La Jornada.
En las elecciones del pasado 5 de junio el PRI se perfila como el principal derrotado, al perder cuatro bastiones históricos, incluido Veracruz, joya de la corona electoral, con lo que verá reducido su número de gubernaturas de 19 a 15.
A su vez, el PAN, al obtener siete triunfos, solo y en alianza, alcanza 10 gubernaturas, dos en estados clave para 2018: Puebla y Veracruz. Fraccionada, la izquierda registra claroscuros: el PRD hace ganar al PAN y con erróneos procesos de selección interna de sus candidatos también empuja triunfos del PRI en Zacatecas y Oaxaca.
Pasa de tener cinco gubernaturas a seis, pero tres de ellas, Veracruz, Durango y Quintana Roo, de nula identidad con la izquierda, al recaer en los ex priístas Miguel Angel Yunes, José Rosas Aispuro y Carlos Joaquín.
Morena alcanza varios terceros lugares, pero no logra conquistar ninguna gubernatura cuando anhelaba vencer en Veracruz o Zacatecas; tanto así, que en los balances registrados ayer algunos reconocieron que descuidaron la Ciudad de México por concentrarse en los comicios locales.
Concluidos los Programas de Resultados Electorales Preliminares (PREP), el mapa político de México se transformará de manera notable, de confirmarse estos números en la etapa de cómputos –que tendrá lugar hoy– y en los litigios que resolverá el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Con cinco gubernaturas ganadas, de las 12 en juego, el tricolor recupera Oaxaca y Sinaloa; también conserva Hidalgo, Zacatecas y Tlaxcala, pero se queda muy lejos de las nueve que su dirigente, Manlio Fabio Beltrones, aseguraba tener en la bolsa la noche del domingo.
Pierde además estados que en 90 años no habían vivido la alternancia partidista, como Veracruz, Tamaulipas, Durango y Quintana Roo, arrastrado tanto por la deteriorada imagen del presidente Enrique Peña Nieto, como por los escándalos de los gobernadores emanados del PRI.
Tras haber enfrentado varios comicios competidos en Veracruz, en 2016 el priísmo no logró contener el hartazgo social que provocó Javier Duarte, en cuyo mandato se desató una grave crisis de violencia y sobre el que pesan varias investigaciones por desvíos y desfalcos al erario.
Para las elecciones presidenciales de 2018, la debacle en Veracruz es clave, por tratarse del tercer estado con mayor número de votantes: 5.6 millones.
Hasta al PAN le sorprendieron estos triunfos. En la mesa del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) su representante, Francisco Gárate, celebró haber conseguido al menos tres gubernaturas que en unas horas se convirtieron en siete: Chihuahua, Tamaulipas, Aguascalientes, y coaligado con el perredismo, Veracruz, Quintana Roo y Durango, además de Puebla, en alianza con el PT.
Chihuahua es quizá la más simbólica, no por el número de votantes que van a gobernar, sino por el perfil del candidato ganador, Javier Corral, no pocas veces desdeñado en su propio partido por su cercanía a algunas tribus del PRD que, de hecho, le brindaron su apoyo en la campaña.
‘‘Se puede ganar sin el respaldo de las televisoras’’, señalaron algunos conocedores de la comunicación política en el INE, en relación con la batalla que ha librado Corral contra el duopolio televisivo, de más larga data y solidez jurídica e intelectual que la emprendida por Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, gobernador de Nuevo León.
Desunida la izquierda, el PRD se tuvo que conformar con los desdibujados éxitos compartidos con Acción Nacional, porque perdió Oaxaca, que como en Zacatecas se atribuye a la mala elección de candidatos que se decidieron en largos litigios en el tribunal electoral. Y Tlaxcala quedó como un deseo inalcanzable al frustrarse la alianza con el panismo, con el que hubiera logrado un holgada ventaja.
Morena mantuvo su supremacía en la Ciudad de México, aunque muy disputada con el PRD, y alcanzó varios terceros lugares, como en Veracruz, Zacatecas y Oaxaca, pero no llegó la gubernatura esperada.
Con esta sacudida del priísmo, la revitalización del panismo y los agridulces resultados de la izquierda se espera una recomposición de las fuerzas en todos los partidos políticos rumbo a 2017, cuando se jugará otra plaza clave, el estado de México, para orientarse a la batalla electoral de 2018.