Fogonero: Calor en foco

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Por Rodrigo Islas Brito

“¿Siempre hace tanto calor en Oaxaca, o es que ya entré a la andropausia? pregunta un poeta chileno, como esperando que la respuesta le diga que no es él, sino el lugar.

“No, no siempre hace tanto calor pero este año ha sido el infierno”. Responde un escritor local mientras suda la gota gorda a las ocho y cuarto de la noche. El chileno relata entonces como una vez que anochece  él ha sentido uno de esos sopores rondando por Oaxaca Capital que lo pueden poner a dormir la siesta, aun cuando esté a punto de cruzar una avenida.

“¿Un desmayo?”, se le cuestiona al poeta con preocupación. “No, no exactamente, es como un cerrar los ojos y verte a ti mismo cerrándolos, y encima no poder hacer nada por mantenerlos abiertos”.

“Es como verte a ti mismo desfallecer y después irte a dormir con esa misma imagen en tu cabeza”.

Los que escuchamos al poeta no lo acertamos a comprender del todo. Mucho hemos platicado entre nosotros el fastidio que este calor seco ha producido en nuestras vidas desde hace más de tres meses, pero nunca hasta la vena literaria de afirmar que el calor nos conduce a un sueño dentro de un sueño, dentro de otro sueño.

“Hay que sumarle al sopor que cada vez está lloviendo menos” comenta un chavillo recién llegado a la conversación que resume a este calor insomne como una “pesadilla de polos derretidos”.

El chaval resulta ser más apocalíptico que los treintones y cuarentones que estamos en el lugar, con un enorme ventilador funcionando, dándonos la ilusión de que en algo nos estamos refrescando.

Habla sobre el cambio climático, sobre la contaminación y la polución, y sobre como todos los reductos mínimos para salvarnos de un desastre ecológico se han terminado. El chavillo resulta aún más hondo en su expresada precariedad cuando queda de manifiesto que a diferencia de todos los que nos encontramos sentados y asados en el lugar, él es el único que tiene un hijo.

“Mi chavillo tiene tres años, y yo creo que por el mundo que le va tocar vivir va a salir más sabio que cualquiera de nosotros. No va a tener de otra, si quiere sobrevivir, no le va a quedar de otra”.

Pienso y recuerdo que hace no mucho tiempo hablar sobre el clima todavía no era motivo suficiente como para terminar proyectando y discutiendo disecciones sobre el apocalipsis. Recuerdo todavía a un cuate de la universidad que tarde que temprano terminaba por preguntarle a cualquiera que clima era de su preferencia, ¿si el frío o el calor?

Con respuesta o no de por medio mi amigo siempre aclaraba que a él lo que le repapaloteaba era el frío, “porque me caga sudar. Prefiero mil veces estar temblando que estar sudando”.

Me pregunto qué será de mi amigo ahora, al que hace tiempo no veo. Por qué con este calor el que te cague andar sudado debe ser ya una batalla perdida. ¿Cómo habrá mi amigo enfrentado la irremediabilidad del sudor?, ¿tendrá todavía la esperanza de que algún día volverá a temblar de frío?

Porque yo la verdad, con mi ignorancia absoluta de las estaciones del año y las fechas para el advenimiento de tal o cual clima, nunca había sentido tanto calor durante tanto tiempo. A veces pienso que esto será eterno.

Y más con esas pequeñas lluvias que últimamente caen, de una manera tan esporádica que te truena el nervio. ¿Quién diablos pensaría que una lluvia sobre sueño hirviendo efectivamente podría quemar?

Antier por ejemplo al salir del cine a las cinco de tarde sentí un calor sobre mis hombros, cabeza y entendimiento que empezó a derretir todo aquello que humanamente podía ser derretido. Busqué una sombra a las desesperada y solo pude encontrarla en un mini súper donde a los tres minutos ya me estaban preguntando si no iba a comprar algo más.

“Estamos como en sequía, en sequía climática, en sequía moral, en una sequía física, y está bien cabrón el pensar que el clima empieza ya a moverse como una extensión de lo que sientes, piensas y esperas”

Comenta una Chica que siempre viste ropa negra, al hacerle notar este detalle, la mujer sonríe y afirma que por eso hoy solo prefiere salir de noche.

“En algún momento tal vez todos empecemos a seguir su ejemplo” pienso para mis derretidos adentros mientras recuerdo como hace unas semanas unos amigos y yo salimos del lugar donde nos reunimos a mojarnos con una pertinaz lluvia que lamentablemente no duro demasiado.

Cuando regresamos adentro, nos vimos unos a los otros no mojados que quisiéramos. Platicamos después sobre cuales habían sido nuestros mejores días de lluvia y como los recordábamos. El mejor relato fue de un cuate que recordó como llovió el día en el que lo atropellaron y como sintió que fue la lluvia en su cara, tirado sin poderse mover en el asfalto, lo que finalmente le salvó la vida.

Hoy quisiera que hubiera oportunidad para otro momento así, pero afuera no está lloviendo, solo está el sol que cae a plomo , y ese sopor que vendrá después a terminar de joderlo todo.