas de uso indeterminado que no obstante mantenían el nombre de una propietaria que seguramente ya tiene algunos años muerta.
“Hay unas que son basura, algunas otras olían horrible”.
La artista dice que la caja y sus significados se están perdiendo hoy en la cada vez más ptr9logandfa renunciación de esta postmodernidad a lo físico, a lo concreto
“La caja implica ciertas cosas que no son la inmediatez., hoy las cosas físicas están tendiendo a desaparecer “.
Dice Paola, a lo que Óscar recuerda que hoy ya no se encuentran “ni cajas tan bonitas, ni tanta diversidad de ellas”.
Un silencio de segundos y algo incómodo, se impone entonces, Paola mira a Óscar con ojos de va a arder Troya,
“Bueno, sabes cuantos meses busque esas cajas, no es que fui un día a la tienda las encontré”.
Óscar hace una broma, Paola hace otra y al final se termina haciendo público que el escritor guarda sus tesoros en la cajita de su iPhone.
Retomando el concepto de memoria en peligro de la expo, López da su punto de vista sobre el tiempo y su paso impune desde la óptica de escritor.
“Hace años se pensaba que el libro iba a desaparecer, pero la verdad es que hoy el que va a leer se cansa de tener el libro digital y acaba por conseguir el libro impreso”
“La cosa siempre falla, si falla el físico también falla lo digital .El desaparecer es para todos en este universo un peligro latente, e incluso irreversible”.
Óscar y Paola hablan entonces sobre el deterioro del tiempo, sobre la memoria desapareciendo y sobre la evidencia de que esa memoria alguna vez existió.
“Hacer evidente esa pérdida natural que uno vive”, apunta finalmente Dávila sobre su Torre y su Tesoro, y pese a que su idealismo vivencial ha quedado un poco claro, no pide disculpas por eso.